Las claves de la ciudad que hoy lidera un cambio de paradigma ecológico en la región
LA NACION entrevistó a Jaime Pumarejo, alcalde de Barranquilla, en el marco del Encuentro Regional de Biodiverciudades realizado este lunes en Ushuaia
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Barranquilla es una ciudad ubicada en el norte colombiano, en la esquina donde el río Magdalena se encuentra con el Caribe. Allí viven más de un millón de habitantes que conviven con numerosas especies de plantas y animales. Colombia es uno de los países más biodiversos del planeta.
En 2021, con el apoyo de CAF, el Banco de Desarrollo de América Latina, fue sede del primer Encuentro de BiodiverCiudades y desde entonces la ciudad viene consolidándose como líder del cambio de paradigma ecológico en la región.
Este lunes, a un año de ese primer foro, se llevó a cabo en Ushuaia el Encuentro Regional de BiodiverCiudades, que tuvo como objetivo consolidar el concepto —aquellas metrópolis que planifican sus ciudades en armonía con la naturaleza—, compartir experiencias de gestión urbana sostenible y articular la red de ciudades comprometidas con el cuidado del medioambiente. Más de 40 alcaldes e intendentes de distintos puntos de América Latina y el Caribe participaron del encuentro, entre ellos Jaime Pumarejo, alcalde de Barranquilla. LA NACION tuvo la oportunidad de entrevistarlo.
Pumarejo es administrador de sistemas de información por la Universidad de Purdue, Estados Unidos. Tiene 42 años y en 2019 resultó electo como alcalde de Barranquilla. Anteriormente fue secretario de Movilidad y gerente de Desarrollo de Ciudad del mismo distrito. En 2017 fue nombrado ministro de Vivienda, Ciudad y Territorio de Colombia.
—¿De qué forma están trabajando en Barranquilla el cuidado de la biodiversidad?
—Lo primero que hicimos fue planificar: contratamos consultores urbanos de la Universidad de Nueva York, nos juntamos con expertos locales y creamos un plan para los próximos 80 años en el que la calidad de vida estará atada a la biodiversidad y a su apropiación para generar empleo a futuro. Eso implica una nueva manera de ver el mundo, de vivir y de trabajar, que hemos llamado jocosamente “el sueño suramericano”. Desde Barranquilla y Latinoamérica queremos postular una nueva visión del mundo, en donde podemos vivir en armonía con nuestro entorno, utilizar la naturaleza para la ciencia y el desarrollo económico y al mismo tiempo aprovechar nuestros recursos naturales, que abundan en países como Colombia y escasean en otras latitudes del mundo.
—¿Puede mencionar algún proyecto concreto que ejemplifique ese trabajo?
—Detectamos que en la Ciénaga de Mallorquín, la zona con mayores posibilidades ecoturísticas del área, había cuatro o cinco concesiones portuarias en donde se iban a desarrollar puertos de agua profunda. Entonces lo que hicimos fue cambiar la vocación de la ciénaga, un complejo que es bañado por el río Magdalena, el más importante de Colombia, y por el Mar Caribe. Lo cambiamos y estamos construyendo allí un Ecoparque urbano de 1000 hectáreas que tiene playa, ciénaga, río y un increíble complejo manglar, un super árbol porque atrapa mucho más dióxido de carbono que un árbol tradicional. Estamos recuperando toda la ciénaga con microalgas cultivadas dentro de la misma, es decir armamos una solución criolla basada en la misma naturaleza.
Otro proyecto que tenemos es el de los primeros bosques urbanos de la ciudad. Estos son bosques secos tropicales en el corazón de la ciudad con áreas para hacer campamentos, avistamiento de aves y picnics. Y por otro lado, tenemos el programa Todos al parque, un proyecto por el que somos finalistas del Prize por Cities del World Resources Institute. Con este programa hemos recuperado casi 260 parques y lo hemos hecho en conjunto con la comunidad, dejando garantizado su mantenimiento por los próximos 20 años y creando una empresa que se llama Siembra, que tiene un vivero público. Se encarga de sembrar árboles que mantenemos, cuidamos y luego trasladamos cuando tienen más de 3 metros de altura.
—¿Qué significa la noción de trabajar “de abajo hacia arriba” que se escuchó en los discursos de varios de los expositores durante el encuentro?
—Lo que estamos reconociendo en este encuentro es que la política pública de medioambiente se ve muy etérea, muy global, pero localmente no nos la estamos apropiando los ciudadanos que vivimos en las ciudades y somos el problema. Entonces, ¿cómo nos damos cuenta? Por ejemplo, hablando de un tema que no es muy popular: somos demasiados y tener hijos es el mayor acto de inconciencia ambiental. No hay acción que pueda hacer un ciudadano del mundo más ambientalmente sostenible que tener menos hijos de los que tenía planeado tener. Puedes no volar en avión, puedes reciclar todo lo que quieras, pero tener un hijo menos es una acción mayor. Y eso se trabaja en el territorio local.
En segundo lugar, si nos juntamos todos los alcaldes de Latinoamérica, empezamos a ser parte de la conversación y le decimos al mundo que en Latinoamérica queremos hacer las cosas de un modo distinto. Probablemente nuestra visión va a ser tenida en cuenta y no nos van a exigir reducir las emisiones de dióxido de carbono cuando nosotros no somos los grandes emisores que causamos el problema.
—Como líder de una ciudad pionera en el cuidado de la biodiversidad, ¿cómo ve a la Argentina en la materia?
—La Argentina es un país con grandes potenciales ecoturísticos que ya los utiliza. Por ejemplo, Ushuaia es una biodiverciudad, pero hay que aprender a preservarla y a exponenciarla. Buenos Aires tiene unos bosques urbanos, unos parques y un arbolado urbano increíbles, lo que se necesita es aprender a potencializar y entender, mediante la ciencia, que la naturaleza nos tiene que dar la posibilidad de generar riquezas a futuro, que haya oportunidades no solo de esparcimiento sino que de allí salgan las soluciones científicas que ayuden a mejorar la calidad de vida, la salud y el empleo. Esa es la gran oportunidad.
—¿Cuáles son las tres características de una ciudad biodiversa?
—Tener una alta biodiversidad de entrada no es una característica necesaria para ser una biodiverciudad. Lo más importante es querer, con una voluntad colectiva, apropiarse del medioambiente que nos rodea y tener una hoja de ruta donde eso sea cada día más importante. Además, que el gobierno ayude a que sus jóvenes cambien los paradigmas y aprendan que lo que viene a futuro es cuidar y preservar el entorno. Si nosotros educamos ciudadanos que entiendan que sus acciones tienen repercusiones en el campo, en el medio ambiente, en el río y en el mar, poco a poco esos habitantes van a cambiar sus patrones de consumo y comportamiento. Se trata de trazar una ruta y apropiarte de tu territorio.
—¿Cómo reciben los ciudadanos este cambio de paradigma?
—Al principio muchos me tildaron de loco cuando empecé a hablar de biodiverciudad, pero nos dimos cuenta de que hay una conciencia ambiental generalizada. Es decir, sabemos que hay un problema porque somos los que más lo sufrimos. Por ejemplo, hoy Barranquilla está viviendo la mayor época de lluvias de la historia y eso es producto del cambio climático. Hay un entendimiento social de que hay que hacer algo y para eso lo más importante es educar a través de la cultura ciudadana, los colegios, los programas de reciclaje, que siempre van enfocados a los jóvenes y luego van escalando. Hasta el momento no me he encontrado a una sola persona que critique la dirección que ha tomado Barranquilla de convertirse en una ciudad verde.
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