Sorpresivo anuncio: Alberto Barbieri, rector de la UBA, resigna su reelección
Así lo confirmó en diálogo con LA NACION; luego de dos mandatos, dirá adiós al cargo el 1° de agosto
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Podría haberse presentado para un nuevo mandato. Legalmente estaría habilitado para hacerlo, aunque la última modificación del Estatuto Universitario –una propuesta impulsada por él mismo– establece que el rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA) puede tener solo una reelección y él ya acumula dos mandatos consecutivos. Alberto Barbieri, de 67 años, contador público y dos hijos que también estudiaron y se recibieron en la UBA, se despedirá de su puesto como máxima autoridad de una de las 100 mejores universidades del mundo el próximo 1° de agosto. Está seguro de haber tomado la decisión correcta, porque nada es más importante, dice, que dar el ejemplo.
“Era algo que ya tenía definido hace tiempo. Fui yo el que instrumentó esa propuesta y estoy convencido de que los rectores no deben estar más de dos mandatos consecutivos –repite Barbieri, que antes de asumir como rector fue decano de la Facultad de Ciencias Económicas–. Más allá de que legalmente podría hacerlo [porque como la resolución que modificó el Estatuto recién fue publicada en 2019, en términos legales su último mandato será considerado el primero] hay una cuestión ética insoslayable y tengo que dar el ejemplo. Lo correcto es la alternancia, es uno de los valores fundamentales que pongo como hito”.
Ayer, en la sesión del Consejo Superior se aprobó también por unanimidad el nuevo calendario electoral, que tiene fecha para el próximo 24 de junio y consagrará al nuevo rector para el período 2022-2026.
En una charla telefónica con LA NACION, Barbieri repasa algunos de los principales logros de su gestión, como la internacionalización de la UBA, con estrategias globales de intercambio y alianzas con más de 600 universidades en el mundo. También la construcción de Cero+Infinito, el edificio para más de 300 investigadores y estudiantes o la Escuela Técnica de Lugano, con formación en tecnologías de la información. Habla además de las dificultades que atraviesa la educación en el país, con foco en el secundario, y las deficiencias cada vez más notorias que tienen los estudiantes que empiezan el CBC. Pero es complicado avanzar, puntualiza Barbieri, sin presupuesto. “Si tuviéramos un proceso de inversión sin importar el gobierno de turno, podríamos estar mucho mejor posicionados”, se lamenta.
-¿Con qué logros y cuentas pendientes llega al final del mandato?
-Los máximos logros tienen que ver con poner a la universidad en el contexto internacional, con una visibilización de la UBA en el resto del mundo como no había tenido en ninguna otra época. Fue una internacionalización de todos los aspectos académicos y científicos de la universidad, un eje fundamental en la gestión. También la virtualización de la educación en pandemia, que nos sirvió para potenciar los procesos de enseñanza y aprendizaje; y todo lo que tiene que ver con la renovación de la infraestructura, como el edificio Cero+Infinito, el de Filosofía con más de 500 m2 y un gran auditorio o el nuevo pabellón de Agronomía, dedicado a la investigación en microbiología agrícola. Otro hito es la creación de la Escuela Técnica de Lugano, una idea que impulsé y que llevé adelante. Ya tenemos dos camadas de técnicos recibidos en mecatrónica y tecnología de la información. Es algo que me llena de orgullo y que revaloriza la formación en el nivel secundario.
-Más de la mitad de los jóvenes no termina el secundario, y de la otra mitad la mayoría no lo hace en tiempo y forma. ¿Con qué falencias llegan los alumnos al CBC?
-Tenemos un problema en la educación inicial y la secundaria muy fuerte. Llegan muy mal en lo que tiene que ver con la comprensión lectora y la lógica matemática. Si bien la universidad se encarga del área de grado y posgrado, nuestras escuelas preuniversitarias se distinguen por su calidad y por eso mostramos como un ejemplo lo que se podía hacer en la Escuela de Lugano, en barrios carenciados; sin examen de ingreso y con chicos que salen con un nivel académico de primer nivel. La universidad tiene que apuntalar a las autoridades de educación de todas las provincias.
-¿Es suficiente el CBC para nivelar los conocimientos no adquiridos?
