Desde edades cada vez más tempranas, se observan chicos y chicas con agendas completas que les impiden un descanso apropiado; el trabajo de los padres modificó en muchos casos el sistema de horarios familiar, que ahora se replantea; irritabilidad y ansiedad, algunas de las señales de alerta
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Las actividades para los chicos se multiplican con una agenda que muchas veces no les permite un descanso apropiado: patín, fútbol, tenis, telas, natación, pintura... Se suman los cumpleaños o los programas entre compañeros después del colegio, no importa si es turno simple o jornada completa. Para ellos, el día comienza muy temprano y son pocas las veces que pueden dormir siesta. Por la noche están fundidos: se muestran irritables, de mal humor y hasta rompen en llanto. Esta escena, que se replica en los hogares de familias argentinas, coincide con un momento en el que ambos padres suelen trabajar muchas horas. La sobreexigencia de los adultos en estos tiempos no es novedad, pero...¿qué pasa con los chicos?
La psicóloga infantil María Laura Lezaeta afirma que desde edades cada vez más tempranas se observan chicos y chicas repletos de actividades extracurriculares y sostiene que, en muchos casos, finalizan el día sin haber tenido tiempo para un descanso ni para jugar libremente.
“Si bien los chicos suelen realizar estas actividades con entusiasmo, es importante regular las expectativas de los adultos. Muchas veces, la iniciativa proviene de los padres, quienes no advierten que los sobreexigen, lo que puede llegar a ocasionarles mucho estrés”, indica.
Lezaeta plantea que es fundamental que los niños tengan momentos libres durante la semana: “El descanso es indispensable para su salud física y mental. La siesta facilita la recuperación física y psíquica, disminuye la tensión y mejora el humor y el rendimiento escolar”.
“No da abasto”
India llega del colegio a las 16.15 y, desde que sus papás decidieron acotar las actividades extraescolares, solo va una vez por semana a hockey. “Si no, no da abasto, termina muy cansada “, dice Loli Larguía, su mamá. Reconoce que antes, sus tres hijos -de 15, 13 y 8 años- realizaban más actividades, pero cuenta que ahora solo les permite elegir una. “India es la más chica y, aunque también le gustaría ir a dibujo y a cerámica porque van sus amigas, preferimos que tenga tiempo para descansar en casa después del colegio”, explica.
En cuanto a su experiencia con su hija más pequeña, de 9 años, Clara Tognetti, licenciada en piscopedagogía y en psicología, admite que aceptó que realice varios deportes después del colegio, aunque no se inclina por una agenda completa. “Estoy muy dedicada a la crianza de mis hijos y me gusta que descansen y no estén sobrepasados. En el caso de Rosario, accedimos porque es muy dotada para los deportes, le gustan mucho. Ella asiste a un colegio privado bilingüe y tiene casi todos los días una actividad extra. Los lunes y jueves va a hockey, los martes estaba haciendo arte y nos pidió probar tenis, los miércoles practica fútbol y los viernes invita amigas o la invitan”, cuenta. Sin embargo, subraya que siempre vuelve del colegio a su casa, toma la merienda tranquila y luego empieza las actividades en un club muy cercano. “Antes de las 19 ya está de vuelta y a fútbol, que es más relajado porque no le exigen tanto, falta cuando lo necesita”, señala.
Modificación del sistema familiar
Julieta del Caño, médica especialista en psiquiatría infantojuvenil del Hospital Alemán, pone el acento en que la jornada laboral se extendió para muchos padres y madres. Las necesidades económicas empujan a sostener más de un trabajo y, aun en los hogares donde el dinero no es un problema, los adultos suelen tener ocupaciones de alta demanda horaria. “Esto modificó el sistema familiar y cambió las actividades de los más chicos. Se extendieron las jornadas escolares a doble turno, con horarios de entrada incluso más temprano, la llamada prehora, y salidas más tarde, además de las actividades extracurriculares mientras los adultos siguen trabajando”, describe. Del Caño considera que existe una sobreexigencia que les impide tener tiempo libre, lo que puede interferir en su creatividad.
“En la mayoría de los casos, no provoca complicaciones, más que un cansancio normal por estar todo el día haciendo actividades. Pero, en algunos niños, puede ser contraproducente y generar problemas derivados del estrés, de manera que los padres deben estar en alerta”, sostiene. Según la experta, la falta de ocio, la sobrecarga horaria y el hecho de estar el día entero fuera del hogar no son tolerados por todos los chicos y las consecuencias se pueden traducir en alteraciones emocionales y conductuales, además de dificultades en el aprendizaje y en la afectividad.
