No pudo votar en las PASO. Había sido excluida por haber superado el límite de edad para depurar los padrones, que se fijó desde el año pasado en 105 años. María Gabriela Calderón de la Barca de Zimmerman, o Tuntén, como le dicen su familia y amigos, tiene 107, y la de agosto pasado fue la primera vez que faltó a un comicio. La semana pasada, su hija Annie le dio la noticia: fue agregada al padrón, y en las elecciones presidenciales del próximo domingo podrá votar.
"Estoy contenta, pero tengo que ir hasta el centro y para mí eso es mucho esfuerzo. Yo creí que iba a votar en San Isidro, más cerca de donde vivo ahora, acá en Beccar, que es la casa de mi hija menor, Dolores", cuenta Tuntén.
También está feliz, dice, porque hace muy pocos días nació su bisnieto número 113. "Es una beba hermosa, de uno de mis nietos que ya tiene otro hijo y se llama Otto. No sé por qué ahora los jóvenes les gustan los nombres raros. Tengo otro bisnieto que se llama Silvestre. A la beba que nació ahora le pusieron Luisa. Es hermosa", cuenta orgullosa.
Hace casi dos años, también estrenó el título de tatarabuela. Fue su bisnieto Agustín el responsable de acreditar el cuarto grado de consanguinidad en la familia, con la llegada de su hija Jacinta. Tuntén asegura que se acuerda de los nombres de todos, pero las fechas de nacimiento las anota en una libretita de tapa gris, que ya tiene muy pocas hojas en blanco. Hay meses que están casi completos. Su cálculo informal es que levanta el teléfono día por medio para decirle "feliz cumpleaños" a algún integrante de su familia.
"Soy ciudadana argentina y quiero votar por mi patria. Me acabo de enterar de que no estoy en el padrón. Tengo 107 años y medio, y por eso me dejaron afuera. Seguro que tienen miedo de que otra persona se apropie de mi nombre. Pero a mí me preocupa el futuro de mi país y no voy a poder dar mi opinión. Es ridículo", había escrito Tuntén en una carta cuando se enteró, apenas unas semanas antes de las PASO, que no figuraba en el padrón.
De inmediato, sus hijas se pusieron a investigar qué había sucedido. Porqué, si según la ley electoral no hay un límite de edad para votar –aunque después de los 70 deja de ser obligatorio-, su madre había desaparecido de las listas. Desde la Cámara Electoral les habían dicho que debía presentar una nota y un certificado de supervivencia para solicitar que sea reincorporada. "Para las PASO no llegamos. Nos dijeron que había chances para octubre, y finalmente lo conseguimos –explica Annie Zimmermann-. Pudieron agregarla, pero no reincorporarla. Por eso si uno la busca en el padrón no aparece. Pero está en la lista de la mesa 729, en el colegio La Anunciata".
LA NACION pudo corroborar el dato que ahora restringe a los mayores de 105 años. La normativa figura, según la Cámara Electoral, en la acordada 28/2018, que elevó en cinco años, de 100 a 105, lo que se denomina "mayor edad límite", para la actualización y fiscalización de padrones. Por eso, en agosto pasado, Tuntén fue la primera vez que no pudo votar. Lo hizo en las elecciones presidenciales de 2015, en la primera y en la segunda vuelta, y recuerda que cuando estaba por tomarse el taxi de regreso a casa se encontró con un amigo de la juventud, de 103 años, igual que ella en ese entonces, con el que se quedó conversando un rato en la vereda.
Tuntén nació el 22 de febrero de 1912, el mismo año en que en el país se sancionó la ley Sáenz Peña, que estableció el voto universal, secreto y obligatorio solo para los hombres. Ella debió esperar varios años para ejercer ese derecho. Pero desde 1951, cuando por primera vez las mujeres acudieron en masa a las urnas, jamás faltó a una elección.
Nunca le preocupó la edad ni hasta cuándo iba a vivir. Para ella, los años no son un impedimento para seguir en actividad. Hasta el año pasado tenía celular, pero como no oye bien y el WhatsApp no le resulta amigable decidió volver al teléfono de línea y a las cartas, que suele escribir cuando quiere decirle algo especial a alguno de sus familiares o darle consejos.
Le interesa la política, cuenta, desde la época en que iba al colegio. Le preocupa la corrupción. Y no le gusta que le mientan. Miró los dos debates presidenciales por televisión, y no se quedó conforme. "No me gusta hablar mal de las personas. Yo he vivido muchas épocas, muchos gobiernos distintos. Y quiero que podamos seguir viviendo en libertado como ahora. Quiero felicidad para la Argentina. Ojalá mi voto valiera por mil", sueña Tuntén.
Hace dos años, dijo que no quería morirse sin poder hablar con el presidente Mauricio Macri. Su deseo llegó hasta los oídos de la Casa Rosada y Macri la llamó a su casa. ¿De qué hablaron? "Le pregunté cómo iba a hacer para solucionar los problemas que tiene la Argentina. Él me preguntó cómo hice yo para criar a tantos hijos", recuerda ahora, y se ríe. Asegura que votará por su reelección.
Por eso, el próximo domingo, concurrirá a las urnas con su yerno Jorge. Seguramente llegará al colegio La Anunciata después del mediodía. Más temprano, dice, es casi imposible porque tiene toda la mañana ocupada. Le gustan las rutinas. Ordenan su día. Por eso, después del baño, el desayuno bajo la ventana de su habitación y la clase de yoga, que hace todos los días, casi religiosamente, Tuntén se preparará para ir a dar su voto, como lo hizo siempre.