Cascos Blancos: así es el trabajo humanitario de civiles argentinos en todo el mundo
LA NACION accedió al listado completo de las misiones humanitarias que el organismo de Cancillería, que trabaja con civiles, desplegó desde su creación y que, desde el año pasado, también llegó al país
Algunos son médicos, otros ingenieros o enfermeros, rescatistas, psicólogos, maestros, arquitectos. Pero la profesión, oficio y género de los miembros de Cascos Blancos es indiferente a la hora de llevar adelante su misión: la solidaridad. Eso es lo que los mueve a poner en pausa su vida y viajar a donde sea necesario para brindar ayuda humanitaria y voluntaria a personas que sufren desde guerras hasta catástrofes naturales.
Este organismo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina, único en su tipo en el mundo, es el encargado de diseñar y ejecutar la asistencia humanitaria internacional basándose en la cooperación, la solidaridad y la participación comunitaria. “Es enteramente civil y se apoya en un cuerpo de voluntarios nacionales e internacionales”, explicó a LA NACION Alejandro Daneri, embajador a cargo del brazo humanitario de la Cancillería Argentina.
Desde su creación en 1994, los Cascos Blancos ya desarrollaron 286 acciones de asistencia humanitaria en 81 países de los cinco continentes. Para ello, se desplazaron 678 voluntarios, tal como se ve en la infografía desarrollada por LA NACION Data, que accedió al detalle de cada una de las misiones. Desde el año pasado, y por un cambio en la ley, también comenzaron a brindar ayuda en el país, donde ya desarrollaron 55 acciones con la participación de más de 500 voluntarios.
“Desplegar con Cascos es una experiencia única. Es imprescindible comprender las culturas locales para poder hacer un correcto análisis de situación en terreno y realmente colaborar, sea fortaleciendo capacidades locales, reduciendo el riesgo de desastres en el ámbito de la salud, en la construcción de resiliencia comunitaria o en la asistencia en respuesta a emergencias”, dijo a LA NACION Leandro Herbón, médico que estuvo al frente de la campaña que se hizo en Misiones y en Paraguay este año a raíz de las inundaciones en la zona.
Sobre esa experiencia recordó: “Recorrimos la provincia de Corrientes, luego La Cruz, Alvear, Santo Tomé llegando con donaciones de pastillas potabilizadoras de agua hasta la república hermana del Paraguay. La experiencia fue inolvidable. En lo personal, tuve el lujo de conducir un equipo de 15 voluntarios de Cascos Blancos altamente instruidos.
El armado del equipo, una de las claves
“Las misiones que desarrollamos son a través de un llamamiento internacional humanitario o a través de un ofrecimiento que debe ser aceptado por el país afectado, bajo los principios de imparcialidad, neutralidad, independencia y humanitarismo”, dijo Daneri y agregó: “Por eso, resulta clave conocer en detalle qué tipo de trabajo se hará, para enviar a los voluntarios adecuados, porque el tiempo y las posibilidades son limitadas y se deben aprovechar al máximo”.
“Cuando salimos, siempre buscamos el perfil adecuado. Si llevas al calificado ayudas a mucha más gente”, detalló el diplomático.
Con esa visión coincide Cecilia González, que con tan sólo 24 años ya encabezó el año pasado una misión al Líbano, donde un grupo de voluntarios fue a instalar una carpa sanitaria en un campo de refugiados y a brindar asistencia psicológica a las familias que fueron desplazadas por la guerra.
“Comencé haciendo cursos de primeros auxilios y me gustaron. Trabajé en emergencia, inundaciones y centros de evacuados y vi que Cascos Blancos tenía una tarea abocada a eso, por eso decidí sumarme”, dijo a LA NACION la joven bonaerense y agregó: “En el Líbano, por más que teníamos la barrea idiomática, fuimos muy bien recibidos. Armamos una unidad sanitaria, una farmacia y la completamos con los insumos para que sea una salita hospitalaria atendida por la gente de allá. Además, hicimos tarea social”.
Una de las claves para la institución es educar, para que los cambios perduren luego de que terminen las misiones. “Queremos enseñar a caminar a la gente y no ser un placebo. Lo que más nos interesa es que la gente que vaya pueda servir con sus capacidades”, detalló Daneri, que destacó la posibilidad de poder brindar asistencia dentro del país luego de la sanción de la ley 27287 de Sistema Nacional para la Gestión Integral del Riesgo y la Protección Civil (SINAGIR).
