Temporada: inquietud por el posible avance sobre los locales nocturnos en la costa
MAR DEL PLATA.– Es algo más que un rumor lo que da vueltas. Lo admiten en los gobiernos nacional y provincial, como publicó ayerLA NACIÓN. Los casos de coronavirus están en alza en la Capital, la provincia y muy en particular en los centros de veraneo de la costa, apuntados ahora como el foco donde se puede gestar una ola de contagios más grave. Y la primera medida que evalúan funcionarios y asesores sanitarios es una restricción dura y contundente a la dinámica de la nocturnidad. En principio en el frente de playas, con chances de ampliarse allí donde el escenario sea considerado de riesgo.
El solo hecho de escuchar esa posibilidad preocupa y estremece a comerciantes y prestadores de servicios vinculados a toda actividad que esté más allá de la luz diurna. Abarca desde la gastronomía hasta los espacios de recreación y entretenimiento, incluidos bares y boliches bailables.
"Se creen que el virus solo anda de noche y no de día", advierte Federico Goransky, responsable de Bruto y Santa, discotecas y bares en Playa Grande, en esta ciudad. Reconoce que les hace ruido e inquieta este dato de mayores restricciones que circula y crece desde ayer.
Lamentó que cuando la temporada da sus primeros pasos y los turistas llegaron apenas por este fin de semana largo ya aparece una amenaza para la continuidad. "Hay que entender que la gente se va a juntar igual de día, de tarde o de noche", afirmó a LA NACIÓN y remarcó que están buscando alternativas para trabajar ordenados. "Los jóvenes ya están acá, vienen a divertirse y lo mejor es darle una respuesta con lugares habilitados y preparados", remarcó.
Solo en Mar del Plata se denunciaron este fin de semana más de 100 fiestas clandestinas. Tres de cada diez pudieron ser desactivadas por el municipio. Allí parece estar en buena medida la usina del temido rebrote o segunda ola de casos.
Hernán Szkrohal, propietario del local gastronómico Barracuda y referente del sector en la zona céntrica, reconoció que recortar la actividad de 22 a 6, como trascendió, "sería un garrotazo tremendo" para la muy golpeada economía de restaurantes, bares y opciones de nocturnidad, que pasaron buena parte del año sin facturar.
"Lo que se aspira es a que toda actividad nocturna pueda funcionar con respeto de los protocolos vigentes y los correspondientes controles para hacerlos cumplir", explicó. "Recortarnos horario sería un golpe letal después de las inversiones que hemos realizado para poder funcionar", dijo sobre la infraestructura que se agregó en vía pública para poder atender a clientes al aire libre, con menos riesgo de contagio.
Pinamar
El temor atraviesa por igual al conjunto del corredor de balnearios. Martín Yeza , intendente de Pinamar, consideró que antes de suspender actividades hay etapas previas por agotar, como disminuir el cupo de gente a puertas cerradas. Pero resalta que el problema principal no son las actividades con protocolos, sino que, en términos epidemiológicos, el riesgo mayor pasa por las reuniones particulares. "La ciudad se preparó para funcionar a puertas abiertas, sería un grave error cerrar la actividad comercial nocturna", señaló a LA NACIÓN.
También es cierto que hay malestar de los propios comerciantes y prestadores de servicios con quienes no están haciendo las cosas como deberían. "Tenemos que ser conscientes y los locales deben ser muy exigentes con los protocolos, no como en Año Nuevo en UFO Point, que terminó clausurado cuando metieron a cientos de personas", detalló Gustavo Palmer, vocero de la Cámara de Discotecas y Bares de la provincia de Buenos Aires. "Estoy enojado, durante meses le hemos dado la prioridad al diálogo y a la salud, pero hoy hay pares míos a los que les falta el pan en la mesa", dijo al advertir que con cualquier suspensión de una actividad se afectan puestos de trabajo de manera directa. "Solo en Pinamar hay 6000 personas que dependen de los bares", recordó.
Goransky hizo lo propio sobre el impacto y consecuencias de un recorte horario o suspensión de actividades: "Nos invitarían a cerrar y dejar un montón de gente en la calle", dijo.
