Solo hay dos iguales en el mundo: la megaantena que recibe en Mendoza datos claves de misiones europeas al espacio profundo
A unos 40 kilómetros de Malargüe, tiene una altura total de 40 metros y un peso de más de 600 toneladas; las otras dos están en Australia y España
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MALARGÜE.– “Esto está llegando desde Marte”, dice como al pasar Diego Pazos, mientras señala uno de los tantos monitores que recibe señales, justo debajo de la antena. No es una antena cualquiera, sino que es LA antena: una de apenas tres que existen en el mundo para darles seguimiento a las misiones europeas en el espacio profundo. Las otras dos están en Australia y en España; la tercera es la que manejan Pazos y su gente de Telespazio, la compañía que contrata la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) para el crucial manejo local. La antena está en Malargüe, Mendoza, funciona desde 2012 y en esta semana recibe contingentes para mostrar cómo trabaja dentro de su extrema complejidad.
En medio de la cordillera, junto a la ardua vegetación de jarillas, molles y coirones, la antena luce impar en la aridez mendocina, en la zona conocida como Agua Escondida, entre La Payunia y Llancanelo, a unos 40 kilómetros de la ciudad de Malargüe. El sistema tiene una altura total de 40 metros y un peso de más de 600 toneladas sobre una torre de hormigón de casi 2000 toneladas. Así como llegan, los datos estelares son retransmitidos a uno de los cuarteles centrales de la ESA, en Darmstadt, Alemania.
“La antena recibe información del estado de los aparatos de las diferentes misiones, así como la información científica que recolectan y del lugar dónde están dentro del sistema solar”, cuenta Javier de Vicente, el ingeniero en sistemas español de la Dirección de Operaciones de la ESA, que formó parte del recorrido del lunes que incluyó a los estudiantes porteños de secundaria Felipe Drago y Giovanni Alarcón Rivas, ganadores de un sorteo realizado en el Space Day del Planetario de Buenos Aires, junto con periodistas locales y LA NACION.
La antena mendocina no solo está en contacto con Marte (misiones Mars Express y Exomars), sino también con Venus (Venus Express), Mercurio (BepiColombo), el Sol (Solar Orbiter) e incluso el cometa Churyumov-Gerasimenko (Rosetta), entre otras. “El nivel de precisión que tenemos –sigue De Vicente– hace que midamos la velocidad a niveles de milímetros por segundo y la distancia, con una justeza de centímetros para misiones de millones de kilómetros”.
El sitio de la ESA en Malargüe tiene un total de un kilómetro cuadrado y, además de la antena propiamente dicha, abarca un edificio de operaciones, una planta de almacenamiento y una sala de bombas; el procedimiento es tan delicado y el seguimiento debe ser tan preciso que todos los sistemas deben estar duplicados (ser redundantes, en la jerga), lo que va tanto para los equipos electrógenos para el caso de cortes de luz –frecuentes– como para la fibra óptica que envía los datos a Alemania; si se cortara el flujo, podrían perderse misiones de millones y millones de dólares, además de valiosa información científica.
No hay investigadores que analicen los datos dentro del parque de Malargüe, todo va a las oficinas centrales, donde los procesan cientos de expertos. Aquí, la antena es manejada por los empleados de Telespazio, que deben estar atentos a posibles desperfectos, señales que no llegan debidamente y otros asuntos inoportunos, para venirse desde Malargüe a cualquier hora y en cualquier condición climática, zonda (ráfagas de hasta 150 km/hora) o nieve, entre las más complejas de manejar. El trabajo de mantenimiento es tan delicado, cuenta Pazos, que se sabe cada una de las tareas a realizar hasta con un año de anticipación.
La antena mendocina, junto con la australiana y la española, forman parte de la llamada “red del espacio profundo”, es decir, para misiones destinadas a más de dos millones de kilómetros de la Tierra, que requieren lo dicho: un altísimo nivel de precisión y calibración. Aunque el 90% del tiempo de la antena lo usa la ESA, el restante queda en manos de radioastrónomos argentinos que pueden investigar así púlsares y cuásares, según contó aquí Marcelo Colazo, gerente de vinculación de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) y enlace entre Europa y la Argentina.
