“Sufrimos una diáspora”: el problema crucial que enfrenta la industria espacial estatal en la Argentina
Por la aparición de nuevas empresas privadas que compiten en el área, hay una escasez cada vez más importante de recursos humanos; por eso, buscan reforzar la formación de profesionales
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SAN CARLOS DE BARILOCHE.- Es una fuga de cerebros singular la que sufre la industria satelital. En la Argentina, pero no solo en el país, la aparición de empresas privadas que pueden competir con los Estados en zonas particulares del negocio ha generado una demanda de expertos que complica la cobertura de ciertos puestos claves; y, como en la industria de la programación, por ejemplo, ni siquiera es necesario mudarse.
“En los últimos años, desde el lanzamiento de los Saocom [entre 2018 y 2020] lo que sufrimos es una diáspora. Sin recursos humanos formados, solo con la infraestructura, no alcanza porque tenemos una necesidad de gestión del conocimiento”, dijo Josefina Peres, gerenta de Proyectos Satelitales de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), durante la primera edición de Migración de ideas, una jornada organizada por la Fundación Balseiro el sábado pasado en esta ciudad. “Ahora tenemos el desafío de formar un semillero constante para seguir con un conocimiento que es neurálgico para el país”, añadió y agregó que la Argentina no siempre es consciente de sus logros en el campo satelital y “ahora estamos en una coyuntura particular donde la industria espacial tiene a los privados jugando y la demanda de recursos humanos es muy fuerte porque tenemos una materia prima de lujo” y mencionó las carreas del Instituto Balseiro, la UBA y la Universidad Nacional de La Plata, “carreras de grado que ya son maestrías” en cuanto a la calidad de la formación. Nunca es mal momento para formar especialistas: Peres contó que ella mismo empezó sus estudios en 2001, cuando parecía que había pocas esperanzas para el país, y sin embargo…
A otra escala también ocurre en los Estados Unidos, donde la mismísima NASA tiene dificultades para competir con compañías nacidas al abrigo de los contratos con la propia agencia espacial norteamericana, pero que cortaron el cordón umbilical. El ejemplo lo puso Miguel San Martín, el rionegrino que trabaja allí desde hace casi 40 años y es fellow del Jet Propulsion Laboratory (JPL/NASA): “Hay muchas compañías que hacen por ejemplo coches autónomos con técnicas de navegación que usamos nosotros. Y contratan a los empleados con salarios más altos que un salario de la NASA; eso ha pasado mucho con empresas de Silicon Valley en robótica”, expresó el ingeniero durante el evento que se tituló “El presente y futuro de la industria aeroespacial argentina”.
“Se van a SpaceX o a Blue Origin. Y lo peor es que no es simplemente un tema de dinero, es también un tema de que compañías como SpaceX generan la posibilidad de que en poco tiempo un ingeniero pueda ejercitar más la profesión que en la NASA, que tiene misiones largas y donde todo tiene que funcionar bien. En SpaceX explotás cohetes cada mes; tienen otra forma de hacer la ingeniería”, graficó, en comparación con el JPL donde, como dijo, “podés pasar muchos años, diez, en una misión; ahora hay muchas oportunidades, y eso hace que haya una competencia por recursos”.
Otros faltantes
El tema rondó todas las exposiciones de Migración de ideas, que nació a partir de la donación de un predio enorme en el corazón de Bariloche y una casa llamada Las golondrinas, que se transformará en un centro de intersección entre la ciencia, el arte y la educación. Esta necesidad de expertos en el área satelital funciona también como paradigma de la falta de científicos e ingenieros en otras áreas dinámicas. En ese sentido se manifestó David Vilaseca, vicepresidente de Investigación y Desarrollo de la empresa privada Satellogic, creada en la Argentina –en un no tan amplio departamento de Palermo– y que recientemente sobrepasó la cotización de mil millones de dólares. “No es fácil en el mundo conseguir gente con tanta entrega y vocación como la que tenemos con nosotros. Y no siempre pudimos conseguir los profesionales que necesitamos, por ejemplo, en análisis de óptica, donde tuvimos que buscar físicos o ingenieros, lo más parecido que había”, dijo. Pero también agregó que es algo que sucede en cualquier industria que crece con velocidades exageradas. “Se ve en el software y en todas las carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Matemática e Ingeniería, por sus siglas en inglés). Con la industria espacial va a pasar lo mismo”. Sin embargo, añadió que la gente que hoy se forma tendrá trabajo durante décadas: “Es una formación intensiva en capital, pero se hace desde hace mucho en la Argentina y se puede escalar. Es una oportunidad enorme para el futuro que se está creando”.
Es que el futuro que imaginan Vilaseca y otros colegas es con misiones lunares comerciales que serán rutina. “Es como fue la fiebre del oro en el Oeste (norteamericano), una promesa de recursos inagotables, pese a lo riesgoso que pueda parecer. Recursos que son información o materiales que se pueden recolectar en la Luna, Marte y los asteroides. Será como la infraestructura ferroviaria que habilita a actividades comerciales nuevas”, dijo. Y agregó que el acceso al espacio es clave para la autonomía del país. “El espacio se está poblando, no es ciencia ficción”, y abundó: “Hará falta mucha infraestructura para el transporte al espacio, para pasar de órbitas terrestres a lunares e infraestructura de comunicaciones, comunicaciones ópticas, centros de datos. Es replicar lo que hoy existe, pero en órbita. También será importante la generación y distribución de energía. Y también… cosas que no nos imaginamos. Nos tiene que servir para expandirnos; tener recursos adicionales puede ser clave para los problemas de ecosistemas que hay hoy”. Asuntos y tecnologías que serán habituales como hoy lo es el GPS, que de tan común suele olvidarse que depende de la información provista por los satélites en órbita.
El encuentro del fin de semana en la Patagonia buscó, entonces, incentivar la creación de nuevas vocaciones a la vez que valorar lo que ya ha hecho el país, como los grandes satélites de observación y comunicación y que remonta a los pioneros vuelos suborbitales, incluso con animales como los paradigmáticos mono Juan y el ratón Belisario en la década del sesenta. Pero la idea no es quedarse en un recuerdo de lo que fue o pudo haber sido. Según contó Gabriel Absi, gerente del Área Espacial de la empresa Invap, nacida en lo nuclear y volcada a lo satelital, ahora están en la búsqueda de un socio internacional para incorporar tecnología y poder dar internet de alta velocidad para todo el país. Después de exportaciones nucleares a Australia y Holanda, entre otros, contó Absi que Invap ganó una licitación satelital en Asia “contra dos competidoras importantes; finalmente el país la desestimó y no volvió a abrirla, pero sirvió para medirnos frente a la competencia”, dijo. De modo que los objetivos no son solo educacionales, sino también estratégicos, como el encaminado prototipo del lanzador de satélites Tronador II, que permitiría que el país sea sede regional de lanzamientos al espacio. Como se mencionó en el documental que abrió la jornada, cada vez más, el espacio no es un privilegio de las naciones centrales.
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