Tetris familiar. Los padres sufren la odisea de coordinar horarios de clases
Con el reciente inicio de la escolaridad presencial en la mayoría de las provincias, las quejas por los nuevos cronogramas de clases de los estudiantes son cada vez más comunes, especialmente entre los padres con más de un hijo en edad escolar. En consonancia con lo establecido por los protocolos sanitarios para el regreso a las aulas, en la provincia de Buenos Aires y en la Capital, la mayoría de las escuelas diseñaron esquemas de presencialidad escalonados, donde las distintas burbujas de alumnos ingresan y egresan en horarios diferentes.
Algunos directivos organizaron los turnos de tal manera que los estudiantes que son hermanos entren y salgan del establecimiento al mismo tiempo. Pero esto no sucede en todas las escuelas, y, según algunos de los padres consultados por LA NACION, la descoordinación horaria de sus hijos se traduce en problemas laborales.
Horarios cruzados
“Todavía no arrancó marzo y ya estoy estresada -expresa Luz Benedit, de 46 años, que trabaja como administrativa en un hotel-. Estamos contentos de que los chicos vuelvan al colegio, pero es muy difícil manejar los nuevos horarios”. Benedit armó un cronograma con colores para visualizar los horarios de sus hijos, que varían semanalmente.
“El año pasado, los dos estudiaban en casa y mi marido y yo hacíamos homeoffice. Era manejable. Ahora, yo salgo a trabajar algunos días y los chicos cursan presencial en horarios distintos y pocas horas por día”, cuenta. Delfina y Santiago, sus hijos, estudian en el colegio privado Las Esclavas, en Belgrano, uno en primaria y otro en secundaria.
En la provincia de Buenos Aires, la situación se repite. “Estamos enloquecidos”, expresa Lilia Baracat, de 45 años, minutos después de terminar su jornada laboral. De fondo, se escuchan las voces de sus dos hijas, Delfina y Catalina, de tres y seis años, que juegan y corren por la casa, en Lanús. Catalina inició ayer primer grado en una escuela primaria privada y Delfina empezó sala de tres en un jardín de infantes público.
No solo los horarios de ambas no coinciden, sino que, además, el turno de clases de la mayor cambia a mitad de semana: de lunes a miércoles asiste al colegio a la mañana y de jueves a viernes, a la tarde. Sumado a ello, como Delfina empezó ayer sala de tres, uno de sus padres debe ir todos los días de la primera semana a hacer la adaptación -quedarse en la escuela durante el tiempo que su hija esté ahí-.
“En la empresa nos dijeron que tenemos que ir planeando la vuelta a la presencialidad, pero yo avisé que por ahora no puedo planear nada. Mi marido y yo hacemos malabares para llevar y buscar a las chicas, cocinarles y ocuparnos de que la mayor haga sus clases virtuales”, cuenta Baracat, que trabaja en fondos comunes de inversión.
Seis entradas y salidas por día
8.20, entra Emilia; 9, entra Antonio; 10.30, entra Marcos. 11, sale Antonio; 11.30, sale Emilia; 12, sale Marcos. “Va a ser complicado -destaca Ignacio, el padre de los tres niños, quien trabaja en relación de dependencia, al igual que su esposa. Los dos armaron el cronograma de presencialidad de sus hijos para poder visualizar la información brindada por el colegio y organizar sus semanas.
Ambos creen que la prioridad, a pesar de los horarios sean incómodos, es que sus hijos vuelvan a las aulas. Pero a su vez consideran que será difícil compaginar sus jornadas laborales con el nuevo calendario de clases, que tiene turnos de pocas horas y cambia de semana en semana.
Cambios de cronograma tras las protestas de padres
En los últimos días, tras las quejas de los padres, algunos colegios de la Capital decidieron dar marcha atrás y rediseñar los cronogramas de presencialidad. Esto sucedió, por ejemplo, en la escuela primaria en donde estudian los hijos de Bárbara Delpech, Viole, Juampe y Pepu, ubicada en Belgrano. Ella y su marido respiraron aliviados el viernes pasado cuando leyeron los cambios horarios de la institución.
Tras una semana de reiteradas idas y vueltas al colegio de sus tres hijos -al que cada uno entraba y salía en un horario diferente-, la institución informó que iba a sincronizar los horarios de los alumnos que son hermanos. La noticia, que fue recibida con mucho entusiasmo, llegó después de que varios padres de alumnos manifestaran su descontento por esta misma cuestión. “Era insostenible. La primera semana de clases fuí y volví del colegio tantas veces que por poco no dejé una zanja en el camino”, recuerda Delpech.
La escuela primaria donde estudian las dos hijas de Paolo Trigoso Benaducci, la N° 3 del distrito escolar 9 “Juana Manso”, también decidió unificar horarios de los hermanos. Sin embargo, según Trigoso Benaducci, preparador físico, de 49 años, este cambio no impide que los esquemas de presencialidad de sus hijas sean inconvenientes. “Tuve que suspender a dos clientes y postergar los horarios de clase de varios más. Como soy monotributista, cuanto menos horas trabaje, menos gano”, cuenta por teléfono , mientras cuida a sus dos hijas, que juegan en una plaza de Chacarita. “Es un poco chino. No sé por qué entran a las 9 10 y no a las ocho. Tampoco entiendo porque van solo tres horas en vez de cuatro”, cuestiona.
La extrañeza de los nuevos horarios de ingreso y egreso, según algunos directivos de escuelas porteñas consultadas por LA NACION, está relacionada con el tiempo que lleva realizar la higienización del establecimiento que exigen los protocolos, y también con los horarios escalonados de entrada y salida de las distintas burbujas de estudiantes.
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