Temple Grandin: "Hoy, Albert Einstein hubiese sido diagnosticado con algún tipo de autismo"
La especialista norteamericana en comportamiento animal, que estuvo en el país, cuenta su lucha para convivir con el trastorno; la detección temprana, el apoyo familiar y la estimulación, las claves
"El autismo es una forma de percibir el mundo", dice Temple Grandin a LA NACION en un hueco de su intensa agenda en su tercera visita a la Argentina. Y lo cuenta con la verdad que se hereda de la experiencia: a los cuatro años fue diagnosticada con síndrome de Asperger, un trastorno del espectro autista, en una época en que la condición era sinónimo de discapacidad.
Hoy, a los 66, otra es su realidad. Reparte su vida entre sus tareas como profesora de comportamiento animal en la Universidad de Colorado y las conferencias que da en distintos lugares del mundo para ayudar a las familias en las que uno de sus miembros convive con algún tipo de autismo.
Con su clásico look ranchero -camisa texana y un cinturón con una gran hebilla metálica-, habla con fluidez sobre dos temas que son su especialidad: el autismo y los animales.
Gracias al apoyo de su madre y de sus maestros, Grandin logró terminar la universidad y convertirse en una referente en el campo del comportamiento animal. Por su condición y su manera de pensar en imágenes, pudo entender y percibir el miedo que sufrían los animales ante cualquier amenaza. Y, así, lo aplicó al diseño de instalaciones para el manejo de ganado que priorizaban el bienestar de los animales. Justamente, eso fue lo que reflejó la película sobre su vida que produjo HBO y que protagonizó Claire Danes en 2010.
La semana pasada, la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA) le entregó el doctorado honoris causa.
-Su madre fue fundamental para ayudarla a superar sus dificultades.
-Sí, ella nunca me sobreprotegió. Además, me guió en mi mayor habilidad: el arte. Desde pequeña, me inculcó estrictas habilidades sociales para contactarme con la gente. Siempre me empujó a hacer cosas nuevas. Lo importante es no sobreproteger a los chicos que tienen este trastorno para que sean independientes.
-¿Cómo definiría el autismo?
-Es una forma de percibir el mundo, un trastorno de la personalidad que puede abarcar desde casos leves hasta otros más graves. [Albert] Einstein no habló hasta los tres años, era solitario y hoy hubiera sido diagnosticado con autismo. El rango puede ir desde genios en informática, como Steve Jobs, hasta compositores, como Mozart. Se caracterizan por su soledad y su compenetración en ciertos temas en los que se destacan de manera brillante, pero en otros puedan ser muy malos.
-¿Cuáles son los primeros recuerdos que tiene de chica?
-Mis problemas para expresarme y para decir lo que necesitaba. Al ser diagnosticada tan pequeña, me empezaron a tratar enseguida. Recuerdo que mi maestra me hablaba lentamente para que la escuchara. Yo pienso en imágenes, y al pasar mis veranos en el campo me daba cuenta de cómo percibían los animales. Eso era algo obvio para mí, y cuando pienso en algo, lo dibujo en mi mente. Creía que todos lo hacían así, pero la mayoría de la gente piensa en palabras, y otros, en modelos matemáticos.
-¿Qué tipo de educación sería la más adecuada en estos casos?
-Los tipos de escuela dependen del grado de autismo. En los casos más severos, deben ir a escuelas especiales, pero en los más leves es un buen desafío asistir a las comunes. Si los maestros conocen las habilidades de estos chicos, deberían proponerles desafíos para que desplieguen lo que saben. Para eso es fundamental exponerlos a todos los temas y experiencias posibles. Así, se puede conocer en qué se destacan. Siempre me pregunté por qué me interesé en el ganado, y fue porque pasé muchos veranos en contacto con él cuando iba al campo.
-¿Qué consejos les daría a las familias con niños autistas?
-Hablar mucho con ellos desde pequeños. El hecho de que los chicos no hablen no quiere decir que sean sordos. Hay que enseñarles a hacer compras, para que aprendan a manejar el dinero. Estimularlos a trabajar desde jóvenes en tareas simples. Cuando yo era adolescente, me encargaba de cuidar los caballos en el campo. Tenía que alimentarlos y bañarlos. Así, tenía una responsabilidad y me obligaba a interactuar con la gente.