Maestros rurales: la vocación de enseñar
LNR visita tres escuelas en el noroeste del Chaco; docentes que viven y trabajan con los chicos, las 24 horas del día, a pura entrega y dedicación
"Nuestros hijos vivían con nosotros y estudiaban acá", cuenta Wilfredo Campos (49), que se inició en la docencia en esta localidad. Hoy se desempeña en la escuela N° 209 del Paraje Pozo Hondo, la más antigua de la zona, a 34 kilómetros de Taco Pozo, última población chaqueña, que limita con Salta y Santiago del Estero.
"Si no sentís un amor hacia esta profesión, es difícil que lo hagas", apunta, por su parte, Rolando Albornoz (36), que actualmente enseña en la 816 del Paraje Primavera y desde chico sabe mucho del tema. Su mamá fue maestra rural y él era uno de los tantos niños que corría por el monte. "Espero algún día escuchar sobre mí lo mismo que decían de mi madre: Gracias a ese maestro hoy soy lo que soy", afirma.
Como una peregrinación y si el tiempo lo permite, el camino a Taco Pozo se colma los viernes de maestros que, durante el fin de semana, buscan reencontrarse con los suyos. Apenas llegados a la ciudad, se encargan de hacer los pedidos de alimentos que llevarán a las escuelas la siguiente semana (los conservan en freezer a gas), así como cualquier trámite que muchas de las familias de los parajes necesitan.
"Uno de los grandes déficits de la escuela rural es el de no poder asegurar la continuidad del estudio en el secundario –reflexiona Wilfredo-. Intento concienciar a sus padres de la importancia de que sigan estudiando, pero más allá de las ganas, se necesita tejer una red". De hecho, en Taco Pozo familiares de distintos maestros suelen recibir a alumnos para que puedan seguir estudiando. Una gran apuesta, hecha con modestia, silencio y generosidad.
La nota completa, el domingo en LNR