-Nosotros hicimos muchos cambios en el CBC. Las modificaciones son permanentes porque estamos en contacto directo con la realidad y el nivel con el que llegan los chicos. Vemos dónde están las mayores necesidades y apuntalamos ahí. Si no existiera el CBC, sería casi imposible que muchos de los chicos pudieran continuar con su carrera universitaria.
-Con respecto a los episodios de violencia que ocurrieron en la Facultad de Filosofía, ¿cree que los estudiantes involucrados deberían ser sancionados?
-Voy a ser honesto. Si bien todas las cuestiones que suceden dentro de la universidad son importantes, para nosotros es un hecho menor. Hay que tener en cuenta que han votado 300.000 estudiantes en todas las facultades sin problemas. Hubo un incidente en Filosofía, con gente de la facultad y gente que no es de la institución, y se tomaron medidas. El Consejo Directivo de la facultad inició un sumario administrativo, un proceso necesario para tomar cualquier tipo de medida. Detectar quiénes fueron, si son de la facultad o no, hacer la denuncia que corresponde y, si son alumnos, iniciar las sanciones para que también tengan la posibilidad de descargo. Entonces, considero que es un hecho pequeño, que involucró a unas cien personas dentro de un gran ejemplo de participación plural y democrática en el que participaron 300.000 estudiantes.
-¿Qué espera del próximo mandato?
-La política universitaria no es un espejo de la política nacional, como siempre se trata de interpretar. Acá hay muchos factores, no solo ideologías previas y mucha gente dependiente de los partidos políticos, pero están en defensa de la universidad pública, de calidad, inclusiva. En ese sentido, el grupo al que pertenezco, en lo plural de las diferentes facultades, lo académico, lo ideológico y lo científico, sigue siendo la mayoría de la universidad. Y estoy seguro que de ese grupo surgirá el rector o la rectora, y el vicerrector o la vicerrectora que seguirán conduciendo los destinos de la universidad.
-¿Es una posibilidad impulsar al actual decano de la Facultad de Medicina? [N. de la R.: se trata de Ricardo J. Gelpi y una versión indica que podría ser el candidato]
-No me voy a adelantar a dar nombres. No me corresponde. Pero como rector sí soy uno de los actores que incide en quién va a representarme en los próximos mandatos.
-En 200 años de la UBA nunca estuvo una mujer al frente. ¿Podría ser esta vez?
-No te lo podría decir. Pero sí por primera vez, y como algo muy importante de mi mandato, se votó en todos los claustros con paridad de género. La Asamblea Universitaria tiene paridad de género.
-La UBA obtuvo el puesto 69 entre las 100 mejores del mundo, según el ranking QS. Pero los expertos que analizan esas listas sugieren que está atascada ahí por su falta de protagonismo en el área de investigación.
-Eso es así, y es una cuestión directamente proporcional a lo que es la inversión en investigación y en ciencia y tecnología de cada país. Si no conseguimos un proceso de inversión constante en el tiempo, no que vaya variando según el gobierno de turno, podríamos estar mucho mejor posicionados.
-¿Considera que esa falta de inversión dejó al desnudo algunas deficiencias en la enseñanza virtual durante la pandemia?
-Creo que la respuesta de la universidad fue espectacular. Hay que tener en cuenta que en más de 6000 materias en 103 carreras, 35.000 profesores y 320.000 alumnos hicieron de forma virtual todo lo que se podía hacer de esa manera. Había cuestiones que no se podían dar online, que tienen que ver con lo práctico en el caso de la ciencias de la salud. Todo lo que se pudo avanzar en ese sentido ahora nos queda como un activo y se irá actualizando en los procesos de aprendizaje durante los próximos años.
-¿Le gustaría volver a ser el decano de la Facultad de Ciencias Económicas?
-Voy a seguir con mis tareas académicas y de investigación; como director del Instituto de Investigaciones en Gestión, Desarrollo y Control de las Organizaciones [que depende de la UBA], y como director de la maestría de administración pública de la Facultad de Ciencias Económicas. También como profesional independiente y, por supuesto, colaborando en la nueva gestión con todo lo que haga falta, sobre todo en las relaciones internacionales que he cosechado en esta época.
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