Tiroteo en Texas: advierten sobre una problemática que crece y que podría detonar la violencia en las aulas
La reciente matanza en un colegio de Estados Unidos revivió el recuerdo de los dos casos ocurridos en la Argentina en 2000 y 2004
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El martes pasado, un chico de 18 años entró a la escuela primaria Robb, en Uvalde –un pueblo de 15.000 habitantes en el estado de Texas–, se encerró en un aula y mató a 21 personas, 19 chicos y dos docentes. El tiroteo, que se convirtió en el segundo más mortífero de una larga lista de este tipo de hechos en ese país, trajo a la memoria dos casos ocurridos en la Argentina.
El primero sucedió el 4 de agosto de 2000, cuando Javier Ignacio Romero, mató a un compañero en la puerta de la Escuela de Enseñanza Media N°9 de Rafael Calzada, provincia de Buenos Aires. El joven de 19 años dijo que estaba cansado de las hostilidades y burlas que recibía. El arma había sido adquirida por su madre y estaba legalmente registrada a su nombre. Al caso se lo recuerda como el de “Pantriste”, porque así lo llamaban al chico sus compañeros por su presunto parecido con el personaje del dibujo animado. Cuatro años más tarde, el 28 de septiembre de 2004, la historia se repetiría. Un adolescente de 15 años, Rafael Juniors Solich, entró al aula de primer año del polimodal de la Escuela Media N°2 Islas Malvinas, de Carmen de Patagones y, antes de que llegara el profesor, disparó 13 veces contra sus compañeros de entre 15 y 16. Tres murieron y cinco resultaron heridos. El arma pertenecía a su padre, que era oficial de la Prefectura.
Según los especialistas consultados por LA NACION, los tres casos tienen un denominador común: el bullying o acoso escolar. Una problemática que, advierten, es un detonante de violencia no solo en las aulas norteamericanas, sino también en argentinas y que podría servir de antecedente para que una tragedia como la de Carmen de Patagones o de Rafael Calzada pueda repetirse. Sin embargo, hay una gran diferencia entre los dos hechos argentinos y el norteamericano: la política de portación de armas del país del norte.
Eva Rotenberg, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), sostuvo: “En las escuelas, en general, le prestan atención al alumno que no cumple, al maleducado, al que molesta a los profesores o al que no sigue el ritmo, pero al niño o adolescente que es silencioso, que le cuesta socializar o que es introvertido, no lo registran y esa persona un día puede saltar con una violencia aparentemente impensada. Hay muchos más casos de bullying de lo que pensamos e inclusive puede comenzar en el jardín de infantes. Por ejemplo, he visto en el recreo a chiquitos de dos años que caminan solos y nadie los registra. Ese niño va pasando de nivel con un sentimiento de soledad, de sentirse diferente y como, a esa edad, no sabe cómo contarle a los padres, la exclusión se va profundizando cada vez más. No siempre termina en esas catástrofes, pero a esa persona le puede arruinar la vida”.
Por su parte, Juan Eduardo Tesone, psiquiatra de la Universidad de París XII y miembro de la APA, afirmó: “Hay que contextualizar la masacre de Texas en la sociedad de la cual emana, una profundamente estratificada y discriminatoria de las minorías en la que portar armas se vive como un derecho del ciudadano, pero este tipo de violencia no es privativa de Estados Unidos. Puede ocurrir en cualquier lado, incluido nuestro país”.
Una violencia muy compleja
Desde la perspectiva de Tesone, es significativo que se ataquen a compañeros de escuela, porque es como si el odio del victimario fuera, a la vez, hacia su entorno, pero también hacia sí mismo: “Las sociedades actuales viven cada vez más en una anomia, en la que la subjetividad se diluye y la persona no tiene la vivencia de existir. La herida narcisista de la exclusión del lazo social puede desencadenar una reacción violenta por parte de personas que sienten desesperación ante su vivencia de inexistencia, y, paradójicamente, la masacre puede ser una manera de existir, dado que, si puedo matar, existo, aunque sea brevemente. Un gesto desesperado por cobrar existencia. La ira y su corolario de muerte serial serían así una expresión pulsional directa de un sentimiento de impotencia, de no sentirse respetado ni tenido en cuenta como ser humano”.
