Son argentinos, se mudaron a Valencia y cuentan las dificultades de instalar su negocio familiar
Natalia e Ignacio emigraron a España en diciembre de 2021; ahora, cinco meses y mucho esfuerzo después, pudieron hacer que su emprendimiento viera la luz
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En diciembre de 2021, el matrimonio de Ignacio y Natalia, junto a su hija Sofía, de 12 años, todos argentinos, emprendieron la aventura de partir a radicarse en otro lugar del mundo. El país elegido fue España, y la ciudad, Valencia. Cinco meses más tarde, merced a su esfuerzo y tesón, pudieron exponer en una feria valenciana las muñecas que abrazan y otros productos artesanales de Natina juguetes, su emprendimiento familiar que trasladaron de la Argentina al Viejo Continente. Felices por poder volver a empezar en un nuevo hogar, ambos agradecen “la buena onda de la gente” en Valencia y aseguran: “Acá nos valoran, nos dicen que los argentinos somos muy creativos”.
“Hoy se cumplen cinco meses de aquel 13 de diciembre de 2021 que nos tomamos el avión con mi familia para radicarnos en Valencia. Hoy, con mucho esfuerzo, Natina Juguetes arranca con Abrazos Natineros a compartir los juegos de los chicos en España”, escribió, en su cuenta de Twitter, Ignacio Marcalain, para contar a sus seguidores la buena nueva de su familia. Las fotos que acompañan el posteo lo muestran junto a Natalia Parodi, su mujer -a quien él define como “la locomotora, el alma y el motor” del emprendimiento- en el mercat Colon de la mencionada ciudad del este de España, donde instalaron un stand con sus productos.
La decisión de instalarse en otra ciudad era algo que ambos venían “masticando” desde hace años. “Siento que surge de una inquietud de abrir la cabeza, conocer otras realidades. Siempre nos gustó mucho viajar, y lo hicimos bastante, y pensábamos en esto de poder hacer nuestra vida en otros lugares, y vivir experiencias con otras costumbres, otras idiosincrasias”, cuenta, a LA NACION, Natalia, a través de una charla telefónica en la que también interviene su marido Ignacio.
“Esto empezó hace tiempo cuando Nati comenzó a hacer los papeles de la ciudadanía española, y luego se la pasó a nuestra hija Sofía. Queríamos que ella tuviera las herramientas para que pudiera hacer lo que quisiera en cualquier lugar del mundo. Nosotros hablamos idiomas, le enseñamos eso a ella, que iba a una escuela internacional en la Argentina y ahora también acá”, dice Ignacio, que fue durante unas tres décadas camarógrafo de la división noticias de Canal 13 y de TN.
“Se fueron dando las cosas para irnos -agrega Ignacio-. Los años de la pandemia nos mostraron que había otras realidades, yo cumplía 30 años de trabajo, como que se terminaba un ciclo y así nos decidimos. Consensuamos entre los tres, lo hablamos con la familia y ellos dijeron que se ponían tristes porque nos íbamos, pero contentos por la ilusión que llevábamos de empezar de nuevo. Hicimos las valijas, nos mudamos con lo mínimo y nos lanzamos a la aventura”.
“Nos decidimos por Valencia, que es una ciudad muy linda, porque nos dijeron que era un lugar idóneo para la fabricación de juguetes, y porque la cercanía del mar nos tiraba mucho a los dos”, cuenta Ignacio, que para cerrar la idea de la importancia de tener cerca las aguas del océano -en este caso el Mediterráneo-, dice que su mujer es de Puerto Madryn, y “vivió toda su infancia a dos cuadras del mar”.
El emprendimiento que cruzó el océano
La aventura del viaje incluía llevar de la Argentina parte del emprendimiento que creó, en 2004, Natalia: Natina juguetes. Se trata de una empresa familiar que nació con la creación de una muñeca hecha para abrazar a la sobrina de tres años de Natalia y creció con estas muñecas como estandarte -ahora son tres modelos, Natina, Lala y Mili y vienen con un libro que explica los beneficios de los abrazos- y con una cantidad de otros objetos pensados para el juego y la creatividad de los pequeños: caballos con palos de madera y rueditas, kits para que los chicos hagan muñecas, arco iris, para que armen sus propios juguetes, pequeños teatros de cartón, “quitamiedos” y muchas cosas más.
“Nosotros somos muy lúdicos, nos gusta mucho jugar y nos gusta lo que hacemos. Ella diseña todo y a lo que hace le da un valor agregado, un concepto. Ella piensa las cosas, y yo estoy en la parte técnica de cómo llevarlas a la vida, cómo armarlas”, explica Ignacio, que cuenta que ya compraron una máquina de coser y otros artefactos para su artesanal labor de la creación de juguetes.
Claro que para que la magia de Natina fluyera también en Valencia -el emprendimiento continúa en la Argentina, con una importante cartera de clientes, de la mano de Malala, hermana de Natalia-, hubo que hacer un gran esfuerzo. “Nos costó porque fue como empezar algo de nuevo sin conocer el paño -asevera él-. Hubo que conseguir proveedores, materias primas, todo para generar la producción y el sustento acá”.
En España encontraron otra realidad respecto a los materiales para la fabricación de juguetes y es que todo se hace con productos sustentables. “Todo está hecho con procesos orgánicos, que no afectan el medio ambiente. Aprovechamos y buscamos ese tipo de cosas a las que acá se las tiene bastante en cuenta”, añade Ignacio.
