El runner que escapó de la muerte: colapsó en la media maratón, pero no recuerda nada
Sufrió un paro cardíaco mientras competía el 26 de agosto y estuvo más de un mes internado; aún trabaja para recuperar la memoria
"Yo era de los que decían que correr era una locura. Pensaba ¿para qué corren?", se sincera el tandilense Pedro Martín Arce, de 37 años, luego de haber sufrido un paro cardíaco mientras corría la más reciente edición de la media maratón porteña. Tres meses después, ya piensa volver a correr, aunque su pasión "en realidad es el fútbol", dice. El episodio cardíaco que casi le cuesta la vida sucedió casi al finalizar la carrera, el 26 de agosto. Aunque eso hay que contárselo a Pedro, porque no recuerda nada. "Sé que estaba en Tandil, antes de correr, y ahora estoy de vuelta. En el medio, nada", detalla. En el medio, casi muere y estuvo internado en cuatro hospitales a lo largo de más de un mes.
Arce se desvaneció a menos de dos kilómetros de la llegada, cuando venía corriendo en plena forma. Joaquín Podstavka fue el primero del equipo de salud del evento que lo asistió y le hizo las maniobras de resucitación. "Las ganas de vivir de Martín eran increíbles", recuerda. Lo trasladaron al Hospital Pirovano. Verónica García, su pareja desde hace 21 años, lo esperaba en la llegada, sin saber lo que había pasado. "Cuando finalmente me informaron, me agarró un ataque -recuerda ella-. La zona era un caos de vehículos, no había forma de conseguir un taxi, así que me fui corriendo hasta el hospital". Verónica también había participado de la media maratón; llegó al hospital desesperada por su pareja, aún con la medalla que le otorgan al terminar la competencia colgando del cuello y sintiéndose culpable por la situación.
"Yo le insistí para que empezara a correr", explica García. Ella comenzó a hacerlo en Tandil hace tres años, se entusiasmó con todos los beneficios de la actividad y convenció a Martín. "Nunca me gustó correr, pero lo hacía para jugar al fútbol -reconoce Arce-. Pero ella me insistió y me terminó ayudando mucho: bajé 20 kilos y en la cancha me sentía estupendo".
En la cama del Hospital Pirovano, la realidad era muy diferente. "Estaba todo intubado", relata Verónica. "Fue terrible verlo así. Por suerte me acompañaba Marcos, nuestro entrenador, que se hizo cargo de hablar con los médicos; a mí me hablaban y me era imposible entender qué decían", agrega. Le informaron que esa misma tarde lo derivaban al Hospital Fernández. Unas horas después estaba en una cama nueva y ya habían llegado los padres y los cuatro hermanos desde Tandil. En el Fernández intentaron colocarle un stent, pero fue imposible; tenía una de las arterias coronarias totalmente tapada, calcificada, y allí estaba el problema que había desencadenado todo.
"Ni con rayos lograron desbloquear la obstrucción", relata Verónica. Martín asiente, como un espectador al que le van contando lo que le sucedió; parece ver su experiencia desde afuera. Los médicos descubrieron que Arce había tenido un episodio cardíaco más de un año antes y no había sido bien diagnosticado. Una arteria coronaria se le había tapado, tuvo un pequeño infarto y su cuerpo generó ramas colaterales para abastecer el corazón, pero era solo un parche que duró hasta la competencia. Para prevenir futuros accidentes, le colocaron un desfibrilador, que debe controlar cada seis meses y deberá cambiar dentro de ocho años. Continuó internado durante dos semanas y luego fue trasladado al Sanatorio Sagrado Corazón, donde estuvo dos semanas más.
Al fin, el 21 de septiembre, Arce volvió a su Tandil natal. Aunque a otra internación más, que sería la cuarta y última, en la Clínica Chacabuco; allí estuvo seis días y luego regresó a su casa junto a Verónica y sus dos hijos, Benjamín (8) y Francisco (6). "Es realmente sorprendente el apoyo que tuvimos. Desde los que nos enviaban plata a Buenos Aires para ayudarnos con la estadía hasta los que nos contaban que desde Salta rezaban por mí", comenta Arce.
La secuela en la que está trabajando Martín para recuperarse del todo es la pérdida de memoria de corto plazo. Para eso, se encuentra con una psicopedagoga una vez por semana. Más allá de cualquier lapsus, hay algo que nunca olvida. "Nosotros jugamos al fútbol los sábados", indica, en referencia a su equipo de compañeros de trabajo, con los que se conoce desde hace años. "Faltan tres meses para que me dejen jugar, pero igual voy a verlos todos los partidos. Esa es mi pasión: quiero volver a correr, detrás de la pelota", se entusiasma el runner que escapó de la muerte.
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