Todo un pueblo conmocionado y unido tras un milagro que no llegó
Espontáneamente, los vecinos de San Nicolás se acercaron al pozo para rezar.
SANNICOLAS (De nuestros enviados especiales).- Sin que nadie los convoque, los vecinos de esta ciudad comenzaron a acercarse al pozo donde cayó el pequeño Cristian Quiroz. La mayoría no conocía al niño ni a su familia, pero los unió una misión: dar fuerzas a los socorristas, apoyar a la familia y rezar por un final feliz que no pudo ser.
Las fronteras que suelen levantarse en las ciudades dejaron de existir. Las voces de aliento atronaban el cielo gris plomizo del norte de la provincia de BuenosAires.
Cadena de oración
Fue conmovedor. Tomados de las manos y rezándole a la Virgen del Rosario, casi en susurros, unos 500 vecinos mostraron que la solidaridad puede llegar a límites inimaginables.
Muchos acercaron estampitas, pequeñas estatuas y dibujos de la Virgen. Hasta bajaron una imagen varios metros por el pozo para que acompañe a Cristian. Las radios locales pedían que los vecinos acercaran agua y comida para los bomberos que luchan por el milagro. Y minuto tras minuto se iban sumando nuevos fieles a la cruzada por la vida del niño.
No importaba la hora, ni las posibles inclemencias del tiempo.
Padres, hermanos, abuelos, tíos, compañeros del jardín de infantes, vecinos, el juez, policías, el intendente de la ciudad, médicos, bomberos, ingenieros, decenas de periodistas. Nadie aquí quiso faltar.
La policía no necesitó poner orden. La cadena humana se mantuvo del otro lado del vallado y cumplió sin protestar los reiterados pedidos de silencio, cada vez que los socorristas creyeron oír un sonido esperanzador.
Los compañeros de jardín de infante de Cristian y sus amigos del barrio no ocultaban su ansiedad. "Es un chico alegre, muy bueno", recordó uno de ellos, un rubiecito de seis años, ante de recibir la fatal noticia y con la esperanza de que su amiguito sería rescatado.
Tibios aplausos se escuchaban cada vez que se informaba que los bomberos o los socorristas se aproximaban al fondo del pozo o cuando se unieron los dos túneles.
Y los que no pudieron acercarse hasta el pozo igual se congregaron con sus vecinos en la esperanza. Casi no hubo bar o casa de San Nicolás en la que no estuviera encendido el televisor con alguno de los canales de noticias que transmitieron en directo y sin interrupciones las instancias del rescate.
Ayuda material
La gente no aportó sólo su apoyo espiritual. Movidos por los pedidos de los periodistas de las radios locales, llevaron bebidas y comida para los socorristas.
Desde el otro lado del cerco de seguridad no fue raro ver a un vecino cebarle mate a alguno de los agentes de Defensa Civil.
Al acercarse la noche, comenzaron a alcanzar sillas y mantas para paliar el viento y el frío.
Los familiares del pequeño Cristian esperaron al pie del pozo, abrazados, con la esperanza intacta y conmovidos por la impresionante muestra de solidaridad popular.
"Personas que ni siquiera nos conocían, se acercaron a darnos fuerza y a traer lo poco que tienen, sin pedir nada a cambio. Eso es algo que no voy a olvidar en mi vida", indicó Angélica, la abuela paterna de Cristian.
Unas horas más tarde anunciaban que habían hallado al pequeño. El equipo de rescate comenzó a tirar de las sogas mientras un silencio ensordecedor colmaba el lugar.
El nerviosismo y la ansiedad se apoderaba cada vez más de los presentes, quienes se abalanzaron sobre la boca del pozo.
Todavía conservaban la esperanza de encontrarlo con vida. No faltaron quienes alimentaron esas expectativas afirmando que habían visto cómo el niño movía su cabeza.
Pero un gesto del ministro de Gobierno bonaerense, José Díaz Bancalari, echó por tierra las ilusiones. Ya no había nada que hacer. Cristian ya había muerto.
Los padres no se alejaron de su hijo ni un momento
SAN NICOLAS.- Norma del Prado, de 27 años y Oscar Orlando Quiroz, de la misma edad, de oficio heladero, son los padres de Cristian. Cada tanto se acercaban al lugar donde ocurrió la tragedia. Pero ante el asedio de la prensa decidieron refugiarse en una ambulancia a la espera del desenlace.
"Vivo o muerto quiero a mi hijo", repetía el padre en un lacónico mensaje, cuyo eco desesperado resonó hasta las 21.45, cuando el cuerpo sin vida del chico fue extraído del pozo.
El mismo vehículo donde se encontraban sus padres fue el que lo trasladó hasta el hospital San Felipe, donde fue sometido sin éxito a tareas de reanimación.
Antes, durante casi toda la noche y el día, Norma del Prado y su marido permanecieron sentados en una silla de plástico, cerca de la boca del pozo, con una foto de su hijo en las manos, la que no soltaron nunca.
El matrimonio Quiroz tiene dos hijas un poco más grandes que el pequeño Cristian. Pero la confusión es tal que casi nadie o nadie recuerda el nombre de pila de las mujercitas. Los que menos dudan afirman que tienen 4 y 7 años.
La familia vivía en el barrio Fraga, una zona humilde en la periferia de la ciudad. Cerca de allí, en un descampado situado en las inmediaciones de la avenida Moreno y la calle Damacio Valdez, comenzó a desarrollarse la tragedia cuando Cristian cayó en el hueco, en momentos en que regresaba del jardín de infantes hasta su casa acompañado por su mamá y su tía Eva Quiroz.
Culpas y responsabilidades
A medida que pasaban las horas la tensión aumentaba y comenzaban a aparecer los culpables de la tragedia. La mayoría apunta al ex intendente nicolense Eduardo Di Rocco, actual diputado provincial, quien asumió las culpas del caso: "Las responsabilidades las determinará en definitiva la Justicia. Si se comprueba que las tuvo el municipio, yo, como jefe de gobierno de aquel entonces también, porque hicimos ese pozo y quince más".
Di Rocco agregó que las perforaciones se efectuaron para dotar de agua potable a la población. "Solamente un veinte por ciento de los nicolenses gozaba de ese privilegio y ahora lo hace el noventa y cinco por ciento", agregó el actual legislador.
Los familiares de los Quiroz, mientras, montaron guardia alrededor del pozo para que ningún curioso entorpeciera las tareas de rescate. Fue prácticamente imposible acercarse a ellos para arrancarles algunas palabras. Sólo rezaban en silencio.
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