Tensión en el Conicet: entre la parálisis, la incertidumbre y la revisión del organismo apuntado durante la campaña
Hace tiempo ya que la política partidaria ingresó en el organismo y, en la última campaña presidencial, terminó por polarizarlo; qué dice el actual presidente del organismo
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A pocos días del balotaje presidencial, en noviembre pasado, un comunicado institucional del Conicet exasperó ánimos en un organismo maltratado por inversión insuficiente y una militancia que no representa la pluralidad que convive en su estructura. Ese día, un texto de “los directores y las directoras” de los 16 centros científicos tecnológicos (CCT) se coló en la página oficial de la institución a favor de uno de los dos candidatos a la Casa Rosada.
“La propuesta de un país sin Conicet, sin universidades públicas, sin escuelas ni hospitales estatales, nos interpela sobre el rol que cumplimos como sector científico y desde el papel que tienen el conocimiento en el desarrollo de nuestro país”, publicaron. “Por eso –cerraron–, nos pronunciamos por Sergio Tomás Massa como presidente de la Nación.” A través de una solicitada, la respuesta no se hizo esperar: “Investigadores y científicos contra la partidización del Conicet”.
Hace tiempo que la política partidaria ingresó en el organismo y, en la última campaña presidencial, terminó por polarizarlo: un candidato se fotografiaba rodeado de científicos y otro anunciaba que privatizaría el Conicet. En redes sociales, sin seudónimos, científicos exponen los problemas internos con más o menos virulencia a la par de un consenso que llegó con Javier Milei ya en la Casa Rosada.
Si bien la tensión creció, a la vez generó una reacción que se tradujo en una red de más de 200 directores de laboratorios de investigación que se comunican a diario vía WhastApp, canalizan los reclamos y coinciden en que el financiamiento del Conicet está poniendo en riesgo sostener proyectos. Conceden, además, que las expresiones políticas de un grupo en nombre de la mayoría y sin respetar desacuerdos terminó por dañar más al organismo.
Como otras de sus propuestas, el discurso de Milei se suavizó: el Conicet debía ser más eficiente. Y así lo refrendó el nuevo presidente del organismo, Daniel Salamone, durante una entrevista con LA NACION.
Investigadores denuncian que el Conicet está paralizado: hay circuitos administrativos que no avanzan por cargos sin designar. Faltan firmas que autorizan la compra de insumos, los desembolsos y la acreditación de fondos para proyectos aprobados, incluido el dinero que en su mayoría proviene del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). También están los postulantes a las becas de este año que esperan saber el resultado a menos de dos meses de arrancar. Ayer, volvieron a reclamar frente al Polo Científico.
Salamone insistió en que “las autoridades están escuchando”. Anticipó a LA NACIÓN que el esquema de financiamiento, tanto del BID como de la Agencia Nacional de Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i), continúa.
“No hay nada que se haya cancelado, por lo menos hasta ahora, sino que simplemente se pospuso porque se está tratando de ordenar la economía –detalló–. Es una situación que es difícil para todo el país: hay un gran recorte en todas las reparticiones, que no es en la misma medida lo que pasa en el Conicet, y estamos haciendo un gran esfuerzo para que todo siga funcional”.
En el nuevo organigrama del Estado se reemplazó el Ministerio de Ciencia y Tecnología por la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología. Está a cargo de Alejandro Cosentino, licenciado en administración de empresas y contador público por la Universidad Católica Argentina. Dependen de la Jefatura de Gabinete con el Conicet y la agencia I+D+i, aún sin un presidente designado. “Se resolverá en los próximos días”, indicaron fuentes de la Secretaría.
Sobre cuáles deberían ser las líneas prioritarias de investigación para el país, no hubo precisión. “Se encuentran establecidas en los estatutos de los organismos integrantes del ecosistema y no van a cambiar”, agregaron.
Sin cargo formal, Lino Barañao, exministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva entre 2007 y 2018, asesora al secretario de Ciencia. “La misión de Cosentino es bajar la inflación –señaló a este medio–. Para eso, hay que achicar el Estado y que el sistema sea más eficaz. No es fácil hacer una política de achicamiento sin un estudio detallado, desmantelar una estructura sin saber qué es lo estructural y lo superfluo. Es un problema distinto de la economía. Si desmantelás una estructura, la gente se va y no la recuperás. Mi compromiso es tratar de no dañar el bien común. No quiero que rompan cosas que después no se pueden reparar”.
