"Temo que, por no callarnos, les hagan algo a mis hijos"
Estela Alvarado, madre de la víctima, dijo que el chico ya volvió a trabajar
TRELEW.- Se muestra fuerte, pero bastarán pocos minutos de conversación para que el dolor que arrastra se traduzca en lágrimas. Estela Alvarado, la mamá del menor presuntamente abusado el miércoles último en la comisaría 2a. de esta ciudad, está destrozada.
Y tiene miedo. Pero no por ella, sino por sus hijos, que sean víctimas de represalias. Es que los acusados son policías: cinco están presos; otros cuatro, libres, pero imputados. Por eso, centenares de vecinos acompañaron ayer por la tarde a la familia de Estela en una marcha contra la impunidad, un par de horas después de que ella y su esposo, Fernando Almonacid, fueran recibidos en Rawson por el gobernador, Martín Buzzi, que ante ellos se comprometió a que su administración "no va a parar hasta que se haga justicia".
Estela y Fernando cumplirán 26 años de casados el 10 de febrero. La víctima del caso que conmociona a Chubut es el menor de sus cuatro hijos (los otros, José, de 25; Sebastián, de 23, y Jimena, de 20) y el único que vive en su casa. "Y sí, es el mimado. Yo le digo que es un gigante pequeño", reconoce a LA NACION, en una charla en el despacho de Sergio Rey, el defensor oficial que los asiste desde el primer momento; el chico, con 16 años, ya pasó el metro ochenta.
-¿Cómo se vuelve a la rutina después de lo que pasaron?
-Tratamos en lo posible de volver, lo vamos a superar. Mi marido hoy [por ayer] se reincorporó a su trabajo [es empleado de maestranza en el Sindicato de Comercio de Trelew ] y yo, que limpio por hora en casas de familia, dejé por un tiempo porque hay muchos trámites que hacer. Hoy [por ayer] aportamos dos testigos: un vecino, y el amigo que iba con él y la novia cuando la policía se lo llevó.
-¿Qué sintió al tener frente a usted a los policías acusados de haber abusado de su hijo?
-Los pude mirar porque no les guardo rencor: yo los perdoné, pero no sé si van a recibir el perdón de Dios. No buscamos venganza, ni ninguno en su bronca dijo: «Los voy a matar». Queremos que haya justicia y que se pudran en la cárcel, que vivan lo que vive un preso común, no como esos que están tras las rejas con privilegios.
-Dice que "la vida continúa", pero ¿no tienen miedo?
-Mi hijo no, ya volvió a trabajar en el quiosco. Creo que no alcanza a comprender la gravedad del caso; se maneja solo, no quiere que lo acompañemos. Dice: «¿Por qué voy a tener miedo si yo no hice nada malo?». Está entero, con apoyo psicológico. El infierno que vivió no se lo va a olvidar nunca, pero saldrá adelante porque es muy fuerte y tiene muchos sueños que cumplir.
-¿Y usted?
-Yo no tengo miedo de que me pase algo a mí, porque tengo 46 años y viví todo lo necesario. Tengo miedo de que, en represalia por no quedarnos callados, les hagan algo a mis hijos. Trabajan, andan en la calle... Esto que denunciamos es muy grave. No quiero que los lastimen más.
-¿Su hijo le contó alguna discusión con los imputados?
-Nunca. Mis hijos no tienen antecedentes policiales. Doy fe por los cuatro. Nunca le hicieron mal a nadie, están limpios y claros como el agua. El [el menor] trabaja en el quiosco desde hace un año porque quería tener su plata. Gana 2000 pesos y se compra lo que a él más le gusta: zapatillas. A veces el papá rezonga, pero bueno, para eso trabaja, para comprarse lo que le gusta. Es un chico.
Así, Estela, que lucha contra una depresión que la llevó a estar internada cuatro veces, termina la charla tranquila, ya sin lágrimas.
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