Sus anécdotas más divertidas
Inmenso escritor, Borges fue también un notable repentista, y el humor de sus respuestas es otra muestra de su genio
En una entrevista, en Roma, un periodista trataba de poner en aprietos a Jorge Luis Borges. Como no lo lograba, finalmente probó con algo que le pareció más provocativo: "¿En su país todavía hay caníbales?" "Ya no -contestó aquél-, nos los comimos a todos."
En ese tipo de situaciones, la respuesta a la que apelaba Borges tenía el objetivo de desactivar aprestos polémicos por los que nunca tuvo el menor apasionamiento. Provocaba hilaridad hasta en el confrontador.
Pero el anecdotario borgeano -el más rico y variado de cuantas personalidades uno recuerde- está también hecho de observaciones, ocurrencias y comentarios de singular agudeza.
En ese temperamento, el escritor no rehuía incluso el tener que vérselas con temas difíciles : en plena Guerra de las Malvinas, opinó que "la Argentina e Inglaterra parecen dos pelados peleándose por un peine" y que "las islas habría que regalárselas a Bolivia para que tenga salida al mar".
Formulaciones que, en su conjunto, asoman como un juego de la inteligencia y el sentido del humor.
Esteban Peicovich, que fue asiduo interlocutor del autor de El Aleph y cuyo libro Borges, el palabrista ha sido reeditado recientemente en Madrid, lo explica así: "En esto debe verse su gran sentido lúdico y su mirada fresca, de niño grande".
Aquí va una porción de anécdotas con el sello de Borges, que han trascendido como si fueran parte inseparable de su "otro" perfil:
- Propuesta. Cuenta Héctor Yanover que durante una reunión de la SADE sobre la situación de la literatura argentina, Córdoba Iturburu, que la presidía, inquirió a los gritos: "¿Y qué vamos a hacer por nuestros jóvenes poetas?" Desde el fondo llegó otro grito, éste de Borges: "¡Disuadirlos!"
- Newton. En la pausa de un acto cultural, el novelista Oscar Hermes Villordo acompañó a Borges al baño, situado en un primer piso al que se llegaba por una empinada escalera de madera. Cuando volvían, Villordo notó que Borges descendía los escalones demasiado rápido y, temiendo lo peor, le preguntó: "¿No deberíamos ir más despacio?" "Pero no soy yo -aclaró Borge-, es Newton."
- Mala junta. Borges charla con Antonio Carrizo, en un bar. Por la radio del local se anuncia un tango con letra de León Benarós, amigo de Borges. El locutor propone escucharlo y el escritor acepta. Cuando el tango termina, Carrizo le pregunta qué le pareció. Borges mueve la cabeza y dictamina, muy preocupado: "Esto le pasa a Benarós por juntarse con peronistas".
- Libros valiosos. Borges y Bioy Casares firmaban ejemplares en una librería. El trámite se torna interminable. De pronto, Borges le susurra algo al oído a Bioy. El periodista Norberto Firpo alcanza a escucharlo: "¿Te imaginás, Adolfito, cuánto va llegar a costar un libro nuestro que no esté firmado?"
- Borges conjetural . El poeta Eduardo González Lanuza, uno de los introductores del ultraísmo en la Argentina y gran amigo de Borges, descubre a éste en Florida y Corrientes, solo, con su bastón, esperando para poder cruzar. Lo toca y le dice: "Borges, soy González Lanuza". El vuelve la cabeza y, después de unos segundos, contesta: "Es probable".
- Desconcertado. En Maipú y Tucumán, un grupo de adictos a Isabel Perón descubre a Borges y lo sigue unos metros, insultándolo. Al ingresar en su casa, un periodista le pregunta cómo se siente. "Medio desorientado -manifiesta-. Se me acercó una mujer vociferando: ¡Inculto! ¡Ignorante! "
- Título. Por último, algo personal. Allá hacia fines de los años 70, tras una nota, Borges le pide a este redactor que lo acompañe a tomar un taxi. En el trayecto, nos surge la curiosidad de saber cuál de sus libros es el que lo ha dejado más conforme. " Historia universal de la infamia" , declara. Seguimos en silencio, hasta que llega un taxi. Antes de abordarlo, se vuelve y dice: "Ahora que lo pienso, mejor título hubiera sido Historia universal de la infancia".