Percepciones
Para Jorge Geffner, investigador superior del Conicet y director del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida (Inbirs), hoy reina “una profunda incertidumbre para todos y, particularmente, para los investigadores más jóvenes que son el futuro de la ciencia argentina”.
En el piso 11 de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), el científico que en la anterior movilización le entregó con colegas un petitorio a Salamone, explicó en una recorrida por los laboratorios del ex Centro Nacional de Referencia para Sida cuánto cuesta sostener los servicios que ahí se brindan y los proyectos que impulsan con colegas del exterior.
Un presupuesto de apenas algo más de medio millón de pesos ahí no alcanza para reparar el láser de un equipo que deja de funcionar, un freezer de -70°C que se rompió o el filtro de una toma de aire para que los virus que manipulan en un ambiente controlado no se escapen al exterior. Son reparaciones que pueden costar miles de dólares o unos cientos de miles de pesos. A través de los servicios que brindan a coberturas, el sistema sanitario o la industria farmacéutica, cubren parte de esos valores, pero no todo.
“Lo que necesitamos en lo inmediato es una señal, un presupuesto que nos permita funcionar. Hoy por hoy, el Conicet está absolutamente desfinanciado”, insistió Geffner. “Está parado el ingreso de los becarios, lo que no es para engrosar el sistema, sino para mantener un número constante de investigadores por el movimiento de trabajo en los laboratorios”, dijo.
La publicación de los resultados de las 1300 becas doctorales y las 300 becas de finalización de doctorado anunciadas por el Directorio del Conicet, con inicio este 1° de abril, es uno de los principales reclamos. Las asignaciones debían conocerse el 12 del mes pasado; a los cuatro días, el directorio comunicó que se haría una vez que se conociera el presupuesto del organismo para este año. Los investigadores piden que sean más de unos $200.000 millones prorrogados de 2023 porque, según argumentan, “eso alcanzaría solo hasta junio para garantizar su funcionamiento”.
Sin embargo, no es la primera vez que el año comienza sin que el Congreso haya aprobado el presupuesto nacional: en 2022, el Directorio, con fuerte impronta oficialista, igual publicó las becas.
Ayer, el Directorio informó que las becas se publicarán antes de fin de mes. Mientras que las 300 becas de finalización de doctorado comenzarán en abril, de las 1300 becas doctorales están garantizadas 600 “en una primera instancia”. Empezarán en agosto. No se resolvió, sin embargo, el congelamiento de las promociones en las carreras científicas.
Salamone había anticipado a LA NACIÓN que habrá becas. “Se pospusieron por la crisis que está pasando el país. Se habían anunciado [a partir de julio del año pasado] un gran número de becas y estamos viendo si podemos atenderlo o si vamos a tener que ir a un esquema en que algunas se van a retrasar un poco –detalló–. Hay un cierto desorden y, más allá de las de doctorado y de postdoctorado, hay una suerte de becas puente, que a veces complican porque es una cantidad importante. Insisto: es una situación de crisis en la cual el Estado está tratando de adecuarse a las necesidades”.
Desde la secretaría, reforzaron: “La ciencia va a continuar recibiendo financiamiento para llevar adelante sus proyectos, aún en el marco de la desafiante realidad macroeconómica heredada de la anterior administración. Habrá una actualización de los valores de referencia para el ecosistema en el marco de un nuevo presupuesto 2024. Por el momento, se toma de referencia el presupuesto 2023, que es el que está vigente para toda la administración pública nacional”.
La preocupación alcanza también al personal administrativo de los laboratorios, con años de antigüedad y renovaciones eternas de contratos. Hubo cerca de 50 desvinculaciones.
El presupuesto del Conicet cubre una parte del presupuesto de sus laboratorios y no es nuevo. “Los institutos no podrían estar funcionando si no fuera por los servicios que prestan y la colaboración con centros del exterior o convenios con empresas locales y extranjeras. Necesitamos una inyección presupuestaria –dijo Geffner–. Después, tenemos cuestiones por corregir y bienvenido sea.”
