Superación: es de La Quiaca, estudia ingeniería electrónica y fue seleccionada por un importante programa tecnológico
Zaida Caiguara Ramírez (26) integra una familia de seis: sus tres hermanos, su papá -que es odontólogo rural y trabaja en pueblos donde no hay hospitales- y su mamá -enfermera en la atención contra el coronavirus-. "Gracias a mi familia estoy aquí y quiero que mi historia inspire a otras personas. La educación pública te da la oportunidad, pero a esa oportunidad hay que mejorarla", indica.
Bajo la convicción de seguir lo que les gusta y hacerlo con pasión, la familia se trasladó desde su La Quiaca natal hacia San Salvador de Jujuy. Allí, la madre de Caiguara Ramírez podría estudiar. Hoy, ella cuenta: "Fue una decisión de la familia mudarnos, como si fuésemos inmigrantes en nuestro propio país, en la búsqueda de educación".
En el Colegio N° 1 Teodoro Sánchez de Bustamante de la capital jujeña descubrió su curiosidad por la tecnología y la física. Fue al entrar en contacto con los telescopios del Club de Astronomía. Al finalizar la secundaria, la joven se radicó en Tucumán, para ingresar en la misma universidad que su padre, quien ofició de canillita para colaborar con el costeo de sus estudios de odontólogo.
"Emocionalmente, es una historia del kolla en la ciudad, en busca de un futuro mejor", dice Caiguara Ramírez, la única mujer de la carrera de Ingeniería Electrónica en su facultad. "Durante la cursada era la última en tener grupo, porque los hombres se sienten más cómodos entre hombres. Pero esas experiencias me ayudaron a forjar las amistades que tengo hoy, con un vínculo muy fuerte", reflexiona. A esos episodios y a la lejanía con su familia, que por momentos atentaron contra su motivación, ahora los entiende como pruebas que Dios puso en su camino. Hoy los agradece.
Semillas para el Futuro
Desde hace tres años, la joven veía las convocatorias para el programa educativo Semillas para el Futuro, de la compañía tecnológica Huawei, que forma y fortalece los conocimientos de estudiantes de carreras de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC), que se implementa en la Argentina desde 2017 y, según informaron desde Huawei a LA NACION, ya alcanzó a más de 1000 alumnos y alumnas de 70 instituciones educativas de distintas regiones del país.
"Me falta para postularme", pensaba. Este año decidió dejar de tener miedo. En base a su currículum vitae y a su historial académico, Caiguara Ramírez quedó preseleccionada entre 300 concursantes. Luego, un video, en el que comienza hablando en quechua y después en inglés, fue clave para integrar el grupo de 39 personas que recibió capacitaciones virtuales por parte de la empresa, cuyos productos y servicios están disponibles en más de 170 países y que tiene más de 194.000 empleados. "Puedo decir que viajé a China", expresa ahora en cuanto a la precisión de esas instancias de formación. Son diez las personas que realmente irán a ese país en 2021 y ella espera ser una. Allí se encuentra la oficina central de la multinacional.
Así, esta estudiante de Ingeniería Electrónica de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) fue elegida embajadora de Huawei para la Promoción y la Inclusión Digital. Y también para que forme parte del nuevo programa de género de la firma, Igual ICT, que apunta a lograr un entorno de desarrollo más igualitario en el sector de las TICs.
La honra a su pertenencia y la capacidad que forjó en ingeniería fluyen intactas en sus palabras. "Ayni [en quechua] es el arte de la reciprocidad. Los cambios para bien de la comunidad también son para mi propio bien. La forma en que me desenvuelvo como profesional no solo es para mí, sino para el país. Los proyectos tienen que incluir visiones nuevas, la filosofía de que puedan ser una solución adaptable", resume.
A pesar de que no se sabe todavía si viajará a China, Caiguara Ramírez dice que "ya ganó". Después de que se publicase el material audiovisual recibió un mensaje de apoyo de Tania Martínez, una reconocida investigadora mexicana que también pertenece a una comunidad originaria y que ella admira. La joven no solo valora eso, sino también que el video haya sido el resultado de la "logística de muchas personas" -entre ellas, su familia y sus amigos- y que haya estado inspirado en el "honor al trabajo duro" que le transmitieron las dos mujeres más importantes de su vida: sus abuelas, Margarita y Gabina.
Las raíces
"¡Qué orgullosa estaría ella!", piensa sobre Margarita y la inunda la emoción. Es que Margarita murió, pero dejó sus huellas. Caiguara Ramírez recuerda ahora distintas vivencias junto a la mujer que la cuidó mientras sus padres trabajaban y aprende. "Son cosas que en ese momento uno no las asimila, pero sí hoy", reflexiona.
Su otra abuela, Gabina, es quien le transmitió las raíces kollas. "Me aporta una filosofía de vida distinta", comenta la estudiante. Cada vez que quiere hablar con su nieta, Gabina sube al cerro para llamarla, en un intento de mejorar la poca señal de celular que hay en La Quiaca, la comunidad que para esta mujer es la felicidad.
La autonomía de crear sus propios proyectos en el lugar adonde se encuentra es parte de la enseñanza que Gabina deja día a día en Caiguara Ramírez. "Es necesario democratizar el conocimiento, sacarnos la ciudad y transportarnos también a los pueblos", sostiene la joven, quien explica: "No es solo ‘te llevo una computadora’. Uno tiene que ser parte de la tecnología, debe conocer adónde está insertada".
"Ceder para vencer"
Este año significó una posibilidad de "crecimiento exponencial" para ella, pese a la crisis sanitaria y económica. No es solo embajadora de Huawei, sino que también es docente en la UNT e investigadora. "Tengo esperanza en la Argentina, porque hay gente capacitada que apuesta por el país", asevera.
A través de su experiencia con Huawei, que ocupa el segundo lugar mundial en la comercialización de teléfonos móviles, Caiguara Ramírez dice que logró generar su conocimiento "de nuevo", ya que aprendió a transmitir sus saberes a aquellas personas que no están ligadas a su actividad.
Esos saberes no tienen solo sustento en la ingeniería. Antes también fue judoca y representó a la Argentina en campeonatos internacionales. En diálogo con LA NACION, narra un cuento que le transmitió su entrenador, basado en la adaptación, para así utilizar la fuerza a su favor. "Un monje miraba por la ventana y veía la nieve caer sobre los árboles. Las ramas más fuertes se cortaban, pero las delgadas y flexibles lograban sobrevivir", relata Caiguara Ramírez, para concluir en una máxima del judo que transpola en su cotidianidad: "Hay que ceder para vencer".
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