Lezaeta, que además es socia fundadora de Juegología, destaca la necesidad de que los chicos puedan conectarse con su interior, teniendo en cuenta que se ven inmersos la mayor parte del día en actividades guiadas por personas, horarios y espacios externos. La atención, la energía y el tiempo suelen estar enfocados en el afuera. “No tienen, entonces, la posibilidad de mirar hacia adentro y bucear en experiencias que les permitan poner a prueba su creatividad y su imaginación. En ese sentido, el tiempo libre les permite descubrir qué les gusta, qué tienen ganas de hacer, interrogantes que contribuyen a desarrollar y consolidar su identidad”, asegura.
“Hay mucho más peso en el hacer que en el ser”, sostiene Tognetti en base a su experiencia en colegios privados de zona norte. “Existe una ansiedad de que los chicos no se queden afuera de nada. Por otra parte, muchos padres buscan evitar que sus hijos están frente a las pantallas a través de las actividades extracurriculares”, plantea la especialista. Su propuesta es sentarse a pensar qué es lo que realmente cada chico quiere, qué lo hace feliz y lo nutre. “Hay que hacerlos elegir, es necesario hacerlos descartar algo como enseñanza también para que aprendan a tolerar la frustración”, dice.
Coincide con el resto de los expertos en la importancia de garantizar más tiempo de descanso para los menores de la casa: “Hay que valorar el reposo, el hacer actividades no pautadas, más lúdicas, que permiten bajar el estrés. Para los chicos es muy necesario”.
Tras su decisión de restringirles actividades extracurriculares, Loli ve a sus hijos más tranquilos y menos estresados. “Para mí el momento en que llegan del colegio es sagrado, nos sentamos a merendar, a charlar, sin celulares, me cuentan su día, les veo las caras, cómo vienen, cómo se sienten. Por ejemplo, a India le armé un espacio que es su taller de arte donde disfruta mucho. Otra pauta que implementé es que no invita amigas durante la semana, solo viernes o sábado, porque si no termina demasiado cansada”, comenta.
Los tiempos de pausa se convirtieron en prioritarios para Loli, quien procura que Vicente, su hijo de 13 años, pueda encontrar sus espacios para disfrutar de tocar la guitarra en casa cuando le dan ganas de hacerlo y sin exigencias.
Sin embargo, no todos los padres tienen la posibilidad de recibir a los chicos después del colegio y allí radica una de las mayores dificultades para aplacar las agendas cargadas de actividades.
Señales de alerta
Para los especialistas, es clave que los adultos identifiquen determinadas señales que pueden indicar que un niño necesita más descanso. Sobre este punto, Lezaeta menciona no pasar por alto modificaciones en el comportamiento de los chicos, por ejemplo, si se encuentran irritables o si hay cambios en su rendimiento escolar, como problemas para concentrarse o prestar atención. La sobreexigencia y el cansancio extremo pueden estar en la base de esas alteraciones.
Del Caño suma que también pueden aparecer dolores de cabeza, problemas para conciliar el sueño, ansiedad o preocupaciones constantes, falta de apetito, inquietud, miedos nuevos o regresiones a comportamientos típicos de etapas anteriores.
“Cuando percibimos estos cambios, es importante que como adultos accionemos lo más rápido posible y realicemos las modificaciones necesarias en la rutina de ese niño y en la dinámica familiar. También hay que tener presente que si como adultos no contamos con las herramientas o vemos que no podemos acompañar la situación de estrés, busquemos ayuda profesional”, explica.
¿Cuántas horas deberían dormir?
“El niño en edad preescolar, entre los 3 y los 5 años, suele dormir entre 10 y 13 horas por noche, además de la siesta, que cada vez es más corta. En la edad escolar lo recomendado es que duerman entre 9 y 12 horas cada noche. Los adolescentes, de 13 a 17 años, entre 8 y 10 horas”, precisa la pediatra Cecilia Avancini, quien asegura que se trata de los parámetros ideales para un desarrollo físico, cognitivo y emocional óptimo.
La médica subraya que los padres deben saber que el sueño es importante para el crecimiento de los chicos y afirma que aquellos que duermen bien tienen sistemas inmunitarios más fuertes, mejores comportamientos y rendimientos académicos, más memoria y salud mental.
“El tiempo libre ayuda al descanso mental y físico, y estimula la creatividad. También es bueno que puedan decidir qué hacer en sus ratos libres”, añade Avancini. “Concurrir a sus actividades no debe ser un deber sino una elección”, coincide Del Caño, quien propone estimular los encuentros en casa para compartir juegos de mesa, cocinar o mirar películas en familia.
Un modelo de comportamiento saludable implica, por último, que también los padres puedan manejar su propio estrés, tarea nada fácil en tiempos acelerados y de hiperconexión. El ejemplo de ellos, una vez más, resulta imprescindible.
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