Estos problemas siempre existieron, más allá de mejores o peores momentos, sin una estrategia de desarrollo con valor para la población, de acuerdo con una radiografía del sistema. Las dificultades estos años con las importaciones y la inflación paralizaron laboratorios, con insumos más caros que en el resto de América Latina. No se asignó el 1% del PBI a pesar de las promesas políticas. En 2021, el Congreso convirtió en ley el aumento progresivo del presupuesto nacional para ciencia y tecnología: recién se llegaría en 2032.
Abril Marcolongo es estudiante de ciencias biológicas de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA y está a cargo de una comisión de difusión de becarios, que reclaman por la publicación de los resultados. Ella se había presentado a una beca doctoral para preservar flamencos regionales y conservar humedales. “Es un proyecto que todavía no existe: los flamencos serían una especie de paraguas y, al conservarlos, vamos a conservar todo el ecosistema –detalló–. Necesito saber el resultado [de la beca] porque, si no, necesito activar opciones. Estoy desempleada y, la realidad, es que no hay muchas opciones para encontrar trabajo en biología”.
La beca doctoral del Conicet es de unos $612.000 por mes y los becarios solo pueden sumar un cargo simple de docencia. La de finalización de doctorado se otorga por dos años más si es necesario y están las posdoctorales.
Entre la pasión y los obstáculos
Luciana Balboa es bióloga y, con sus colegas, están “muy acostumbrados a trabajar en condiciones precarias”. Aún así, como tantos argentinos, no paran. “Nos apasiona seguir buscando respuestas –contó–. Hay muchas cuestiones que obstaculizan nuestra tarea: trabajo en el área biomédica con muchos insumos del exterior, reactivos que no se producen acá. Esto se hace a través de un sistema de compras y, sin autoridades en algunas áreas de la agencia I+D+i, no las pueden autorizar”.
Tiene subsidios asignados para proyectos en curso. “Se me terminaron los fondos y necesito que me habiliten la próxima partida. Estoy haciendo las compras mínimas que necesito con una partida de 2020. Cuando se termine, no sé qué haré”, dijo.
Los problemas con los insumos no son nuevos. Por las trabas en las importaciones en el Gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, se demoraban por la espera de la autorización para comprar en divisa extranjera. “A mí me partía el alma ver el mal uso del dinero público porque si me lo pagaban cuando lo pedía, el valor en pesos iba a ser otro: era mucho más caro solo por la demora en la gestión administrativa”, recordó Balboa.
Ella investiga los mecanismos de defensa humanos contra la bacteria (bacilo de Koch) de la tuberculosis. “Estamos buscando los que mejoren la respuesta [inmunológica] para potenciar el tratamiento con antibióticos; que sea más corto y que los pacientes lo puedan completar –resumió–. Queremos entender por qué la vacuna [BCG] va perdiendo eficacia en adultos y adolescentes para mejorar su capacidad protectora”.
Directores de institutos coinciden en que los más jóvenes que están aprovechando las oportunidades de formación que se ofrecen en el exterior están empezando a quedarse por la incertidumbre local y las buenas condiciones afuera. Sobre todo, en Estados Unidos, Canadá y Europa.
La Argentina, para Fernando Erra Díaz, investigador asistente en el Inbirs, no puede perder por los vaivenes de la política su cultura académica. “Eso es algo muy valioso afuera”, contó.
El año pasado finalizó su posdoctorado, que completó entre el Laboratorio Jackson de Medicina Genómica, en Estados Unidos, y el Inbirs. “Si la pregunta es qué necesitamos para darle aire a esa capacidad, la respuesta es que se vuelque en proyectos innovadores. El sistema también tiene que plantearse si la Argentina puede seguir jugando el juego como las grandes potencias, publicar masivamente artículos y que ese sea el objetivo o tiene que apostar a una ciencia más disruptiva, más creativa, y que el fin sea financiar los proyectos que sean realmente innovadores y no que contribuyan poco. Necesitamos poder explotar esa creatividad que tenemos y eso, creo, es una falla de la que tenemos que hacer un mea culpa”.
A diferencia de los países que, para Erra Díaz, pueden sostener una investigación más conservadora. “Argentina tiene que hacer ciencia disruptiva, de alto riesgo, que en 10 años le permita tener líneas de investigación sumamente estratégicas, pero no solo para el país. La ciencia es universal y hay que tender a la universalidad del conocimiento que genera. Hay que poder aportarle al mundo algo que sea único, como tienen otros países y como la Argentina lo supo tener”.