Claro que también para poder exhibir y ofrecer los productos en una feria y comercializarlos, así como para todo lo relativo a la radicación, hubo que hacer “un montón de trámites”, en palabras del argentino. “Nos íbamos a hacer una remera que dijera: ‘Mande un mail y espera la respuesta’ -bromea Ignacio-, porque para todo, aunque expliques personalmente algo, te piden eso”. “Es muy burocrático, pero te quedás tranquilo porque al final lo que necesitás sale. Te dicen ‘una semana’ y a la semana está”, añade Natalia. “Lo que pasa es que a nosotros, como argentinos, nos come la ansiedad”, remata su pareja.
El debut en Valencia: “Vender nos puso contentos”
Lo cierto es que, luego de los trámites y el esfuerzo, Natina juguetes hizo su presentación en España el 13, 14 y 15 de mayo en el Mercat de Colón, un antiguo centro de abasto reciclado con un diseño muy moderno donde se suelen realizar todo tipo de ferias. “Fuimos sin mucha expectativa porque somos nuevos y no nos conocen. Nos presentamos para testear si gustan nuestros productos. No pensábamos vender, pero cuando vendimos nos sentimos muy contentos”, cuenta Natalia, sobre la primera experiencia pública de sus juguetes en Europa.
“La respuesta fue muy positiva porque se enganchaban con el concepto de las muñecas, de que los chicos incorporen el abrazo de forma lúdica. Me hizo muy bien que hubiera interés”, comenta la creadora de Natina, y cuenta el roce mundial que tuvieron sus creaciones, ya que se mostraron encantados con ellas niños y adultos de Marruecos, Grecia y, por supuesto, España, entre otros países. “Estamos entendiendo que la energía que uno le pone a las cosas ayuda un montón”, dice Natalia, a modo de reflexión.
El próximo paso de la marca de juguetes que atravesó el océano Atlántico será una feria de diseño que se va a realizar en junio en los Jardines de Viveros de Valencia, llamada Palo Market Fest. “Una vez que tengamos el certificado de juguete seguro, que está en trámite, vamos a empezar a contactar jugueterías didácticas, que son el target nuestro, juguetes que tampoco usan plástico, ni siquiera en el packaging”, relata Ignacio.
A la hora de hacer un balance de la experiencia valenciana pasados los cinco meses de su arribo, el matrimonio asegura que “fue positiva”. “Estamos felices”, dice Natalia y su marido acota: “Eso no quiere decir que no tengamos nuestras dudas, miedos, ansiedad, pero el balance es positivo”. Ambos afirman que las herramientas tecnológicas sirven para “mantenerlos cerca” de la familia y los amigos.
Natalia e Ignacio, que hablan y se complementan con la complicidad que les otorgan sus 24 años de vida en común -seis de novios y 18 casados-, señalan que “hasta el momento” no extrañan nada de la Argentina. “Ninguno de los dos es fanático de nada, ni el dulce de leche, ni el fútbol, no tenemos la argentinidad al palo, somos un mal ejemplo para eso”, dice él, entre risas.
“La que al principio extrañaba un poco era Sofi, pero por suerte eso ya cambió: tiene un grupo de amigas de la que la hicieron parte. Verla bien nos da una alegría enorme, porque esto lo hicimos pensando en ella”, señala la creadora de Natina.
Las diferencias con los valencianos
En cuanto a la actitud de los locales frente a esta familia de argentinos recién llegados, Natalia se sintió bienvenida. “Me sorprendió bastante la buena onda de la gente -asevera-. Fuimos muy bien recibidos, nos quieren mucho, no nos sentimos para nada extranjeros. Nos valoran. En la feria que estuvimos nos decían que los argentinos éramos muy creativos”. “Nos tienen además como muy buenos vendedores, porque dicen que hablamos mucho”, apostilla él.
Entre las diferencias entre la gente de Buenos Aires -la familia Marcalain vivía en Vicente López- y los valencianos, ellos señalan el tema idiomático. “Hablamos el mismo idioma, pero con palabras diferentes. Hay expresiones nuestras que no entienden y cosas de ellos que no entendemos”, dice Ignacio. En el mismo sentido, pero un poco más allá del idioma en sí, Natalia suma: “En determinadas cosas se extraña que allá, en la Argentina, yo te digo una cosa y nos entendemos. Tenemos los mismos códigos. Acá tengo que explicar más y dar ejemplos, porque no terminan de entender la emoción que quiero transmitir”.
Otra de las situaciones distintas que, a la postre, resultó ser positiva, es la manera más tranquila que tienen allí de hacer las cosas. “A veces los tiempos que ellos tienen son más laxos, llevan más tiempo las cosas. Primero nos choca, pero después terminamos diciendo: ‘Es lo que vinimos a buscar, calidad de vida, que no tengamos que estar corriendo todo el tiempo’”, señala Ignacio, que también cuenta que allí es posible ver gente en los bares con los celulares sobre las mesas o con los teléfonos en el subte o la calle “sin sentir ninguna amenaza”.
“El otro día salí a despedir a unos amigos, y fuimos caminando con Sofía como a las tres de la mañana. Paseamos cerca de un parque, y había otra gente por ahí, todos tranquilos”, añade. “En ese sentido, a estar relajados con el tema seguridad y a que las cosas funcionen bien te acostumbras rápido. No nos costó”, dice Natalia.
Para finalizar, el matrimonio que quiere instalar en España su empresa familiar de juguetes asegura que se han encontrado en Valencia y la región con otros compatriotas que viven por allí y que tienen todos algo en común. “Los argentinos somos resilientes. Le damos para adelante. Y los que encontramos acá son todos así, van para adelante y están contentos”, concluye Ignacio.
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