"Todo el mundo habla de lo mismo"
Para el autor de "Plata quemada", el lenguaje económico ha invadido todas las esferas, incluso la literaria y cultural, y se ha convertido en el discurso dominante. Así, se tiende a pensar la literatura en términos de libros vendidos
"Respiración artificial", "La ciudad ausente" y "Prisión perpetua" son, a esta altura, clásicos indispensables de la literatura nacional, y Ricardo Piglia se ha convertido -quizás a pesar suyo- en un referente ineludible del panorama literario y cultural argentino. El ensayo, la ficción, la crítica literaria y los guiones cinematográficos son facetas diversas de una misma pasión: escribir.
Lector voraz de novela negra, en los años 60 Piglia dirigió una de las más importantes colecciones de narrativa policial y difundió las obras de Chandler, Hammet y McCoy.
Hace algunos unos años, una buena dosis de azar y un encuentro con el director Héctor Babenco lo lanzaron a la industria del cine. Escribir guiones cinematográficos le permitió a Piglia "salir del escritorio y tener la ilusión de estar haciendo un trabajo colectivo". A pocos días de regresar a la Universidad de Princeton (Estados Unidos), ámbito en el que ejerce la docencia, el ensayista accedió a dialogar con La Nación .
-Cada época genera un uso particular del lenguaje. ¿Cuál fue el discurso dominante de la Argentina de estos últimos años?
-Creo que es importante llamar la atención sobre el estado de la lengua y sus efectos, porque es una de las marcas más nítidas de lo que pasa. Un dato que habría que analizar es la fuerte relación entre lenguaje y economía, porque hoy el discurso dominante es el económico. Hay una relación bastante nítida entre lo que sería la circulación del dinero y la circulación del lenguaje: los trascendidos, los rumores y las versiones influyen sobre el estado de la economía y el mercado. Entonces, la economía influye sobre el lenguaje, pero éste también actúa sobre la economía, y por lo tanto los economistas tienden a controlarlo. Quieren cortar el flujo y crear bancos del lenguaje, lugares en los cuales se pueda poner a dormir la palabra.
-Usted dijo alguna vez: "Durante el Proceso militar circuló un relato médico: el país estaba enfermo, un virus lo había corrompido y era necesario realizar una intervención drástica. En la época de Alfonsín se dio el relato psicológico: la sociedad tenía que hacer un examen de conciencia; se habla de culpa y del enano fascista". Siguiendo esta secuencia, el relato de la época de Menem sería fundamentalmente económico.
-Yo percibo ciertas narraciones dominantes producidas por el Estado y por los medios de comunicación que circulan como una suerte de fábula que organiza la experiencia del conjunto. Y si fuera posible reducir la complejidad a un relato, creo que sería el económico. En este contexto, un elemento importante en la cultura contemporánea es la figura del arrepentido, que ha sido producida alrededor de (Carlos) Menem.
-¿En qué sentido?
-En el sentido de que un sujeto de la cultura vencida reconoce la derrota y enuncia los valores de la cultura vencedora. Menem, el ex peronista, el ex caudillo federal, el ex hombre del interior. El, que encarnaba los valores de la tradición popular y federal, termina enunciando los valores de la cultura contraria. En lugar de defender su propia tradición se hace cargo de la tradición del otro. Y en la medida en que lo enuncia alguien que no pertenece a la tradición, lo que dice es más verosímil. Me parece que ése es un elemento que tendríamos que investigar para analizar esta suerte de relato de ficción que organiza la experiencia de los últimos 10 años.
-¿Y ese viraje también se da en el ambiente literario?
-Sí, a veces los escritores se ponen realistas y cínicos, y en lugar de defender los valores de la literatura como valores ajenos a la lógica de la eficacia social y económica, tienden a pensar la literatura en términos de cantidad de libros vendidos. Se identifican con la cultura vencedora, que es la cultura del mercado y de la circulación de los objetos medidos por la cantidad y por el número, y no por la calidad. Entonces, ciertos valores, que son los de la economía, se trasladan al análisis de la cultura.
