En la Puna, Victoria Flexer busca desarrollar tecnología para el uso del litio
PALPALÁ, Jujuy.– El parque industrial de esta localidad, ubicado a unos 13 km de San Salvador de Jujuy, parece una postal desvaída de tiempos más prósperos.
Esta ciudad, que actualmente tiene alrededor de 50.000 habitantes, albergó una economía floreciente en torno a lo que alguna vez fue Altos Hornos Zapla, donde se realizó la primera colada de arrabio [paso inicial para producir acero] argentino el 11 de octubre de 1945.
Después de haber sido el símbolo de una industria pujante, en 1989, con la privatización, se inició la decadencia. La sede fue abandonada y sus edificios fueron disolviéndose en el olvido.
Hoy, sin embargo, una joven química argentina está llevando nueva vida a las construcciones derruidas. Dirige la gestación de lo que será un centro de vanguardia regional en la tecnología del litio, que se halla en las salinas provinciales. Su nombre: Victoria Flexer.
Ella es la cara visible de un esfuerzo que reúne a científicos e instituciones de varios puntos del país para ponerse a la cabeza de lo que podría ser una revolución energética.
Además de ser el corazón de las pilas y baterías de teléfonos móviles y computadoras, el litio, el metal más liviano que existe (es el tercer elemento de la tabla periódica y su peso equivale aproximadamente a la mitad del del agua), abre la posibilidad de la masificación de los autos eléctricos.
Después de casi una década trabajando en laboratorios de excelencia de Europa y Australia, se radicó en Jujuy para coordinar el emprendimiento público-privado en el que participan la provincia y la Universidad de Jujuy, el Conicet e Y-TEC, el centro de desarrollo de YPF, investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, y de las universidades nacionales de La Plata y de Córdoba.
En estos días, junto a una enorme columna de enfriamiento que todavía sobresale entre la naturaleza prolífica de las pre-Yungas, se reconstruyen las antiguas edificaciones y se levantan otras nuevas. Pocos de los que la observen recorrer la obra, hablar con los albañiles y revisar cada metro cuadrado de construcción (es bajita, de pelo rubio y ojos celestes) sospecharían la energía y firmeza que emanan de esta auténtica "fierecilla del litio" que, además de desarrollar nuevas líneas de investigación, debe vérselas con contratistas, pelear por fondos que no llegan, entusiasmar a becarios de doctorado para que vayan a radicarse o se queden en la provincia norteña a hacer sus tesis, y articular la tarea académica con proyectos de transferencia para promover una potencial actividad productiva.
Hasta ahora, Victoria se consideraba una porteña de pura cepa. Nacida en Congreso, su vida había transcurrido entre ese barrio, San Cristóbal y Once.
Después de cursar la primaria en una escuela pública, ingresó al Colegio Nacional de Buenos Aires, en cuyos laboratorios descubrió, siendo adolescente, su interés por la ciencia.
"Desde chiquita, lo que quería era preguntar y saber cómo funcionan las cosas -recuerda-. Me gustaba mucho la matemática, pero encontré en la química algo más aplicado, más en contacto con la realidad."
Tras finalizar su doctorado en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, decidió salir a ver cómo se investiga en otras partes del mundo. Se fue con un contrato de un año a un centro de investigación de Burdeos, en el sudoeste de Francia, que terminó extendiéndose a tres años. De allí, a la Universidad de Queensland, en Brisbane, Australia, durante otros dos. Y luego, con una beca María Curie de la Unión Europea, a la ciudad de Gante, a media hora de Bruselas, por dos más.
Formada en electroquímica, la rama de la ciencia que estudia los fenómenos químicos que provocan electricidad y los fenómenos eléctricos que dan lugar a transformaciones químicas (como las reacciones de intercambio de electrones sobre un electrodo, que son la base de las baterías), durante su periplo europeo y australiano comenzó a centrarse en la aplicación de ese conocimiento en biobaterías y bioceldas de combustible.
Para ese entonces, Ernesto Calvo, director del Instituto de Química Física de los Materiales, Medio Ambiente y Energía (Inquimae, de la UBA y el Conicet), que además había sido su director de tesis, le comentó que se estaba armando un boom con el litio.
