El exclusivo espacio, que tuvo como habitués a presidentes, artistas y empresarios, debió cerrar en 2019 tras un ingreso masivo de agua; piezas irrecuperables y un juicio millonario
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En la tarde del 8 de noviembre de 2019, los 70 clientes que se relajaban en los saunas de Colmegna tuvieron que vestirse rápido y salir corriendo a la vereda de la calle Sarmiento. Sintieron que algo se estaba moviendo. A los pocos minutos, las paredes del edificio se fisuraron, el piso comenzó a hundirse, la columna del comedor estalló y las piletas de mármol se rompieron en mil pedazos. El agua irrumpió en el lugar en poco tiempo.
Desde ese día, el tradicional spa fundado en 1895 por el italiano Luis Colmegna dejó de ser un ícono porteño del lujo y el poder para convertirse en sitio con aspecto de haber sido bombardeado. Está en un edificio con faja de clausura y a punto de derrumbarse. ¿La razón? Las excavaciones por obras del subte en el terreno lindante.
“Nos salvamos de milagro. Les ordené a los clientes y empleados que salieran cuanto antes”, recuerda Jesica Torres, aún gerente de lo que alguna vez fue el spa de Sarmiento 839, un oasis de placer a metros de la Casa Rosada que tuvo como habitués a expresidentes, artistas, empresarios, abogados, banqueros, jueces, deportistas y ejecutivos de la City porteña. Desde Diego Armando Maradona, hasta John Travolta, pasando por el ex mandatario Marcelo Torcuato de Alvear. Colmegna tenía muy poco que envidiarle a los antiguos baños de Pompeya, Italia.
Ruinas
Javier Fernández, uno de sus dueños, explica que todo quedó en ruinas después de que la empresa contratada por Subterráneos de Buenos Aires, la constructora Dycasa S.A, ingresara al subsuelo del edificio de 8000 metros cuadrados socavando sus cimientos, perforando las piletas, provocando inundaciones y destruyendo 1400 metros de mármoles europeos con 120 años de antigüedad que recubrían el interior. El inmueble tiene 60 metros de profundidad y perforaron 12 metros por debajo de su estructura, detalla. Las excavaciones tuvieron por objetivo generar el nuevo acceso del llamado Nodo Obelisco en la calle Sarmiento, entre Suipacha y Esmeralda.
“Empezamos a sentir golpes y más golpes, como si hubiera explotado la bomba atómica”, se lamenta el hombre quien, junto a cuatro socios, en 2016 le compró el spa a la tercera generación de la familia Colmegna y mejoró sus instalaciones con la ilusión del reflotarlo bajo el nombre de Colmegna Spa Beauty & Health. “Es una asesinato lo que han hecho”, se lamenta durante una recorrida con LA NACION por el edificio de seis pisos. Camina con cuidado entre escombros y alumbrado por la luz de los celulares. Todos los servicios están cortados.
Antes de ingresar, ya se puede apreciar el daño provocado en la pared lateral exterior durante las obras en el terreno de Sarmiento 861: una grieta vertical de 5 milímetros de espesor atraviesa el paredón. Para evitar mayores peligros y el derrumbe definitivo, a los pocos días de sucedido el temblor, Dycasa S.A colocó un muro de contención encima del paredón fisurado. Hoy, Fernández y sus socios demandan a esa empresa y a SBASE, Subterráneos de Buenos Aires Sociedad del Estado, por unos siete millones de dólares en daños y perjuicios, aproximadamente. Esa es la suma que estiman necesaria para poder reparar el sitio y reabrirlo, señalan.
El 8 de octubre de 2019 se empezó a rajar el inmueble y el 12 de ese mes el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires lo clausuró ante el peligro de que se desmorone definitivamente. “Es un desastre lo que han hecho. Si se levantara de la tumba el viejo Colmegna, un hombre elegante, finísimo, se moriría al ver esto”, reflexiona con tristeza Roberto Levacov, de la Óptica Rex, inaugurada en 1936, a metros del spa.
“Los clientes están muy deprimidos con el cierre”, asegura Jesica. Se remonta a aquellas épocas doradas en las que los echaban a empujones para cerrar, nadie se quería ir. Tenía capacidad hasta para 300 personas. “Cuando vino Maradona se quedó hasta las 2 de la madrugada, charlando, contando anécdotas. Fue muy divertido. No los podíamos sacar”, dice la mujer.
La decepción por la clausura llegó también a las Cartas de Lectores de LA NACION: “Una institución centenaria de nuestra ciudad se encuentra en grave peligro. Es parte del patrimonio cultural inmaterial de Buenos Aires. Patrimonio que conforman no solo sus bellísimas instalaciones, sino también su larga historia y su magnífico anecdotario”, escribió uno de sus habitués, Alberto Sendrós, después del cierre.
