Testimonio: “Pasaron diez años de la peor catástrofe y aún no hay paz para las víctimas” de la trágica inundación en La Plata
María José Lucesole, corresponsal de LA NACION, recuerda la devastación del 2 de abril de 2013 en la capital provincial y el reclamo vigente de la sociedad
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LA PLATA.– Llueve hoy en la capital de la provincia de Buenos Aires. Y en el homenaje a los fallecidos de la trágica inundación que azotó a esta ciudad el 2 de abril de 2013 –89, según la Justicia; 67, según el relato oficial– hay enormes heridas abiertas por donde aún fluyen frustración y lágrimas.
Pasaron diez años de la peor catástrofe climática y todavía no hay paz para las víctimas.
La marcha de las asambleas de inundados citada para hoy desde la Plaza Moreno, frente a la municipalidad, hacia la Casa de Gobierno provincial tiene una explicación: no hay responsables políticos por la peor tragedia ambiental que castigó a La Plata.
El entonces gobernador Daniel Scioli, hoy aspirante a presidente, quedó libre de culpa. También el entonces intendente Pablo Bruera.
Llueve y el recuerdo de los 392 centímetros de agua caídos una década atrás, entre el 2 y el 3 de abril, trae a la memoria de los inundados las imágenes de la devastación. De ruina y destrucción. De una ciudad arrasada.
Diez años atrás, el 2 de abril de 2013, era feriado por el homenaje a los Héroes de Malvinas. Al caer la tarde comenzó a llover, de una manera poco habitual.
Los cuatro periodistas activos ese día en la corresponsalía del diario LA NACION en La Plata –Ramiro Sagasti, Jesús Cornejo, Rosario Marina y quien esto escribe– fuimos informados sobre un incendio en la petroquímica de Ensenada.
No pudimos averiguar más porque se cortaron las líneas de teléfono, internet y todas las comunicaciones mientras subía el agua. El líquido acumulado, de más de un metro de altura, era una trampa mortal.
Un mar donde había una avenida
Aquella noche tres de los periodistas de LA NACION volvieron a su casa. Esta redactora intentó recorrer pocas cuadras desde la calle 45 hasta la calle 532 para cruzar por donde antes había una avenida: fue imposible.
Aquella noche donde antes había una avenida había un mar. Un mar rabioso que arrasaba con todo a su paso: árboles, autos, semáforos. Personas. A pocas cuadras de allí, en Tolosa, el agua escalaba hasta los dos metros en las calles con desniveles, más empinadas.
Fue una noche de deambular por agua negra. Una pesadilla para acaso los 500.000 platenses. En la oscuridad total solo se oían, a lo lejos, sirenas de ambulancias. Advertían sobre una tragedia de magnitud nunca antes vista.
Estar en la calle era una sentencia a muerte. Esta redactora terminó durmiendo en el edificio donde funcionaba la oficina de LA NACION. El primer intento fue debajo de las computadoras, entre los cables. Pero ante una descompostura brutal ocasionada por las imágenes del colapso que había registrado al deambular por la ciudad, optó por tocar timbre en todos los porteros del edificio. Una médica desconocida se compadeció y abrió la puerta.
Del otro lado de La Plata, esperaban tres niños pequeños sin saber si su madre, que aquella noche no volvió de trabajar, estaba viva. Su familia salió a buscarla nadando bajo olas de más de un metro y medio de agua, al igual que tantos más salieron a buscar a otros familiares de paradero desconocido.
La solidaridad cobró protagonismo ante la ausencia de un Estado inmóvil. En la madrugada del 3 de abril, cuando esta cronista salió nuevamente a recorrer las calles, la fisonomía de la capital bonaerense estaba borrada. Otra ciudad aparecía debajo del agua.
Las pocas personas que deambulaban se tiraban cuerdas, unas a otras, para rescatar vidas humanas, animales o bienes. Era una ciudad fantasma, donde la acción de Defensa Civil, de Bomberos y de la policía parecía difusa o nula ante una catástrofe de magnitud nunca antes vista.
Una mujer mayor, diagnosticada con cáncer, había dormido sentada en una mesa mientras el agua se llevaba las fotos de su hijo muerto en el barrio Cementerio. Un abuelo había querido devolver a su nieto al hogar y murió arrastrado por la corriente en el barrio La Loma. Otra mujer falleció encerrada abrazada a su perro en 8 y 525, Tolosa.
Los testimonios fueron tan abrumadores que, a diez años algunos, prefirieron olvidar.
Expedientes judiciales
Hubo varios expedientes judiciales iniciados más tarde para encontrar responsables. El único funcionario acusado por la inundación –el encargado de Defensa Civil municipal– afrontaría solo una multa y una inhabilitación para ejercer cargos políticos.
“Scioli y Bruera son responsables de todo”, denuncian los vecinos que se movilizan hoy, pese a que la Justicia exculpó a los funcionarios señalados por la sociedad.
Bruera aquel día estaba de vacaciones en Brasil. Tras el suceso, ya no fue elegido como intendente local. Scioli perdió en su campaña a la presidencia en 2015 contra Mauricio Macri. Pero ahora, mientras los inundados vuelven a reclamar, se apresta para volver a la carrera política nacional.
Diez años después, mientras llueve en La Plata, las víctimas bajo la lluvia cantan el Himno Nacional. Y aún exigen memoria, verdad y justicia.
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