Palmer en Pinamar y Goransky en esta ciudad coinciden en que cerrar locales que funcionan con protocolos hará florecer la actividad clandestina, que en poco tiempo dio muestras contundentes de su capacidad de brote y multiplicación, más allá de horarios y destino. "Hay que trabajar para eliminarlas y mantener a la gente dentro de lugares habilitados", apuntó el exdueño de Ku, en Pinamar.
Marcelo Ieuzzi, propietario de tres restaurantes en Pinamar y uno en Cariló, afirmó que obligarlos a cerrar "sería el tiro de gracia". "El turista no se va a dormir a las 22, van a empezar las juntadas en las casas, por eso cerrar los locales habilitados no es la solución", insistió, preocupado también porque este podría ser el último mes del Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP) que implementa el Gobierno para cubrir los sueldos del sector.
"Hace cuatro meses que nos juntamos con las autoridades una vez por semana para pensar protocolos y ahora va un mes de temporada y se está hablando del cierre, no puede ser", se quejó Esteban Fontana, titular del bar Morena, sobre la Avenida Bunge. Recordó que invirtió en ampliar instalaciones para atender al aire libre, lo que implicó sumar personal. "Yo no sé si tendría resto para aguantar", anticipó, muy preocupado por lo que pueda venir.
La ciudad
Por la Capital, donde la misma amenaza sobrevuela para la gastronomía y entretenimiento nocturno, asoma al menos una voz de calma. Fuentes del gobierno porteño afirmaron a LA NACIÓN que no planean restricciones a la actividad nocturna. Al menos en lo inmediato, aunque la cantidad de casos diarios de coronavirus subió de 1400 a 2200 en una semana.
"Se pidió no ver la foto actual, sino un panorama más amplio, de 15 a 20 días", afirmó una fuente de acceso cercano al encuentro que mantuvieron Horacio Rodríguez Larreta, el presidente Alberto Fernández, y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof. En principio se esperaría a una próxima reunión con los mismos protagonistas, entre el 8 y 10 próximos, para analizar la curva de casos y posibles ajustes. "Antes de esa fecha es poco probable que se anuncien restricciones", indicaron las fuentes.
Los comerciantes sostienen que una medida de esas características significaría un nuevo sacudón para una actividad ya golpeada. "Se está trabajando relativamente bien y un retroceso sería mortal, catastrófico para nosotros", alertó Gustavo Levinson, secretario General de la Asociación de Propietarios de Pizzerías y Casas de Empanadas (Appyce).
"Los protocolos están funcionando bien: a un 30% el salón, veredas y calles, donde está permitido dar servicio, y patios y terrazas en los locales que las tienen", puntualizó Levinson. Dio seguridad de cumplimiento de protocolos en los locales del ramo. "El cliente se está adaptando muy bien", acotó.
Desde la Cámara de Cerveceros Artesanales de la Argentina consideraron que un cierre de la actividad, al menos parcial, pondría en peligro la lenta recuperación económica que se está experimentando en los últimos meses. "No es una posibilidad para nosotros volver atrás porque estuvimos ocho meses parados", sostuvo Juan Manuel González Insfrán, presidente de la entidad.
Hace falta un compromiso social, mayores cuidados y una mejor comunicación para que haya mayores cuidados", agregó el directivo al apuntar mayores responsabilidades a otros lugares abiertos o particulares "donde hay una situación que atender".
Para Julián Díaz, del colectivo gastronómico Acelga, "el problema está en las fiestas clandestinas" y no en los locales donde se puede controlar el ingreso de personas y todo el protocolo. "El problema es la trasnoche, porque en los bares y restaurantes se viene cumpliendo todo muy bien". "La gastronomía viene haciendo las cosas bien, en términos generales hay un alto acatamiento de los protocolos, aunque hubo un primer boom con cierto descontrol al principio, pero que se fue ajustando rápidamente", opinó quien también es propietario de 878, Los Galgos y Roma.
Con la colaboración de Alejandro Horvat y Mauricio Giambartolomei
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