El lugar está en silencio. Solo se escucha como raspa la escoba con la que Gladys barre el piso, que en gran parte es de madera y despide un ruido ácido cuando alguien camina sobre los tablones en mal estado. Al fondo, hay un altar con un armario maltrecho, una de sus puertas está apoyada sobre una pila escombros. Dentro de ese armario se guardaban los rollos de la Torá, que es la ley judía escrita por Moisés luego de que Dios se le revelara en el monte Sinaí. Pero, desde 1994, que el altar de este templo, ubicado en Magallanes 1265, en La Boca, está vacío.
Las paredes del lugar están resquebrajadas. Algunas muestran su esqueleto de ladrillos y otras están pintadas con colores gastados. También hay esvásticas y otros símbolos nazis. Durante años, bajo este techo, que es sagrado para los judíos, hubo fiestas, orgías y recitales que fueron organizadas por skinheads y grupos anarquistas.
Desde la óptica de Shneor Mizrahi, uno de los rabinos de la comunidad Jabad Lubavitch en la Argentina, aquí hubo una batalla entre la luz y la oscuridad. En agosto del año pasado, esta comunidad recuperó el templo tomado. Ahora, se preparan para poner en marcha un ambicioso proyecto de remodelación.
La sinagoga de Magallanes fue construida en 1907. Acá rezaron los primeros inmigrantes judíos europeos que tuvo la Ciudad. Eran de la comunidad ashkenazi, que se asentó originalmente en La Boca y Barracas. Pero a lo largo del siglo pasado esa inmigración se desplazó hacia otros barrios, como Balvanera y Villa Crespo, y el templo fue perdiendo religiosos, hasta que cerró en 1994.
Hace poco más de 20 años, el lugar fue tomado por un hombre que se lo conoce con el alias de "Ramón, el estrellado", apodo que se relaciona con la gran cantidad de estrellas de David que hay en el edificio. Al templo, lo llamaban "Kasa Las Estrellas".
"Ramón, el estrellado", vivió durante dos décadas adentro del templo y organizó las fiestas que para los religiosos fueron un verdadero sacrilegio. El lugar se transformó en uno de culto. Hasta hay revistas armadas por estos grupos en donde los dibujos del templo tienen un lugar central. Fue un punto de encuentro para los fanáticos del punk rock y artistas de la escena underground, pero también contó la visita de músicos muy reconocidos, como Manu Chao.
El 8 de agosto del año pasado, luego de seis años de haber empezado los esfuerzos para recuperarlo, los miembros de la comunidad judía volvieron a ingresar al templo de Magallanes.
"Buenos Aires es una ciudad con un gran patrimonio religioso que se fue tejiendo con el aporte que las distintas comunidades de fe realizan con su presencia real, de labor constante, en convivencia y paz. Celebro la recuperación de estos espacios que nos hablan de la vida espiritual, de la identidad, del encuentro y el diálogo interreligioso tan propio de nuestra ciudad", señaló a LA NACION Federico Pugliese, director de Entidades y Cultos del gobierno de la Ciudad.
Leonardo Mesuraco, de 47 años, es vecino de la zona. Él solía escabullirse en las fiestas de skinheads para comprender cómo las organizaban y ver las cosas que pasaban adentro. "Hace dos años que empecé a infiltrarme en las fiestas. Me metía después de las 3 de la mañana porque ya estaban todos pasados de alcohol y drogas. Aprovechaba ese momento para meterme porque yo, mucha cara de skinhead, no tengo. Esto era un antro, se vendía droga, pasaba de todo".
La imagen de aquel 8 de agosto parecía una de aquellas de 1945: una sinagoga profanada y un rabino que regresaba a colgar, de nuevo, la mezuzá al lado de la puerta de la sinagoga, símbolo judío que representa la vigilancia y el cuidado de Dios sobre la casa y sus habitantes. Adentro, las paredes parecen rendidas ante los 20 años en que estuvo ocupada.
"Este es un momento sencillo, pero profundo y fuerte. Hoy, hace 1951 años, entraron las tropas de Tito al Templo de Jerusalén, profanándolo. Se terminó destruyendo dos días después. Ahí comenzó un exilio de casi 2000 años del pueblo judío. Esto es muy simbólico, que el mismo día que hace 1951 años atrás se entró a profanar el Templo de Jerusalén, en este mismo día, se recupera un templo en la Ciudad de Buenos Aires", dijo ese día Tzvi Grunblatt, director nacional de Jabad Lubavitch Argentina.
Ahora el templo será refaccionado. Acá, además del trabajo duro y constante que Gladys lleva adelante con la escoba, ya sacaron 30 volquetes de basura que habían dejado los okupas, había desde ropa hasta botellas de alcohol.
"Todos los templos, por más pequeños que sean, tienen presencia divina. Para nosotros ver todo esto fue dramático. Este rabino (por Shneor Mizrahi) luchó durante años para recuperarlo. Desde el punto de vista cultural, esto es un sacrilegio. Para nosotros recuperarlo es un acto de reparación histórica. El tempo lo tenemos que dejar como era originalmente", dice el arquitecto Rafael Hugo Salama, de 71 años, que construyó templos en Buenos Aires y en Uruguay y se ofreció ad honórem para reconstruir el templo junto a otros colegas.
Según cuenta Salama, a raíz de contarle a sus familiares este proyecto, se enteró que su propio padre venía a rezar acá. Ahora están trabajando en comunidad para recaudar dinero. El proyecto es ambicioso, no solo quieren restaurar toda la estructura, sino que, además, le agregarán un espacio que hará de museo, otro piso con aulas, habitaciones y hasta una terraza.
"Queremos que la presencia de lo moral vuelva a surgir en el templo. La gente se fue, la comunidad se diluyó y el lugar fue tomado. Ahora estamos en la punta del tiempo de ese pasado y venimos a hacer de estas brasas nuevamente fuego. Para que realmente haya una lluvia de bendiciones. La divinidad está oculta, tenemos que tener un mínimo de santidad para que vuelva la presencia divina", señala Salama. "Una de las cuestiones fundamentales de Jabad es llevar luz a cada rincón del mundo, y ese es el trabajo que se está haciendo acá", agrega Kevin Dahab, otro de los arquitectos que participa del proyecto.
El arquitecto también hace un paralelismo entre la ocupación del templo y la debacle argentina. Cree que en los últimos 30 años hubo una decadencia moral de todos los órdenes. "Tenemos que hacer que vuelvan las bendiciones y la divinidad a la Argentina", agrega Salama.
Por su parte, el rabino Shneor, dice con entusiasmo que siempre lo malo suele ir más rápido que lo bueno, pero que el motor de las personas debe ser buscar la luz. "A veces uno piensa que la fuerza negativa es muy fuerte, pero un solo fósforo ya disipa mucha oscuridad, hay que saber la fuerza que tiene la luz. Ahora, de a poco, la comunidad está regresando", dice mientras el sol entra a través de los vidrios sucios de la cúpula central.
Para enviar donaciones se pueden comunicar al 15-2718-7246, o al teléfono de Jabad Central: 4963-1221.
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