En Jacinto Arauz, una localidad calma de La Pampa donde René Favaloro trabajó como médico rural, Fernando Hernández y Patricia Giaconi elaboran un producto multipremiado
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La ruta 35 cruza La Pampa de hito a hito. Es posible ver en su traza todos sus paisajes y una sucesión de pueblos que acompañan un mapa productivo y pintoresco, desde el norte en el límite con Córdoba, sigue hacia la capital provincial y al sur se pierde en una recta melancólica que cruza hasta la provincia de Buenos Aires hasta llegar a Bahía Blanca. Justo antes está Jacinto Arauz, un pueblo calmo donde se hace la mejor cerveza artesanal pampeana. “Vienen de pueblos vecinos a buscarla, nos llena de orgullo”, afirma Fernando Hernández, creador junto a su esposa de Meridiano V, una cerveza de frontera que se convirtió en un ícono de este pueblo conocido por el legado que dejó René Favaloro.
Mutipremiada y elogiada, hacen 120.000 litros al año en una fábrica donde tienen un tap room que abrieron en 2019, por la demanda de un pueblo que necesitaba un espacio para disfrutar de su cerveza. Abren solo los viernes. “Se ha convertido en el punto de encuentro del pueblo –asegura Hernández–. No podemos abrir más días, queremos darle a la cerveza un lugar protagónico”.
La línea que hacen tiene un fuerte anclaje en lo local, entre sus cervezas hay una que se destaca: “René”, en homenaje a Favaloro, quien estuvo 12 años en el pueblo como médico rural dejando una marca profunda. “Su presencia aún se siente a diario, todos tienen una anécdota con él, fue una gran persona”, dice Hernández.
“René es una cerveza que tiene 12 meses de barrica en roble americano”, cuenta Hernández. Es una Barley Wine, una cerveza que tiene poder de guarda, baja carbonatación y algo más alcohólica que las normales: 14 grados. “Es una premium, de estilo inglés, un vino de cebada con notas a vainillas, coco y con un fondo ajerezado”, describe Hernández. Única, y especial. “Es un postre”, resume en un concepto este producto que obtuvo medalla de Plata en 2019 y 2020 en la Copa Argentina de Cervezas. Para este invierno preparan una tirada de “René” de solo 300 botellas de un lote que tiene cuatro años de estacionamiento. La etiqueta tiene un diseño muy original, como toda la línea. Simula un electrocardiograma, con un corazón rojo debajo del nombre del cardiólogo.
No es normal ver una cerveza estacionada en barrica, se necesita paciencia y templanza para esperar la mejor versión de un producto, vivir en un pueblo tiene esa fortaleza: “Hay más tiempo y tranquilidad, podés trabajar más relajado –afirma Hernández–. El pueblo puede tomar la cerveza de su ídolo máximo, nos llena de orgullo”.
Hasta la llegada de Meridiano V no existía en Jacinto Aráuz un producto que resumiera su identidad. En la fábrica descansan al lado de inmensos toneles de metal, las barricas de “René”. Todo tiene el orden y la limpieza de un espacio donde nada está librado al azar. “Ponemos la prioridad en la calidad”, cuenta.
Los lúpulos que utilizan son de Estados Unidos, Alemania y República Checa, las maltas, algunas nacionales, de Chile y Bélgica. “El 10% de lo que producimos, lo vendemos en Jacinto Arauz”, enfatiza Hernández. Lo demás, en toda La Pampa y algunos puntos de venta de la provincia de Buenos Aires. “Nos piden más, y el próximo paso es agrandar la fábrica para producir más”, cuenta Hernández.
Una historia de amor
La historia del Fernando Hernández y Patricia Giaconi es una de amor, y de regreso a los orígenes, a la pequeña escala por sobre la grande. “Fue una elección volver al pueblo”, asegura Hernández. “Acá me siento libre”, agrega Giaconi. Ambos hicieron una elección: abandonar una ciudad grande como Bahía Blanca, donde estudiaron y se recibieron, él en computación y ella farmacéutica, y anclar sus sueños en un terruño más amigable. “No hay apuros, y en un día tenés tiempo para todo”, dice Giaconi.
En 2009 Hernández probó sus primeras cervezas artesanales en un bar en la ciudad bonaerense. Allí se reunían los fabricantes caseros e intercambiaban experiencias y saberes. “Era muy raro en aquel año hacer cerveza, todavía no existía la moda”, afirma Hernández. Comenzó a cocinar en esos años. En 2011 hicieron el cambio de vida. Ella nació en General Roca (Neuquén), pero optaron por Arauz, el pago chico pampeano de Fernando. La cerveza de garaje pronto ganó fama y en el pueblo comenzaron a demandarle más cantidad y calidad. Aceptaron el desafío. “Es la cerveza del pueblo”, manifiesta Hernández.
