Benjamin Munuce, de 13 años, está a punto de empezar a comer con su familia, cuando el bip de un celular los interrumpe. Él se levanta y todos lo observan con desaprobación. "Tengo que mantener el fuego", se excusa. Se están por cumplir las 24 horas desde su último intercambio de Snap (así se llama el envío de imágenes en la aplicación) con su amigo Geronimo y tiene que mandarle otro para "mantener la racha", es decir para que esa llama que aparece en la pantalla no se apague. Snapchat volvió a la escena y su auge entre los más chicos tiene una explicación clara: es un territorio libre de adultos.
Con sus innumerables posibilidades lúdicas, como los filtros de realidad aumentada y la personalización de fotos y videos, esta plataforma de mensajería para teléfonos inteligentes, lejos de haber desaparecido como podía creerse, hoy se ubica como una de las favoritas entre los preadolescentes.
Los datos aportados por el portal de estadísticas Statista muestran que durante el 2018 hubo un descenso en el número de usuarios: pasó de 191 a 186 millones diarios. Fue a partir del 2019 que comenzó el repunte. Hacia fines de año, sumando la incorporación de nuevos usuarios, se llegó a los 218 millones por día, con indicios de seguir creciendo en el 2020. "Ya en marzo del año pasado, esta app alcanzaba al 90 por ciento de los jóvenes de entre 13 y 24 años que viven en los Estados Unidos", dice la especialista en contenidos digitales Mercedes Azcona.
Si bien no figuran datos específicos de cada país, la plataforma volvió a ser tendencia mundial y, según afirman los expertos y los mismos chicos, la Argentina no es la excepción.
¿Qué es lo que hace que los chicos sigan eligiendo esta plataforma? Para Azcona, los ellos buscan cada vez más experiencias digitales relajadas y eso es lo que Snapchat garantiza. "Cada red social tiene diferentes usos. Instagram se fue convirtiendo en una red de construcción de la reputación de una persona en línea, por eso aquí los usuarios son más cuidadosos a la hora de publicar. En Snapchat, que fue pionera en el formato de "historias" y en el uso de filtros de realidad aumentada, el foco no está puesto en generar contenido masivo ni en acumular la mayor cantidad de likes, porque no existen, sino en tener interacciones personales con amigos y conocidos", dice la especialista.
Y agrega: "A su vez, ofrece mayores niveles de privacidad que otras redes, ya que los usuarios son notificados cuando alguien realiza una captura de pantalla de sus fotos. El hecho de que los contenidos que se intercambian en las conversaciones sean perecederos [la app permite elegir un tiempo de vida limitado para las fotos que va de uno a diez segundos con un máximo de 24 horas] la convierte en una de las plataformas favoritas para los chicos".
Una imagen de la cara bronceada de Carmen Bazterrica, de 13 años, sacando la lengua. Un recuerdo del verde paisaje montañoso en Mendoza. Una posando junto a su padre en el auto con dos grandes orejas de conejo que parecen querer escaparse de la foto. Estos son algunos de los tantos momentos del día que ella congeló y compartió con sus contactos en Snapchat.
"Me divierte estar al tanto con mis amigos de lo que hacemos. A mi círculo íntimo le mando hasta cuando estoy enferma y haciendo caras ridículas, total las fotos desaparecen. Eso sí, en el grupo de chat del colegio, no podría subir una desarreglada, solo las editadas con filtros. Lo mismo en Instagram, donde solo publico en las que salgo linda", dice Carmen.
A mi círculo íntimo le mando hasta cuando estoy enferma y con caras ridículas, total desaparecen
Un territorio desconocido para los padres
¿Así que tenés Snapchat?, pregunta Matías Semelis a su hija Delfina, de 11 años, que según dice, se sumó hace un año atrás, tras descubrir la plataforma una tarde de "sesión de fotos graciosas" en la casa de una amiga.
Como Matías, muchos padres, al no ser usuarios, desconocen las interacciones que sus hijos llevan en esta red social.
"Al no ser percibida como problemática, Snapchat desaparece de la agenda mediática y del monitoreo de los adultos. Es un caso curioso, porque está como invisibilizada. Los mayores no la supieron entender y la subestiman. Los preadolescentes, de este modo, hallaron ahí una tierra liberada que escapa de su presencia y de su control", explica Carolina Duek, investigadora del Conicet y de Flacso, que lleva adelante estudios cualitativos en este tema.