¿Dos antenas o ninguna?
Pese a los éxitos científicos de la antena, hubo algunos ruidos en la relación entre europeos y argentinos. La estación de la ESA, de uso civil, había sido puesta en la mira en abril por las actuales autoridades nacionales debido a que su actividad es similar a la que China tiene en Neuquén y, como entonces se sospechaba del país asiático, sucedió lo mismo con esta base mendocina. Por lo tanto, ambas locaciones recibieron inspecciones que encabezó el ahora exsecretario de Ciencia y Técnica Alejandro Cosentino; como solo se encontró ciencia, todo continuó como antes y el escándalo se disipó en la nada.
Pero otros asuntos complicaron el panorama. Por un lado, el incumplimiento por parte del país de la pavimentación del tramo de unos 25 kilómetros hacia el parque que hoy se hacen por un ripio en pésimo estado, que incluso puso al descubierto en ciertos sectores la fibra óptica que conecta al sitio. Tan evidente es la falta que el propio intendente de Malargüe, Celso Jaque (gobernador de la provincia entre 2007 y 2011), comenzó su discurso de inauguración de la semana de puertas abiertas con un pedido de perdón a la ESA por la ruta no ejecutada pese al contrato firmado. Jaque prometió “coordinar esfuerzos entre Nación, provincia y municipio para que se asfalte el tramo”.
También mencionó otro nubarrón: la minería. Existe un proyecto para explotar la zona incluso dentro del área delimitada por el parque provincial, lo que afectaría la actividad de la sensible antena. “Queremos la minería, pero también preservar el parque y que incluso que se haga otra antena”, dijo. El predio donde se ubica la actual está en comodato con la municipalidad hasta 2060, pero si la minería de cobre –por ahora en etapa de exploración– se metiera dentro del área de exclusión de diez kilómetros a la redonda, la antena ya no servirá y se convertirá en poco menos que un fósil tecnológico.
La referencia a “otra antena” es el último punto de discusión. Así como en Australia se está terminando una cuarta antena de espacio profundo, la ESA busca hacer lo mismo en Malargüe, para aumentar la capacidad de seguimiento de las misiones espaciales lejanas. Pero esa inversión de alrededor de 50 millones de dólares puede ir a Chile, si escala la intención minera. En ese sentido, Anabelle Fonseca, funcionaria de la ESA que es responsable de las relaciones internacionales para América Latina, dijo aquí que “hay tiempo hasta mitad de 2025 para presentar a los estados miembros de la ESA los datos técnicos de la Argentina. Por eso es imprescindible que esté la ruta terminada y que no avance la minería dentro del parque”.
Los estudios técnicos para la segunda antena ya comenzaron, lo que incluye aumentar la potencia eléctrica y la instalación de una planta de energía solar que cubra al menos una parte del enorme consumo que tiene la antena. “Como estamos hoy, no se aprobaría la [construcción de la] segunda antena, pero tenemos confianza en la reunión que vamos a tener esta misma semana en la Cancillería argentina para destrabar el conflicto, que bajo ningún punto de vista queremos que escale”, dijo Fonseca a LA NACION.
El tema minería le estalló a la ESA hace apenas unas semanas. “Si hay exploración minera la antena no va a funcionar y no se va a construir la otra. Con un taladro cerca se arruina la recolección de datos de la antena, y lo cierto es que hay dos lugares seleccionados a explotar por la minería a solo cuatro kilómetros de la estación. Por suerte, la municipalidad es consciente del problema”, agregó Fonseca, que encara una estrategia para continuar con la investigación científica desde Mendoza que incluye un afamado estudio de abogados en Buenos Aires, aunque ella preferiría que el tema no escalara dada la cantidad de proyectos conjuntos entre Europa y la Argentina que podrían estar en riesgo. Y que así los datos de Marte sigan llegando a Malargüe.
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