Super Mario, el hombre más feliz: se retiró y vivió 20 años de crucero en crucero
Alrededor de la pileta de cubierta, que tiene un tobogán amarillo tan extenso y enredado que parece una montaña rusa, hay decenas de reposeras azules. Cada una con una mesita y una toalla, también azul, enrollada al pie. Todas iguales, una al lado de la otra. Menos una, que tiene algo que la destaca: “Oficina de Super Mario”, advierte el cartel que cuelga de la cabecera.
Se trata del lugar reservado para Mario Salcedo, un financista de 68 años que decidió, cuando cumplió 45, abandonar la vida en tierra firme y retirarse en un crucero. Y lo logró, durante la mayor parte de las últimas dos décadas. Por lo menos hasta que el coronavirus puso un freno al sector.
Salcedo nació en Cuba, pero a los siete años se mudó con su familia al estado de Florida, Estados Unidos. Desde ese momento se familiarizó con los cruceros. Miami, de hecho, es el puerto de cruceros turísticos más grande del mundo, con alrededor de 5,6 millones de pasajeros anuales.
"Necesitaba un cambio", le dijo el esquivo Salcedo, que no tiene redes sociales, a la revista especializada en cruceros CruceroAdicto." Quería comenzar un nuevo capítulo en mi vida, viajando por el mundo. Esa era mi plan", explicó.
Había trabajado en reconocidas consultoras financieras y, cuando tomó la decisión de independizarse, arregló con algunos de sus clientes más confiables y montó una operación propia. Ser freelance, según dijo, es uno de los requisitos básicos para poder vivir en un crucero. Sin embargo, solo trabaja ocasionalmente.
Tenía la determinación, tenía el respaldo económico, pero faltaba un pequeño detalle. Nunca se había subido a un crucero en su vida. Para confirmar su intuición, entonces, compró seis vacaciones en seis compañías distintas y se pasó los siguientes meses "testeando" cada uno de los cruceros. La experiencia le encantó y así ratificó su nuevo modo de vida.
Durante los últimos 23 años, Salcedo viajó en cruceros por Canadá, Alaska, Sudamérica, el Mediterráneo, el Medio Oriente, Australia, Nueva Zelanda e islas del pacífico, pero principalmente por el Caribe. En esas más de dos décadas, planeó las reservas con tres años de anticipación y vivió en tierra solo 15 días al año, cuando tenía que tomar vuelos para conectar con el próximo puerto. "Ya perdí mis piernas de tierra", dijo, acostumbrado al vaivén constante de la vida en el mar.
Si bien continuó con su trabajo como financista, Salcedo no necesitó grandes recursos –en el contexto de la media salarial estadounidense- para vivir su vida en el mar. Reservó siempre el mismo tipo de cabina, una interior, sin ventanas, la más barata del crucero, lo que le generó un costo anual de alrededor de 70.000 dólares. Esto incluyó impuestos, excursiones, el uso de las atracciones del crucero y también la comida, en los comedores no exclusivos habilitados por el barco. Según una comparación realizada por el medio Washington Post, el monto total es similar a lo que se gastaría en una residencia para adultos mayores en Estados Unidos.
De hecho, hay empresas que se dedican a realizar "retiros extendidos en cruceros", según los llaman. Se trata de viajes largos en cruceros, de alrededor de tres meses a seis meses, orientados específicamente a los adultos mayores, una categoría demográfica especialmente importante para la industria. Según datos del último informe de la Asociación Internacional de Líneas de Crucero, un tercio de los pasajeros de cruceros tienen más de 60 años.
Es una opción posible. Y la historia de Salcedo, si bien interesante porque es récord, no es la única. Varios sexagenarios decidieron "retirarse" en el mar. Como Lorraine Arzt, que vivió en cruceros alrededor de 14 años. O Bea Mueller, que vivió en el crucero "Queen Elizabeth 2", de Cunard, durante nueve años, hasta que el barco dejó de navegar en 2008.
Otros casos que destacan son los de Clara Macbeth, que vivió durante 15 años en un crucero a mediados del siglo XX, y el de Louise Meis, o "Mama Lou", como se la conoce, que solía navegar, antes de la pandemia por coronavirus, 10 meses todos los años. También es famoso el caso de Bill Filomena, que comenzó a navegar de manera ininterrumpida en 2008. Siempre antes del Covid-19.
"Obviamente no es una mala opción para las empresas de cruceros", dice a LA NACION Ricardo Marengo, consultor y periodista especializado en el sector desde hace más de 20 años. "Pero no son los mejores clientes. El mejor cliente es el tipo que te ahorró todo el año y va con la familia, y se come todo y se toma todo en el bar. Este tipo de personajes son más bien ahorrativos a la hora de usar los recursos del crucero. No hacen las actividades, solo comen en los comedores incluidos, no los especializados para los que hay que pagar extra, etc.", agrega.
"Super Mario" Salcedo dijo que su actividad preferida es simplemente tomar sol en la pileta. Además, cuando el crucero toca algún puerto, aprovecha para bucear. Era algo que nunca había hecho en su vida y ahora ya es un experto. Hasta sacó un certificado de instructor de buceo. Un corto documental sobre su estadía en cruceros, publicado en el diario The New York Times, lo llama "El hombre más feliz del mundo".
Algunas respuestas de Salcedo permiten poner en duda el título. Cuando le preguntan cómo pasa sus días, responde: “Resolviendo las dudas de los pasajeros. Ya tengo tanto tiempo acá arriba que me sé todas las excursiones de memoria”. Cuando le preguntan si no se siente solo, dice: “Para nada, tengo a toda la tripulación del crucero, es con ellos con quienes más hablo”.
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