En esa misma línea, Roxana Morduchowicz, doctora en Comunicación, especializada en cultura juvenil y consultora de Unesco sobre estos temas agrega: "Las aplicaciones van mutando pero lo que no cambia es el deseo de los chicos a estar en una red social. En la Argentina 9 de cada 10 adolescentes de 13 a 17 años usan alguna y para el caso de los chicos de 10 a 12 años (por debajo de la edad mínima permitida, es decir 13 años), 6 de cada 10. Para la mayoría de los adultos se trata de una red difícil de manipular y se incorporaron a Facebook. Los chicos quieren huir de su control virtual. Por eso migran a otras redes".
En tiempos donde el mundo virtual atraviesa las fronteras de la vida privada, Morduchowicz sugiere: "Hoy los padres deberían preguntarle a sus hijos además de cómo les fue en la escuela, qué fue lo que hicieron en Internet. Conversar sobre quienes fueron las personas con las que se comunicaron en las redes o sobre lo que aprendieron ese día en el mundo digital, deberían incorporarse como temas en las charlas. Eso sí, sin invadir su privacidad".
A Juan Hernández, de 12 años, sus amigos lo llaman "detective". Según dice, le gusta rastrear los movimientos de sus amigos a través de Snapchat, que muestra en la forma de un mapa la localización de los usuarios. "Me interesa saber qué hacen mis amigos. Ahora Joaco está en auto por el centro. Y Cami está en la playa de Pinamar. Yo cuando no quiero que sepan mi ubicación me pongo en 'modo fantasma'. Nunca me llamó la atención Instagram ni Facebook", dice, sin escaparle la vista a la aplicación que tiene abierta en el celular.
Para Tomás Balmaceda, periodista especializado en tecnología, la migración de baby boomers y millennials a Instagram dejó a los preadolescentes sin una red social en donde se sintieran libres y sin el escrutinio de los mayores. "Mientras TikTok crece entre centennials, los más chicos parecen disfrutar de Snapchat, que en el caso de la Argentina es casi una exclusividad de este nicho. Creo que algunos de sus códigos como el ritual del 'fueguito' y los contenidos efímeros responden al éxito que tiene en este sector demográfico".
"En línea con su audiencia joven, tanto Instagram como Snapchat están llevando adelante iniciativas de salud mental contra la depresión, el bullying, las autolesiones y los trastornos alimenticios. Por ejemplo, ofrecen recursos diseñados por expertos si detectan alguna palabra clave relacionada a estos tópicos en una publicación. Instagram incorporó la posibilidad de compartir contenidos solo con los 'mejores amigos' y en algunas cuentas ya están haciendo pruebas para ocultar la cantidad de likes en las publicaciones, una métrica que suele ejercer presión en los adolescentes. Este tipo de prácticas digitales son valoradas por sus usuarios y Snapchat lo entendió", argumenta Azcona.
Catalina Munuce, de 16 años, tiene la app desde el 2016, pero hacía meses que no entraba desde que las fotos de sus amigos con filtros de viejo y de niño comenzaron a circular por WhatsApp. Se trataba de una nueva incorporación de Snapchat, que en poco tiempo desbordó las redes sociales. "Fue entonces que entré para descubrir cómo se vería mi cara cuando fuera mayor y ahora mantengo fueguitos con muchos de mis amigos. Con uno de ellos por ejemplo tengo tres. Cuantos más días consecutivos sigas el chat, más fuegos tenés y eso te hace más crack", dice entre risas.
En la era del consumo, cada vez más las aplicaciones buscan estrategias para promover un uso compulsivo de parte de sus usuarios. Según la especialista Susana Kuras Mauer, que integra la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (Apdeba), los "fueguitos" son un artilugio que incita a la dinámica de no frenar: "Para que no se extingan, hay que estar siempre ahí, adherido a la pantalla del celular. Este mecanismo que nunca termina de saciarse subyace a todos los comportamientos adictivos que tanto nos preocupan. Por eso es importante que los padres fomenten un uso responsable de las tecnologías".
Cualquiera que descubra a Maite Noguerol, de 13 años, riéndose frente a la pantalla sabría que está usando la plataforma del fantasmita. "Me encanta mandarme videos tontos con mis amigas y guardar fotos en el carrete para que en un año me aparezcan como flashbacks. ¿En qué momentos uso la app? Todo el tiempo. Cuando me voy a dormir. Antes de subir una foto a Instagram, la edito en Snapchat. Cuando voy a algún lado lo comparto con mis amigas y, cuando nos juntamos, les mandamos fotos al grupo que tenemos con los de la camada del cole", dice.
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