-Parecería que los discursos se han homogeneizado y las diferencias se han atenuado.
-Claro, todo el mundo habla de lo mismo. La clave no es tanto desde qué lugar se dicen las cosas -centro, derecha o izquierda-, sino el hecho de que es muy difícil cambiar de conversación. Entonces, uno puede decirlo desde cualquier lugar, siempre que diga lo mismo que dicen todos y hable de los mismos temas de los cuales hablan todos. Hay un lugar para que cada uno hable desde posiciones diferentes, lo que no hay es la posibilidad de poner otras cuestiones y temas en la conversación. Creo que en eso hay una marca muy visible, que es "ser comprensible", esta idea de cómo construir un lenguaje que pueda ser comprendido por aquellos que no están interesados.
-¿Qué pasa con los que no participan de ese discurso dominante?
-Los que no forman parte de ese núcleo quedan ligados a una cosa hermética, arcaica y fuera de moda.
-En los diarios se entrecruzan todos los elementos de la novela policial: sospechosos, secretos por develar, drogas, crímenes, redes de intrigas y complots. Y los medios de comunicación actúan como el detective que intenta desenmascarar la verdad y develar el enigma. ¿Son los diarios el gran relato policial de fin de siglo?
-Creo que tenemos que tener en cuenta el carácter extraordinario de la predicción de Edgar Allan Poe. Cuando en 1843 escribe el primer relato policial, está inventando un género que se ha expandido al mundo contemporáneo y se ha convertido casi en el imaginario común. La primera historia policial es la historia de un crimen en un cuarto cerrado por dentro: la idea de que el sujeto no está seguro, no ya en su barrio ni en su casa, ni siquiera en su cuarto cerrado con llave. Me parece que ahí se capta un núcleo paranoico que se expande. Ese primer relato trabaja sobre algo que para mí va a ser un elemento básico del desarrollo del imaginario contemporáneo: la idea de que no hay un lugar privado seguro y de que hay un mundo de la amenaza. Y el detective es la figura que Poe inventa para mediar entre la ley y la verdad, entre el mundo del delito y la institución policial que no funciona bien.
-Un siglo después estamos inmersos en un gran relato policial.
-Sí, como decía Brecht, "miramos la sociedad bajo la forma del crimen". En ese sentido, el género ha sido un diagnóstico extraordinario del funcionamiento de la lógica social en la relación entre inmoralidad y dinero, entre poder político y poder criminal. Todos esos elementos que están presentes en el género se han convertido casi en el horizonte de la cultura contemporánea.
El cine y el guión
Para Piglia, el guionista se asemeja al escritor de folletines: "Es alguien que escribe por encargo y por dinero. En el cine, el dinero es algo que está presente todo el tiempo. Allí se ven bien los rasgos de industria, mientras que la literatura es una práctica arcaica". A la hora de saber si el guión cinematográfico es el inicio de un proceso visual o el final de un proceso literario, Piglia sostiene: "No es literatura, pero tampoco es la película. Es una forma incierta y débil en la que todo el mundo puede intervenir. Lógicamente, cuando vi las películas sentí que los guiones habían sido traicionados. En realidad, para eso nacen los guiones, para que el director haga con esa partitura lo que quiera y toque una música propia".
Perfil
- Nació en Adrogué, provincia de Buenos Aires, en 1940.
- "La invasión" fue su primer libro de relatos; obtuvo el premio de Casa de las Américas.
- En 1992 publicó "La Ciudad Ausente". Junto con Gerardo Gandini compuso la ópera "La ciudad ausente", que fue estrenada en el Teatro Colón en 1996.
- Escribió el guión de la película "Corazón iluminado", junto a Héctor Babenco, y "La sonámbula", de Fernando Spiner, ambos inspirados en textos suyos. También adaptó para el cine la novela "El astillero", de Juan Carlos Onetti, que está a punto de estrenarse.
- Su última novela es "Plata quemada", premio Planeta 1997.
- "Formas breves" es su último libro de ensayos y acaba de ser editado por el Sello Temas.