“Su drama nos conmueve”. Por qué con los ucranianos Europa se muestra tan solidaria
Los gobiernos de Polonia e Italia, entre tantos otros, ahora reciben gustosos a refugiados; antes, los rechazaban
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VARSOVIA (Polonia).- Ola de 28 años y su hija Katalea, de dos, hicieron un periplo horrible para escapar de Ucrania. Asediadas por las bombas de Vladimir Putin, huyeron con un bolso grande, el cochecito y mucho miedo.
Pero su suerte comenzó a mejorar una vez que cruzaron la frontera con Polonia. Se alojaron en un centro de convenciones de Varsovia, la capital, donde recibieron un catre, abrigo y comida caliente. Anteayer, junto a otros 179 ucranianos, embarcaron en el Boeing 787 del argentino Enrique Piñeyro, que desde su ONG Solidaire hace vuelos humanitarios. Fueron recibidas con aplausos y cantos en el aeropuerto de Roma. Por el momento, tienen el afecto y la comprensión de la mayoría de la gente, además de la buena voluntad de los gobiernos europeos.
No siempre fue así. El 22 de febrero de este mismo año, la policía polaca encontró una persona muerta en su frontera. Era un desplazado que había sido rechazado en sus intentos por entrar al país, la víctima fatal número 19 de los últimos seis meses.
Línea dura
Hasta la crisis ucraniana, Polonia tenía una línea dura con los inmigrantes. Movilizó miles de soldados a su frontera alambrada con Bielorrusia y organizaciones de derechos humanos, como Amnesty International, denunciaron que expulsaban a los refugiados de Medio Oriente que habían logrado cruzar la frontera. Límite este de la Unión Europea, Polonia funciona como puerta de ingreso para miles de desplazados por guerras o conflictos.
¿Qué cambió? ¿Por qué los gobiernos de Polonia e Italia, entre tantos otros, ahora reciben gustosos a inmigrantes?
“Son europeos, iguales a nosotros, su drama nos conmueve”, explica Carmen Rayerbi en la estación central de tren de esta ciudad. Junto a otras dos jóvenes españolas trabaja buscando ucranianos que quieran ir a España en los autos de otros voluntarios. En la misma estación hay una mujer que ofrece vacunas, valijas de transporte y comida para los gatos y perros de los exiliados.
Solidaridad
La invasión de Rusia a Ucrania desató una oleada de solidaridad muy diferente a lo que suele ocurrir con los expulsados de Medio Oriente, que llegan a Polonia, o los africanos que se lanzan al Mediterráneo buscando las costas de Italia, Grecia o España.
Oscar Camps, el líder de la ONG Open Arms y aliado de Piñeyro en su cruzada para rescatar ucranianos, tiene experiencia de primera mano con los diferentes estándares que Europa aplica con los refugiados, según el color de su piel.
“Esto es lo mínimo que deberíamos hacer en cualquier crisis humanitaria: habilitar pasillos humanitarios para que la población civil no tenga que sufrir. Ocurre con los ucranianos y está muy bien, pero no ocurre en los otros 65 conflictos que hay ahora mismo”, dice elevando la voz sobre el bullicio del centro de refugiados de Varsovia, mientras organiza el traslado de los ucranianos, incluyendo 80 menores, que se subirán al avión de Piñeyro rumbo a Roma.
Bañero, amante del mar y de los barcos, Camps se conmovió con las imágenes de Alan Kurdi, el niño sirio de tres años que se ahogó intentando llegar a Grecia en septiembre de 2015, tomó sus ahorros y su equipo de socorrista y se fue a Lesbos a salvar vidas. Desde entonces, decidió salir él mismo a rescatar a los náufragos empujados al mar por conflictos armados en África y Medio Oriente y la insensibilidad de los gobiernos europeos.
Su tarea le restó tiempo para navegar -tiene un velero de 40 pies amarrado en Badalona, al norte de Barcelona, que casi no usa- y fama mundial. Hay cuatro documentales y una película de ficción basados en su trabajo con Open Arms.
También le generó mucha enemistad con diferentes gobiernos. “Fíjate que fácil que aparece todo y que predisposición hay para la acogida de ucranianos. Esto no ocurre en el Mediterráneo, donde a veces estamos solos, perseguidos y criminalizados”, señala.
Barcos
Además de su avión, Piñeyro puso a disposición un barco para que Open Arms opere en el mar. Al momento, está esperando que el gobierno español le de el visto bueno para navegar, un trámite que se está demorando mucho más de lo habitual. La razón es que el barco es una herramienta de rescate, pero también funciona como denuncia contra las políticas migratorias de España y el resto de Europa.
En 2019, otro barco de Open Arms con 147 migrantes rescatados del Mediterráneo a bordo estuvo parado 20 días frente a la isla de Lampedusa hasta que el fiscal de Agrigento, en Sicilia, permitió el desembarco. Por ese hecho, hay un juicio en curso contra el exministro del Interior italiano Matteo Salvini, acusado de un delito de secuestro de personas e incumplimiento de funciones.
“Es que los ucranianos son blancos, igual que nosotros, y prácticamente de la misma religión”, explica Camps sobre las diferencias en el trato. “El derecho internacional dice que todos tenemos la posibilidad de pedir auxilio o refugio, pero hay unos que sí tienen acceso a ese derecho y otros que, por lo visto, no tienen acceso”, concluye.
Jakob es un claro ejemplo de esta diferencia. Es funcionario del gobierno y organiza una visita para que los periodistas de todo el mundo que se acercan conozcan las facilidades que Polonia está generando para ayudar a los ucranianos, incluyendo un centro de atención médica con 20 profesionales por turno.
Toda la contención es poca para los 7000 niños y mujeres que duermen en catres negros alineados en los inmensos pabellones que alguna vez albergaron convenciones de empresas. El olor rancio de los dormitorios superpoblados de gente con escasas posibilidades de lavar la ropa, o asearse, se mezcla con el bullicio de los niños que juegan a la pelota o empujan carritos donados.
Un enjambre de buenas voluntades recorre el centro ofreciendo ayuda. Niko agita la bandera de Finlandia buscando voluntarios que quieran irse con él hacia su país. Manejó 13 horas en un bus y puede cargar a 21 ucranianos. Él correrá con todos los gastos.
Juan y Alberto ofrecen lo mismo, pero con destino a España. Son de Bilbao y manejaron durante dos días. Harán el trayecto de vuelta cuando completen el cupo de las nueve personas que pueden entrar en su furgoneta. Planean dormir en Berlín y luego, en Francia. “Me lo pide el corazón”, explica Alberto.
Casey es de Texas y reparte sonrisas y golosinas entre los chicos de la estación. Vino a Polonia para recorrer las montañas, pero la invasión rusa lo hizo cambiar de planes. “Tengo seis hijos, ¿cómo podría no ayudar a estos niños?”, argumenta.
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