“En 2015 hicimos la fábrica, y para 2016 ya dejamos nuestros trabajos y nos dedicamos ciento por ciento a la cerveza –cuenta Hernández–. En La Pampa estaba poco desarrollada la cervecería artesanal”.
En 2017 abrieron en Santa Rosa el primer bar de cerveza artesanal multimarca “Bruselas” (aún vigente) donde no solo pudieron imponer Meridiano V, sino que le dieron espacio a las demás cervezas que se producen en La Pampa y marcas artesanales de todo el país. Mientras tanto, en Arauz los vecinos querían tener beneficios, y en 2019 abrieron un Tap Room en la fábrica. “Desde ahí no hemos parado de crecer”, sostiene Hernández.
“El mostrador es del año 30″, señala el casi centenario mueble que oficia de altar, y que se presta como barra en el centro del salón. “Fue del almacén de ramos generales de mi abuelo”, sostiene Hernández. El proyecto del matrimonio se sostiene en pilares sólidos. El Tap Room tiene el diseño de un espacio urbano, que podría estar en cualquier capital del mundo, pero en todo momento hay señales que vuelven la atención a Jacinto Arauz.
La gastronomía se base en tapas y alguna focaccia. “Los quesos y fiambres pampeanos son muy buenos y no tienen que envidiarle nada a los de cualquier región del país”, reafirma. El espíritu familiar domina la propuesta. “Se pueden traer la comida de su casa y comerla acá, no tenemos drama”, cuenta Giaconi.
La consagración llegó en 2019 y 2020 cuando obtuvieron aquellos premios. “Nos puso en el mapa. De alguna manera estar en un pueblo pequeño te hace ser más creativo”, dice Hernández. De aquí nació la innovadora manera de presentar cervezas con estilos bien diferenciados (hacen más de 14 variedades) con nombres asociados a la cultura local, como la “Toro y Pampa”, una robust porter, “Bolseros”, american wheat, “Arauz Rock” IPA y “Alien Abduction”.
“Dicen que se ven ovnis”, sostiene Hernández, para justificar el nombre de una de sus cervezas más festejadas. Jacinto Arauz tiene una intensa actividad ufóloga, habitantes del ejido rural y algunos del propio pueblo dicen ver luces en el cielo. Un caso llamó la atención en noviembre de 2021. Una mujer que vive a 15 kilómetros del centro, salió a caminar y no regresó a su casa. El marido realizó la denuncia en la policía, y misteriosamente apareció en un pueblo a 60 kilómetros, 24 horas después. En aquel momento dijo que una luz la había llevado, y que no recordaba más nda. Su teléfono perdió conexión y los perros policiales daban vuelta alrededor de la casa sin poder hallar un rastro. El caso resonó en todos los medios nacionales.
“Meridiano V” es además el portal de entrada para que las nuevas generaciones conozcan la historia de un pueblo que está atravesado por la presencia de René Favaloro, con su Museo del Médico Rural. “Fue una persona extremadamente generosa”, asume Hernández. Aquí estuvo 12 años (1950/1962), junto a su hermano Juan José, también médico. Fundaron un Centro Asistencial con más de 20 camas, sala de cirugía y un banco de sangre. El resultado fue exitoso: en pocos años bajaron la mortalidad infantil, desnutrición, afecciones cardíacas e infecciones postparto. Muchos de sus trabajos los hacían gratis.
“En Jacinto Arauz aprendí el profundo sentido social de la vida. Sin compromiso social, mejor no vivir”, declaró el cardiólogo en la Revista Gente en 1999. A partir de su experiencia en este pueblo, decidió irse a Estados Unidos a perfeccionarse y, el 9 de mayo de 1967, operó con su técnica de “bypass” por primera vez, cambiando para siempre la historia de la medicina moderna.
“Nunca dimos pasos acelerados, siempre lentos pero constantes”, se define Hernández. Meridiano V es un nombre mítico, se origina en la línea limítrofe que separa La Pampa con Buenos Aires, un camino de tierra que corta el mapa, un Ecuador vertical que une dos provincias. “Estamos preparados para seguir creciendo, sin perder lo artesanal”, asegura Hernández y apunta al turismo. “La Pampa tiene destinos muy interesantes”, dice. Pone el foco en la gastronomía y el paisaje. “El monte pampeano es hermoso”, cuenta.
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