Pluralidad y debate
Valeria Levi, vicedecana de Exactas e investigadora principal del Conicet, afirmó que “todo se ha vuelto catastrófico” y que, a diferencia de Salamone, no es porque no hay dinero.
“Nuestro día a día es caótico –definió–. Se está recortando absolutamente todo. No tenemos fondos para comprar insumos. No tenemos los mínimos recursos para mantener el trabajo. En el laboratorio, hay investigadores que están pagando de su bolsillo para no paralizarlo. Tenemos conflictos institucionales y falta de autoridades en posiciones claves que determinan que estemos en parálisis. El estado de Conicet es gravísimo. Es la primera vez que recuerde en mi carrera que no hay información sobre las becas”.
La impronta kirchnerista a la que quedó atado el Conicet no coincide con la pluralidad entre su personal y esto es así aún en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, donde Alberto Fernández recibió “el apoyo de la comunidad científica” en un acto de campaña de 2019 o un grupo escenificó el año pasado la distopía libertaria en un aula días antes del balotaje. Un auditorio repleto celebró hace cinco años cuando Fernández, precandidato presidencial por el Frente de Todos, le envió un mensaje a Sandra Pitta, investigadora independiente en el Instituto de Micología y Botánica (Inmibo) de esa facultad: “No tengas miedo. Te prometo que te voy a cuidar como a todos ellos porque vos valés mucho igual que todos ellos”. Para ella, fue un escrache.
Cuando Milei dijo que cerraría el organismo, Pitta, excandidata a diputada nacional por Juntos por el Cambio, lanzó: “En los últimos cuatro años, el Conicet apareció como si fuera un nido de ñoquis kirchneristas y lo que ocurrió es que se partidizó al organismo y se pensó que todos los investigadores éramos kirchneristas. No se conoce muy bien cómo funciona el sistema, porque no se escuchaban voces disidentes”.
Ahora, la autora de El Conicet, la otra cara del relato, agregó que percibe que faltan certezas e información. “Es entendible porque el candidato dijo que lo iba a cerrar y después se desdijo, como en tantas otras cosas. Eso agranda la incertidumbre –dijo a LA NACIÓN–. El doctor Salamone está trabajando para que el Conicet funcione. Otros años ni siquiera hubo llamados a Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICT). No es la primera vez que ocurre”.
No se refiere solo a que en 2021 no hubo convocatoria a becas, sino también en 2010, según consta en su libro.
Otra voz potente, pero identificada con el kirchnerismo, es la de Andrea Gamarnik, jefa del Laboratorio de Virología Molecular del Instituto Leloir. Compartió el diagnóstico. “Hay mucha preocupación por lo que está pasando en el mundo científico. La incertidumbre es lo peor. Yo creo que la gente más capaz se va a ir del país porque hay mucha demanda internacional. El futuro del país se tiene que basar en la ciencia porque puede dar respuestas a las crisis –sostuvo–. Me parece que es todo una improvisación. En este momento, no hay un plan.”
Opinó que la demora en la publicación de las becas “trastoca el sistema” y refirió que los asuntos administrativos frenados por falta de firmas afectan la tarea diaria de los laboratorios. “Si en un par de meses esto no se resuelve, los equipos se van a disolver –evaluó–. El impacto puede ser muy destructivo.”
Leandro Díaz, investigador asistente en el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera, coincidió. “Hay una preocupación muy grande por esta rueda que funcionaba de cierta manera, con problemas, pero funcionaba. Es preocupante sobre todo para las personas que están estudiando”, dijo el climatólogo.
Balboa resumió lo que perciben otros tantos colegas. “Se nos puso en un rol como si cobráramos mientras otros pasan hambre, como si estuviéramos haciendo un usufructo de los impuestos que todos pagamos –planteó–. Siento que hago un servicio y me deslomo y considero que es una inversión necesaria para el país. Necesitamos lograr estabilidad y que sea en el tiempo. El color político va a ir cambiando, por lo que aquella otra visión de política pública es en la que tenemos que estar todos de acuerdo. Tenemos que sobrevolar a los partidos políticos y si voto a uno u a otro candidato. En el terreno científico debe primar la evidencia científica. Quienes hacemos ciencia sabemos cómo se valida y eso no tiene nada que ver con el partidismo. Hay que ir por ahí y por un sistema [científico] duradero y soberano”.
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