“Sobre el caso de Texas, solo puedo hablar por lo que vi en las noticias. Aparentemente, el agresor había sufrido mucho bullying en la infancia porque era tartamudo. El odio de este muchacho y el resentimiento es producto de muchos años de maltrato y sufrimiento. ¿Nadie se dio cuenta en tanto tiempo? Ya de por sí la tartamudez es producto de violencia o maltrato, no es algo genético. Es miedo. A hablar, por falta de tiempo y consideración”, comentó Rotenberg, autora del libro Familia y escuela: límites, bordes y desbordes.
El bullying es una violencia que se da en las escuelas, que es muy compleja y que, de acuerdo a Rotenberg, debe trabajarse conjunta e intradisciplinariamente entre psicólogos, alumnos, padres y colegios. Además, es de suma importancia escuchar a los hijos desde la primera infancia para ir construyendo la sensación de seguridad, valoración y respeto que les dé los recursos necesarios para reaccionar ante una burla.
“Sin responsabilizar a nadie, esto empieza en la familia. Si [los padres] no escuchan lo que opinan los hijos van creciendo con una autoestima baja y, entonces, cuando lo cargan no saben cómo reaccionar, lo que no quiere decir que no sea inteligente ni buena persona. Ese niño que fue creciendo así puede reaccionar apartándose de la sociedad sin salir de su casa, como este muchacho o incluso suicidándose. Es un problema familiar, escolar y social”, sintetizó.
Política de armas
Frente a los hechos violentos que se registraron en las aulas argentinas, los profesionales remarcaron una diferencia sustancial el caso norteamericano: las leyes de portación de armas. “Que en una sociedad haya un asesinato así y suban las acciones de las armas, nos está hablando de una sociedad enferma donde priorizan las armas y no el saber qué le pasó a este joven. No podemos decir que este muchacho de un día para el otro se convirtió en asesino. Es una falta de reflexión y cuestionamiento acerca de los valores de esa sociedad”, comentó Rotenberg.
Tesone profundizó en este punto: “No se pueden sacar conclusiones universales, cada asesino tiene su motivación propia que, a veces, se desconoce. Sin embargo, las leyes de Estados Unidos, al permitir la compra de armas a cualquier mayor de 18 años e influenciadas por la poderosa Asociación Nacional del Rifle , facilitan estas balaceras”. Tal fue el caso de Salvador Ramos, el autor del tiroteo en Uvalde, que compró dos fusiles semiautomáticos tipo AR15 de forma legal apenas cumplió 18 años. Es que la tenencia de armas es un derecho fundamental protegido por la Constitución de Estados Unidos, específicamente por la Segunda Enmienda, que según la traducción oficial, dice: “Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas”.
En cambio, en la Argentina para la manipulación, tenencia, portación, comercialización, importación, exportación, utilización con fines industriales y transporte de materiales controlados de armas y municiones y habilitación de establecimientos donde se realiza práctica de tiro deportivo o caza, primero hay que poseer una Credencial de Legítimo Usuario Individual de Armas de Fuego (Cluse) emitida por la Agencia Nacional de Materiales Controlados (Anmac). A esta se accede solo siendo mayor de 21 años, presentando un certificado psicofísico válido, otro de inexistencia de antecedentes penales, copia certificada del aporte como monotributistas o de la presentación ante la AFIP de la declaración del Impuesto a las Ganancias e ingresos brutos, entre otros, y declarando un domicilio de guarda del arma. Así lo informaron a LA NACION voceros del organismo.
“Al 31 de marzo de 2022, la Anmac cuenta con 236.655 usuarios vigentes y 1.727.102 tenencias de armas, contempladas en el marco de la ley 20.429. Cabe destacar que a ese número de armas hay que descontarle las entregadas mediante el Programa de Entrega Voluntaria de Armas de Fuego (Pevaf) y las entregadas según lo establecido en las leyes 20.429 y 25.938. Todas ellas son puestas a resguardo en el Banco Nacional de Materiales Controlados (Banmac) hasta su destrucción definitiva. En este sentido, desde 2000 se destruyeron aproximadamente 440.000 armas de fuego”, indicaron.
Voceros de la agencia comentaron que se encuentran trabajando fuertemente en talleres de abordaje para dimensionar la responsabilidad y riesgos que conlleva la presencia, uso y manipulación de las armas de fuego para prevenir la reincidencia de delitos, accidentes, lesiones y/o hechos de violencia.
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