"Me contó algo que no sabía: que teníamos mucho litio en el país y que se estaba buscando gente que empezara a dedicarse a estos temas -recuerda Victoria-. Aunque no había trabajado en baterías recargables, una de las destrezas que ofrece un doctorado es la capacidad de pasar de un área de estudio a otra."
Fue entonces cuando tomó la decisión de volver. Pero no a Buenos Aires, sino a Jujuy. Había facilidades para científicos formados en el país que quisieran regresar y la sedujo la idea de instalarse en una ciudad más pequeña, y en un área donde todo estuviera por hacerse.
"Siempre me gustaron las actividades al aire libre -explica-. Acá, uno puede salir a hacer trecking todos los fines de semana, tanto en los alrededores de San Salvador como subiendo un poquito más hacia la quebrada [de Humahuaca]. Se puede salir a correr por los cerros, a andar en bicicleta. La naturaleza es de un atractivo indescriptible."
Pero, además de las bellezas naturales, fueron las riquezas ocultas las que la atrajeron hasta esta zona del país. Entre otras, que alrededor del 60 al 80% del litio del planeta se encuentra en yacimientos del triángulo delimitado por el noroeste de la Argentina, el norte de Chile y el sur de Bolivia.
El nuevo oro blanco
En su estado natural, el litio se encuentra en el agua de mar, en ciertas rocas y disuelto en salmueras, el 95% de las que corresponde a cloruro de sodio (sal de mesa). Por ejemplo, las que se encuentran en las salinas, esas enormes llanuras blancas ubicadas en el relieve calcinado de la Puna, a miles de metros de altura. La forma más fácil y económica de extraerlo es por evaporación. Hay alrededor de un gramo de litio por litro de salmuera, es decir, que para obtener una tonelada de litio hay que procesar cientos de miles de metros cúbicos de salmuera.
Uno de los colaboradores de Victoria Flexer en esta epopeya es Javier Elórtegui Palacios, geólogo nacido en La Plata, recibido en la Universidad Nacional de Córdoba y doctorado en la geología de la Puna. "Estas salinas, contrariamente a lo que se cree, no son el resto de un mar que se secó, sino que tienen origen continental -explica-. Se formaron a partir de los ríos que recorren la Puna y que vienen de la zona volcánica. Todas las aguas van al fondo de esos valles que son cuencas sin salida al mar. Cuando llegan a las planicies, se evaporan por la fuerte insolación y depositan su contenido salino. Después, a lo largo de cientos de miles de años, conforman una salina."
Eso exactamente es lo que se observa en el Salar de Olaroz. Está a alrededor de 4200 metros sobre el nivel del mar y a 68 km del paso de Jama, en el límite con Chile. El viento sopla ferozmente sobre el mar blanco y vuela entre cadenas montañosas con una fuerza que impide caminar o cerrar las puertas del auto.
En estos parajes desérticos se encuentra la planta de Sales de Jujuy, un emprendimiento conjunto de capitales chilenos, japoneses y de la provincia de Jujuy, que ya comenzó la extracción de litio.
Algunas comunidades nativas de la zona están preocupadas por la explotación de estos salares y el consumo de agua. "Para nuestra cultura, esto es algo sagrado y único -dice Francisco, sólo se identificó por su nombre, integrante de la comunidad coya de Pozo Colorado, mientras recorre la superficie veteada a bordo de una moderna camioneta como parte de uno de sus recorridos para turistas-. No nos oponemos a la minería, pero queremos que participen las comunidades."
La preocupación también alcanza a los científicos. Según Elórtegui Palacios, se está estudiando cómo evolucionará el sistema estático de las salinas actuales cuando empiecen a movilizarse grandes volúmenes de agua.
"Sobre la base de datos isotópicos que se les pidieron a las empresas, en cuanto comenzaron los experimentos de bombeo, determinamos que el «agua salmuera» es un agua fósil. Lleva entre 10.000 y 15.000 años guardada bajo el salar. Lo que está claro es que uno es un acuífero confinado y los otros, los que consumen las comunidades, son acuíferos libres que tienen una recarga anual. Desde ahí se extrae la denominada «agua industrial» y es ésa el agua sobre la que se puso la lupa al aprobar los proyectos. Se hicieron estudios, simulaciones numéricas y se autorizaron volúmenes que no comprometen la recarga ni las reservas que pueden ser utilizadas por las comunidades. El agua de uso industrial, que tiene una recarga anual o por décadas, que corresponde a lluvias y deshielos, ésa se usa principalmente para el proceso final de lavado de las sales."
