Terremoto en San Juan: "No quiero que mi familia duerma otra noche afuera", el dramático relato de un hombre que perdió su casa
SAN JUAN.– Eran las 23.46 de ayer y en un pequeño paraje sin nombre en el departamento Pocito, a unos 13 kilómetros de la capital provincial, Daniel Salinas, de 26 años, estaba durmiendo en su casa de paredes de adobe y de techos de cañas. Allí vive desde hace un par de meses, junto a su esposa, Natalia Pizano, de 22 años, y dos hijos, una niña, de 3, y un varón, de cinco. Si embargo, desde anoche poco queda en pie de esa vivienda, que sufrió los embates del terremoto de 6.4 grados de intensidad que se registró en la provincia.
Los gritos de su mujer, lo despertaron cuando empezó el movimiento sísmico. Pensaron que era un temblor fuerte, como muchos otros, pero se equivocarían. Con el correr de los segundos se dieron cuenta de que era algo muy serio. Tomó a sus hijos e intentó salir de la habitación. Sin embargo, la puerta se cerró y se trabó. Fueron instantes de desesperación hasta que logró abrirla y salir de a casa.
"El ruido del techo era insoportable, tenía miedo de que se cayera. Veía cómo caían pedazos de revoque de las paredes y mi esposa gritaba porque no encontraba a los niños", cuenta a LA NACIÓN, al lado de las ruinas de su casa. Mientras escapaba de la habitación, le respondía a su esposa, que los niños estaban con él y que estaban bien. De pronto, vio levantarse una nube de polvo, que vino acompañada de un estruendo ensordecedor. No pudo reconocer de qué se trataba hasta que vio que parte de las paredes y del techo del baño estaban en el piso.
"Sentí un ruido fuerte y vi mucho polvo, no sabía qué era, pero con el correr de los minutos vi que era parte del baño que se derrumbó", relata Salinas, con la mirada triste. Cuando se aseguró de que su familia estaba a salvo, intentó revisar el estado de la vivienda, pero no pudo porque se cortó el suministro de energía eléctrica y todo se oscureció.
Cuando todo pasó, o al menos dejó de moverse un poco, Salinas y su esposa pudieron encender unas velas y, ayudados por la linterna del celular, empezaron a ver cómo había quedado vivienda de tres habitaciones que alquilan por $2000 y que forma parte de una finca sin cultivar.
Las réplicas arreciaban. Hubo una muy fuerte de 4.8 grados de intensidad. "Allí decidimos con Natalia sacar las camas y dormir afuera, tuvimos que prender velas, porque los chicos estaban muy nerviosos, aunque nosotros tratábamos de mostrarnos tranquilos para no preocuparlos más, pero ellos estaban asustados", dice Salinas.
Sus plantes no se trastocaron a pesar de esa noche de corridas, terror e incertidumbre. Hoy, como todos los días, se levantó a las 5 de la mañana, entró las camas, dejó a su familia a resguardo y se fue a trabajar. En su mente había una sola preocupación: entre anoche y esta madrugada solo fueron los bomberos a preguntar si había alguien herido. Durante la mañana estuvo en contacto con su esposa para saber si algún funcionario de Desarrollo Humano o de la intendencia había llegado para preguntar qué necesitaban, pero la respuesta siempre fue negativa.
"Tengo una sola preocupación, saber cómo voy a pasar esta noche. Adentro es imposible dormir porque ante cualquier réplica el techo cruje y el revoque de las paredes se cae, no quiero que mi familia duerma otra noche a la intemperie". Su familia no sabe dónde dormirá esta noche y ruega por que no llueva ni se levante viento.
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