Tiene 89 años y es campeón mundial de atletismo: “Le pedí a Dios que me tire diez años más para seguir corriendo”
José María Berardi atiende desde hace 60 años El mono sabio, una reconocida librería de Martínez; cuando cumplió 60 descubrió su pasión y comenzó una exitosa carrera en el deporte
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Una vidriera cubierta con fotos y recortes periodísticos de sus competencias y carreras. Son imágenes suyas, en las que posa con sus trofeos y medallas, de oro, de plata. En Martínez no existe vecino que no haya pasado alguna vez por El mono sabio, una librería que tiene una vidriera que invita a detenerse y conocer un poco más la historia de su dueño, José María Berardi, de 89 años. De ese hombre que aparece en las fotos.
Entre las torres de libros que parecen inestables, pero siguen firmes desde hace 60 años, se encuentra él, vestido con un conjunto deportivo. Detrás suyo, hay una pared en la que cuelgan varias medallas que indican una cosa: Berardi es un ganador. En el mundo de la venta de libros y en el del atletismo Gold Máster, una categoría dedicada a los adultos mayores.
“Mi dos hijos jugaban al rugby en el Club Alumni cuando eran jóvenes. Yo siempre anduve detrás de ellos. Esa era mi relación con el deporte. Uno de mis hijos era Pumita y como iba a estudiar dos carreras universitarias, no le daba el tiempo para seguir jugando, tuvo que abandonar”, recuerda. Y confiesa: “Lloré dos meses porque yo iba todos los domingos con él a competir y con mi otro hijo. A lo mejor se me dio por eso que empecé a correr”.
Antes de ese episodio, nunca había practicado ningún deporte: “Siempre había atendido el mostrador”.
Una joven de aproximadamente 35 años interrumpe su relato: “¿Cómo le va? Ando buscando El círculo de la suerte de Andrea Ferrari. ¿Me pongo a buscar?”
Los clientes de El mono sabio conocen la modalidad: la mayoría de las veces entrar a esta librería implica sentarse en el piso y buscar un título entre montañas de libros.
—¿Qué lío, no? —dice Berardi y mira alrededor.
Los libros no están ordenados por autor, género o título, encontrar lo que uno busca es un desafío, pero él es el nexo para que el libro encuentre a su lector.
—Vení mañana a las 10, te lo dejo preparado.
Logros
“Mi primera medalla de oro fue en posta 4x100 en el Sudamericano de Bolivia en 2002. Empecé haciendo 5000 metros. Luego 10.000 metros, después gané una maratón en Mar del Plata de 42 kilómetros. También hice tres en La Pampa, siete en distintas zonas de la Capital y provincia, gané una carrera de 21 kilómetros y después dejé las maratones”, continúa.
“Luego empecé a hacer velocidad. Quise saltar vallas y, al principio, era muy difícil, me llevaba varias por delante hasta que aprendí la técnica para saltar. Eso me llevó a querer ir más lejos. Después salí campeón mundial de 200 metros con vallas en Niza”, detalla y se queda pensando.
“Esa fue una experiencia muy especial. Levanté la bandera argentina, se escuchó el himno nacional, todo en la plaza principal de Niza, en Francia”, cuenta con una sonrisa y los ojos vidriosos.
Pero nada era suficiente para el librero que encontró su pasión a los 60 años. Cuando quiso ir por más, apostó al decatlón, una prueba combinada de atletismo que comprende diez pruebas; cuatro carreras, tres lanzamientos y tres saltos.
“Salí tercero en el Mundial de 2005 en Canadá en salto en alto y salto con garrocha. De a poco empecé a practicar esas especialidades y llegué a ser decatlonista”, relata el librero.
Y detalla: “Primero salí octavo en un Mundial en Puerto Rico. Después décimosexto en España. En ese mismo país, en la posta de 4x100 y 4x400 por primera vez, La Argentina salió tercera a nivel mundial”.
Entre tantas vivencias, se olvidaba de una de las más importantes, en 2004 ganó su primer campeonato sudamericano de decatlón y de pentatlón en el estadio Maracaná. Uno de sus últimos logros más destacables sucedió en 2017, cuando logró ser campeón mundial por quinta vez en decatlón, en Nueva Zelanda.
Una mujer se asoma por la puerta:
—Estoy buscando una saga de libros que se llaman Gol.
—Te lo puedo conseguir para mañana, pero con la condición de que me traigas unos caramelos de menta.
Pedirle un libro agotado implica muchas veces un intercambio: caramelos de menta, tartas de manzana, o algún mandado.
Unos años atrás, dos chicas habían puesto un local de comida al lado del suyo. Entonces, para ayudarlas, el hombre mandaba a comprar una torta de manzana a cada persona que iba en busca de un libro agotado.
Una vez que la tarta se compraba, Berardi les conseguía el libro. Noventas tartas de manzana vendieron las chicas.
Durante su carrera como atleta recorrió muchos países, siempre acompañado de su mujer, Catalina. Pero sus viajes empezaron muchos años atrás cuando juntos recorrieron distintas provincias en auto vendiendo libros de puerta en puerta. A los 18 empezó, trabajaba para editoriales y allí ganaba medallas de oro por ser el mejor vendedor. “Siempre estaba muy arriba en todo”, bromea.
Luego, llegó El mono sabio a su vida, su mujer bautizó con este nombre a la librería. Con la venta de los libros, “El mono”, así lo llamaban algunos amigos, logró pagar los viáticos y todos los gastos de los viajes. Sin embargo, la situación hoy es complicada: “La economía del país no ayuda, está todo muy caro. No sé si voy a poder competir en campeonatos mundiales”, lamenta, pero aún tiene una pequeña esperanza.
“Competí hasta hace tres años hasta que vino la pandemia y luego paré. El último torneo fue el Nacional que se hizo en San Luis hace poco. Ahí me quedé contento porque hice salto en alto y logré alcanzar 50 centímetros más que antes”, se enorgullece.
Un chico de diez años se asoma tímidamente por la puerta:
—Hola, ¿tenés el libro Cuentos policiales argentinos?
—Acertate más que estoy sordo—responde Berardi.
Después de 20 minutos buscando entre las pilas de libros, el chico se rinde y se retira dándole las gracias.
Berardi nunca tuvo un preparador físico, siempre entrenó solo. Todos los días antes de tomar el tren Mitre ramal Tigre, trota media hora por los alrededores de Belgrano, donde vive junto a su mujer y uno de sus nietos. A las 17.30 cuando vuelve a su casa, no espera el tren sentado, sino que corre de lado a lado en el andén.
Tras ser consultado por la motivación que lo mueve, habla de la pasión: “Es natural, o te corre por la sangre o no. Yo ahora cumplí años y tengo una buena relación con Dios, entonces le dije: ‘Maestro, ahora que es Reyes te pido que me tires diez años más para seguir corriendo y vendiendo’. Vamos a ver que pasa”, sonríe pícaramente.
Opina que lo más lindo que le dejo el deporte es el esfuerzo que uno tiene que hacer para poder salir campeón y afirma que lo mejor que le dio la librería es la cantidad de historias interesantes que le contaron los clientes.
Si tiene que elegir un libro de todos los que hay a su alrededor, elige uno de Marco Aurelio. “Es un filósofo. Hay algo que yo no tengo descifrado. Yo estoy cerca de la muerte, entonces tengo un pensamiento recurrente, con todo lo que he leído sobre la vida, no creo que sigamos un camino, me parece que terminamos, morimos y chau. Solamente Dios sabrá qué pasa con nosotros, solo espero seguir corriendo”, reflexiona.
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