Sufrió un grave caso de Covid, se recuperó y creó una pulsera que ayuda a personas ciegas
Víctor Props pasó de hacer cascos de superhéroes a construir un dispositivo que les permite a los no videntes desempeñarse mejor en la calle; los otros inventos que tiene en carpeta
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Una de las acepciones de la palabra inventor es: persona que inventa, imagina, realiza, proyecta, descubre, crea, construye o desarrolla alguna cosa... La definición le cabe justo a éste platense de 41 años conocido en su ciudad como Víctor Props quien, además, a varias de sus impactantes invenciones les suma un plus que resulta determinante: el de la solidaridad.
Víctor acaba de crear nada menos que una pulsera para personas ciegas, que funciona por ultrasonido, y que comienza a vibrar cuando detecta desde una distancia de aproximadamente cuatro metros cualquier obstáculo ubicado de la cintura para arriba de quien se aproxima. Con modestia, dice que es un aporte más que se suma al bastón blanco para quien no ve o tiene una disminución visual.
“Yo digo que está todo inventado. A las pulseras para ciegos las vi por Internet, salían 650 dólares y trayéndola al país un total de mil dólares y hasta más. ¿Cómo hace una persona ciega acá para tenerla? Tiene que gozar de un poder adquisitivo muy alto. O lucharla en su mutual, obra social o prepaga, y sabemos lo que pasa. Hay gente que me dice que hace tres años que está esperando para que le entreguen una silla de ruedas”, cuenta a LA NACION sobre cómo “se le prendió la lamparita”.
Cuenta además que su objetivo en primer lugar fue brindar una herramienta más para los no videntes: “La hice y cuando noté que funcionaba, empecé a probar con personas ciegas, que si bien muchas son muy independientes, otras no tanto. La percepción es distinta. La pulsera aporta una vibración. Detecta obstáculos de la cintura para arriba a cuatro metros de distancia, se activa por ultrasonido y comienza a vibrar. Las baterías son recargables. Es una herramienta más. Me asesoré siempre con una maestra para disminuidos visuales para que todo resulte óptimo”, detalla.
¿Qué respuestas obtuvo? “Que les resultaba sorpresivo pero positivo a la vez. Esa cuestión de la percepción por vibración no estaba incentivada antes. Empecé donando las pulseras en esta primera instancia porque pienso en todo lo que pasé yo para llegar a este presente. Creo que quien la necesita puede estar atravesando una situación difícil parecida a la que yo sufrí. Si a mí me cambió la vida tengo que ser agradecido. El día que lo haga por fábrica será distinto porque hay que ponerle un costo. Pero deseo que la gente pueda decir ‘el mes que viene cobro y me la compro’, que sea algo accesible, unos siete u ocho mil pesos, no mil dólares como sale traerla desde el exterior”.
“Pensé que me moría”
La situación extrema que vivió en el pasado a la que se refiere Víctor ocurrió durante la pandemia: “Cuando empieza compro la primera impresora 3D, no tenía idea de nada. Yo venía de hacer eventos sociales y de repente se acabaron y me quedé sin ingresos. Después me contagié Covid-19 antes de que llegaran las vacunas y la pasé muy mal, fueron alrededor de 45 días. Pensé que me moría y me quedó una carga psicológica que me costó superar, depresión, falta de voluntad... Estaba en la ruina total, porque los cuentapropistas si no trabajamos durante 50 días desaparecemos, así de simple. Hasta que de los últimos pesos que me quedaban aparte $400, los invertí en publicidad en Instagram, empecé a trabajar como loco y no paré. A veces tengo que interrumpir el aviso porque no doy abasto”.
Su pasión por todo lo que tiene que ver con la robótica comenzó allá por 2008 con el aeromodelismo: “Me encantaba hacer volar aviones y helicópteros y tuve que empezar a meter mano porque como el servicio técnico para reparar era carísimo, me obligó a aprender”. Su pasión y curiosidad, como la de cualquier gran inventor, no se detuvo ahí. “Seguí con el tema de los comics, cosplay, superhéroes, construyendo cascos estilo Iron Man. Luego vi en Internet que en el exterior vendían acoples para sillas de ruedas motorizados para aquellas personas que no pueden impulsarse por sus propios medios, pero que costaban 2500 dólares. Entonces me propuse crear uno propio y lo logré. El primero lo vendí a 80 mil pesos, hoy lo hago a 95 mil, es un valor mucho menor que el que tiene afuera como hacía referencia, que me permite construir más para otra gente, porque para hacerlo tengo gastos. Funciona a batería y tiene una independencia de 20 kilómetros. Todo lo que gano con los cascos y cosplay lo invierto para por ejemplo poder donar las pulseras para personas ciegas, es una cadena”, señala.
La satisfacción de ayudar
Props recuerda a la primera persona que recibió el dispositivo para su silla de ruedas: “El hombre se fue al campo y estuvo andando con los nietos a upa, es impagable para mí que alcanzara esa libertad. Uno no se da cuenta el beneficio, y que encima me agradezcan, no puedo pedir más”.
No es todo. También construyó un autito a control remoto con sensor de movimiento que se puede activar aunque al niño o niña le falte su mano. “Te lo colocás como un brazalete en la muñeca, en un pie, en la cabeza como vincha, o donde sea, lo girás y el autito se mueve. Yo bromeo con que es un juguete integrador porque además lo hago de color rosa a propósito para que no lo clasifiquen solo para varones, aunque hoy por suerte casi nadie se fija en eso, antes sí. El autito también arrastra una pelotita con el objetivo de complementar un trabajo cognitivo. Quiero demostrar que cualquier juguete se puede adaptar para una persona que no tiene dedos, me lo traen y yo lo hago. Si no inventamos uno, no hay problema. Porque afuera fabrican comandos especiales para jugar pero salen más de 40 mil pesos, son inaccesibles”, describe.
Iron Man a la cabeza
Víctor explica que la mayor demanda proviene de los cascos como los de Iron Man y otros superhéroes: “Me gusta mucho ayudar, me da satisfacción. Siempre aclaro que lo puedo hacer gracias a los fondos que logro con los otros trabajos que hago. Lo aclaro por si me vuelve a tocar la malaria y no puedo donar, para que nadie se enoje o se ofenda. Hace poco hablé con el Colegio 511 de ciegos y disminuidos visuales de La Matanza para hacer una entrega de pulseras y dar una charla-capacitación para que sepan cómo se usa”.
“Hay días que dedico más tiempo a contestar los pedidos que a trabajar, porque quiero dar respuesta a la gente ¿Cómo se pueden comunicar? Por Instagram @victorlaplata, o Facebook @Victorprops. Hasta hoy entregué unas 40 pulseras para personas ciegas y otros tantos acoples para sillas de ruedas motriz”, comenta, y agrega que va por más: “Ahora me propuse crear un exoesqueleto para aquellas personas que no pueden caminar, para que puedan volver a pararse y quizás dar unos pasos”.
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