“Es algo voluntario, más que un trabajo. No cobramos un sueldo, sólo nos pagan los pasajes y unos viáticos para los gastos allá. En todas las misiones lo importante es lo que hacemos. Nunca esperamos un pago o reconocimiento económico, sólo queremos ayudar”, dijo a LA NACION Nicolás Monza, voluntario y jefe operativo de Cascos Blancos en las misiones humanitarias en Líbano y en Haití el año pasado.
Los tres tipos de asistencia
Tanto el embajador como los voluntarios tienen en claro que la ayuda humanitaria que brindan es temporal. Durante ese período, se busca formar a las comunidades para que puedan incorporar esas técnicas en su vida cotidiana.
Los Cascos Blancos se despliegan con tres tipos de finalidades explicaron:
- Ante emergencias o desastres socionaturales donde se envían suministros y equipos de voluntarios para asistir a las comunidades, capacitando a los recursos locales en el manejo de insumos humanitarios y en el fortalecimiento del voluntariado local.
- El otro de los focos es la rehabilitación y reconstrucción. “Una vez superados los impactos inmediatos de la emergencia, emprendemos acciones de mediano y largo plazo para el desarrollo, mediante medidas estructurales y no estructurales para que la comunidad afectada pueda recuperar y retomar paulatinamente su cotidianeidad”, dijo Daneri.
- Por último, también está la gestión integral del riesgo y resiliencia en la que se brinda capacitaciones y talleres para construir herramientas de prevención y mitigación del riesgo de desastres, y desarrolla iniciativas destinadas a la reducción de las vulnerabilidades y fortalecimiento de las comunidades.
“Por ejemplo, tras el huracán Katrina, necesitaban personal hispanoparlante, médicos y psicólogos. En ese caso, Argentina podía aportar mucho y se fue con una misión”, contó Monza y agregó: “Me ayudó a abrir la cabeza y entender que las personas tienen otras culturas y yo me tengo que adaptar a ellos. No es fácil apagar todas esas ideas y preconceptos”.
El momento de decir adiós
“Hace pocos días volví de una misión como jefe médico con un equipo de 10 profesionales de la salud de distintas especialidades, que desplegamos en la localidad de Cuña Pirú, atendiendo comunidades indígenas de la provincia de Misiones. La experiencia fue muy movilizadora, y estoy seguro que por un momento a más de uno de nuestro equipo se nos pasó por la cabeza, no sé si quedarnos a vivir, pero sí poder estar más tiempo ahí dando nuestra gotita de agua en ese mar de caritas sonrientes mientras estábamos con ellos asistiendo o jugando”, contó Herbón. Ese caso manifiesta una sensación que es común a todos los voluntarios cuando deben poner fin a la misión.
El mismo sentimiento invadió a Cecilia estando en el Líbano. “Nos dimos cuenta que podíamos hacer aún más cosas de las que teníamos previstas hacer. Avanzamos lo más que pudimos, pero uno siempre quiere ayudar más, dar un poco más”, aseguró la joven, que comenzó a los 21 años su tarea solidaria y humanitaria. Y agregó: “Siempre quiero seguir aprendiendo. Es una pasión trabajar en esto”.
La misión 287 comenzó el sábado pasado
El sábado pasado, un voluntario, cuya profesión es ingeniero agrónomo, viajó hasta la comunidad de Mangundze, provincia de Gaza en Mozambique, África, con el objetivo de contribuir con el fortalecimiento de las capacidades locales de auto producción de alimentos.
En Mozambique, el 80% de la población depende de la agricultura a pequeña escala, con una rentabilidad muy baja. El paso del fenómeno El Niño dejó a 2 millones de personas con necesidades urgentes. Las graves sequías y las inundaciones provocaron una escasez de reservas de alimentos, semillas, ganado y ahorros familiares. "Ante esta situación, y en respuesta al pedido realizado por el Director de la Missäo Säo Benedito de Mangundze, padre Juan Gabriel Arias, Cascos Blancos desarrolla una misión de asistencia humanitaria”, explicaron desde Cancillería, a través de un comunicado.
Desde el 26 de agosto al 24 de septiembre, el voluntario de Cascos Blancos, Julio Luconi, brindará apoyo a la población rural en manejo agropecuario para el auto consumo, mediante el intercambio de experiencias, capacitaciones, visitas a los campos, asesoramiento y cooperación en la búsqueda de mejoras o soluciones a los problemas identificados.
El desarrollo de la asistencia consistirá en la formación de “técnicos, asistentes o promotores” que, en forma voluntaria, cumplan la función de asistentes extensionistas en las distintas comunidades, y en la creación de chacras demostrativas para la realización de prácticas para aquellas técnicas agropecuarias que se pretendan incorporar o mejorar.