Pero si las obras de infraestructura son importantes, más aún lo son los recursos humanos, y en estos meses Flexer reclutó a Lautaro Nicolás Acosta (25), y Valeria Romero (27), ambos ingenieros químicos de la Universidad Nacional de Jujuy, a Celso Baspineiro (32), ingeniero industrial, y a Analía Arias (30), salteña, licenciada en química en la universidad de su provincia. Ya todos están comenzando su doctorado en el Conicet.
Romero intentará desarrollar un método electroquímico para la extracción del litio de la salmuera; Baspineiro se propone investigar la síntesis de electrodos para las baterías litio-aire, que son las que potencialmente tendrían la mayor capacidad de almacenamiento de energía y podrían brindar autonomía para los autos eléctricos; Arias investigará las de litio-azufre, y Acosta estudiará el uso de la electroquímica para la separación de los isótopos del litio que se encuentran en la naturaleza.
La pasión de Victoria es una fuerza que ayuda a superar obstáculos. "Cuando la conocí me pareció muy amable, abierta a mis dudas, a mis inquietudes. Creo que podemos hacer un buen trabajo", dice Baspineiro. "Yo la encontré en un Congreso -agrega Arias-. Me atrapó. Siempre está detrás de nosotros, tratando de guiarnos."
"Es una persona muy comprometida con lo que hace -coincide Acosta-. Por lo que veo, va a ser una directora bastante intensa".
"Siempre está ahí, al pie del cañón-opina Romero-, atenta a lo que necesitemos y a lo que hace falta para avanzar."
Hasta ahora, la Argentina vende el litio a granel. La meta es sumarle tecnología para fabricar y venderlo en productos, como las baterías, lo que puede hacer una enorme diferencia.
"La nafta que uno pone en el auto es casi 100% petróleo destilado con un tratamiento químico -explica Flexer-. En cambio, el litio que requiere una batería es ínfimo. El gran valor de una batería es el know how. Una batería cuesta mucho más de cien veces lo que vale el litio que hay adentro."
Por eso, lo que desvela a Victoria y a su equipo es sumarle valor al litio que ya se extrae de nuestro suelo. "El nuevo centro no va a ser una fábrica -subraya-. Queremos desarrollar nuevas tecnologías o mejoras a tecnologías existentes, que esos avances se patenten y los comercialice una empresa nacional o privada. Y vamos a hacer tanto investigación aplicada como básica, porque para lograr avances tecnológicos también es importante entender cómo funciona la química y la física más fundamental de algunos procesos. Por ejemplo, para hacer que una batería no se descargue tan rápido, uno tiene que entender muy, pero muy bien, cómo funciona."
Calvo, que dio el puntapié inicial al proyecto en 2012, también fue el que pensó en Victoria para que enfrentara el desafío.
"Fue una idea loca -cuenta-. Para crear de la nada un centro de excelencia se necesitaba un líder. Ahí me acordé de Victoria. Siempre había tenido un interés especial en la Puna. Me acuerdo que en el laboratorio a su computadora la llamábamos «Bolivia». Ella tomó el guante y ahora tiene por delante un trabajo arduo. Si todo resulta bien, dentro de diez años habrá allí un centro de nivel mundial. Será un lugar de referencia que hará que la gente se «mate» para poder ir allí a trabajar durante unos meses. Ella tiene un gran empuje personal, tiene claro hacia dónde quiere ir y tiene una gran formación científica. Es una persona que aceptó ir a un lugar donde no hay nada para crearlo todo."
Victoria, por su parte, no se achica: "Nosotros apostamos a jugar en primera. La Universidad Nacional de Jujuy tiene varias carreras de ingeniería que producen anualmente graduados con ganas de trabajar. Antes, muchos de esos chicos se tenían que ir. Yo me eduqué en la escuela y la universidad públicas. Esto me brinda la posibilidad de devolverle un poco al país de todo lo que me dio".
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