Un juicio millonario
Ingresar hoy al edificio de Colmegna es transitar por una serie de escaleras y pasadizos laberínticos que conducen a los restos de lo que fueron amplios circuitos de baños finlandeses, turcos, salas de masajes y piletas climatizadas, donde se pueden aún oler aceites esenciales impregnados en paneles de madera. La parte más perjudicada es la original: la posterior del inmueble, la planta baja y el entrepiso.
El resto de los pisos también fue afectado, pero en menor medida. Se agregaron a partir de la década del 70. El frente fue remodelado hace diez años, con una mezcla de materiales económicos. En el segundo piso se atendían las mujeres, en el tercero funcionaba el gimnasio y en el cuarto se ubicaban las salas de baile. En el cinco y el seis estaba la pileta de natación descubierta que cargaba 50 mil litros de agua, en la que miles de chicos aprendieron a nadar. Hoy está seca, poco quedó de sus coloridas venecitas.
LA NACION tuvo acceso al informe técnico de la arquitecta Pamela Mantegazza, perito de parte de los dueños del spa, quien en noviembre de 2019 elaboró un extenso documento. Según la profesional, “cuando empezaron los trabajos de demolición y excavación en el estacionamiento se presentaron los primeros daños en el edificio”. El informe da cuenta de lo sucedido en 15 puntos específicos tomando como lugar inicial la sala de máquinas, por donde ingresó el agua. Allí se detallan con imágenes cada una de las fisuras, grietas y desprendimientos de materiales sufridos por el edificio.
Felipe Llerena es el abogado de Colmegna y tiene ya iniciado un juicio contra SBASE y contra Dycasa S.A. “Se pretende -entre otros rubros- la reparación integral de los daños producidos como consecuencia directa de algún error producido durante la ejecución de la mencionada obra. Tanto la causa del siniestro, como la cuantificación de los daños, serán materia de pericias a producirse en el proceso mencionado”, anticipó.
Consultada por LA NACION, SBASE precisó: “La empresa contratada, Dycasa S.A, cuenta con las compañías aseguradoras correspondientes, que son las que deben hacerse cargo frente a este tipo de litigios: una que asegura la obra en particular y otra por una póliza general por responsabilidad civil. Ellas se encuentran llevando adelante las negociaciones con Colmegna”. A su vez, Dycasa S.A señaló que la firma, al cotizar en Bolsa, canaliza toda su información a terceros a través de la Comisión Nacional de Valores. Sin embargo, adelantaron que no están notificados de ningún reclamo y que hasta el momento intervinieron las aseguradoras de la empresa.
Desde el gobierno porteño, en tanto, indicaron: “Es un conflicto entre partes privadas, Colmegna S.A y SBASE. Intentamos hacer una mediación y lograr un arreglo entre ambos, pero ya no tenemos más intervención”.
Lujo romano en Buenos Aires
Cuando Luis Colmegna llegó desde el Lago de Como, en la Lombardía italiana, decidió fundar un centro de hidroterapia en Buenos Aires con todo el lujo de los antiguos baños de su país. Según crónicas de la familia, a fines del siglo XIX los hombres llegaban hasta el Instituto Médico de Hidro Electroterapia con la única intención de bañarse. Un lujo exclusivo para varones. No era común que las casas tuvieran bañaderas, ni agua caliente. En las piletas disfrutaban de los beneficios de sumergirse en aguas termales con sales traídas desde diferentes lugares del mundo.
Para la construcción de lo que luego fue llamado spa, utilizaron materiales traídos de Europa: herrajes de bronce, maderas, vitrales y cerámicos. Entre ellos se destacan los mármoles Arabescato blancos de cuatro centímetros de espesor que le daban un aspecto suntuario. Se trata de piezas irrecuperables, hoy imposibles de conseguir. Se fabrican de tan sólo dos o tres centímetros. Recubrían no solo las piletas, sino las mesas y las paredes de los boxes para cambiarse.
A imitación de las Termas de Caracalla, Luis ideó tres cámaras con tres temperaturas ascendentes y, finalmente, la gran pileta fría para refrescarse. Al terminar el circuito pasaban al Salón de Descanso, con mesitas para tomar algo y conversar. Era un lugar donde se llegaron a lavar y secar 1700 toallas por día.
“Colmegna era como estar en los Baños de Pompeya”, asegura Victoria Colmegna, artista conceptual e hija de los últimos dueños, quien está editando un libro con fotos de todas las décadas y anécdotas de los habitués. “Incluso en El Aleph, Borges menciona los baños turcos de Sarmiento y Esmeralda. Además el escritor Witold Gombrowicz estuvo ahí. Y seguramente también lo hizo el artista Marcel Duchamp”, agrega Victoria, al tiempo que pide que quienes tengan documentación o recuerdos sobre el lugar se contacten con ella al mail victoriacolmegna@gmail.com para incluir esos materiales en su libro.
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