Marcelo "Moska" Bajanale se desliza a toda velocidad en la pista de skate de Nordelta. Baja y sube por el bowl haciendo piruetas como todo un experto. Es lógico: tiene 53 años y anda en skate desde 1978.
"Era pleno mundial de fútbol, te trataban como a un enfermo mental, como a un delincuente. En esa época éramos bastante marginales y marginados, pero era muy divertido", relata Moska, que es carpintero y se dedica a construir pistas de skate.
Si bien es un deporte extremo asociado a la juventud, hay muchos mayores de 40 en Argentina que siguen "pateando". Algunos no dejaron nunca. Otros pararon en algún momento de su madurez y volvieron hace poco, cuando el estilo Old School (viejos trucos hechos con skates antiguos) se puso de moda.
"A mí me han llevado preso por andar en skate, me han sacado de lugares con una escopeta en la garganta sólo por ir a andar en skate", recuerda Moska sobre su juventud díscola en Mar del Plata, en plena dictadura militar. Bajanale es el skater de más edad que participó en el primer campeonato de skate Old School para mayores de 40 años que se celebró a fines de febrero en el skatepark de Nordelta, que está abierto al público todos los días.
No fue el único en terminar tras las rejas simplemente por andar con un vieja patineta. "Un montón de veces me llevaron presa, en patrullero, esposada y todo, entre el 87 y el 90", cuenta María Isabel Dibón que tiene 47 años y empezó a andar hace 30 por su casa, en San Justo. Cuando Isabel comenzó a "patear", muy pocas chicas andaban en skate. "Lo mínimo que me decían en la calle era 'andá a lavar los platos' en la calle. Los autos, estando parados en el semáforo, aceleraban y te pisaban el skate cuando se te iba", comenta la mujer, que se recibió de abogada pero trabaja administrando las propiedades de su familia.
Afuera del bowl, Adrián Guerra (43 años), anda despacito, muy despacito. No es para menos, lleva en brazos a su hija Nina, de un año y medio. Poco después, la subirá a la tabla y la llevará paradita, de la mano, como para que se vaya acostumbrando.
"Yo soy un skater que estudió de Derecho", asegura Rodrigo "Rorro" Lantarón (44), que durante la semana trabaja de abogado, con traje incluido. "Andar en skate después de los 40 es jorobado. Me di millones de palos, hace un mes me destrocé el dedo. Duele mucho, de verdad", afirma Rorro, que tiene buena parte de su cuerpo cubierto con tatuajes de colores.
Andar pese a todo
Felipe Marino tiene 41 años, estudió Administración de Empresas en la Universidad Di Tella y trabaja en la Casa Rosada como asesor presidencial. El 4 de junio de 2016 tuvo un accidente cuando manejaba en el Camino del Buen Ayre: su auto hizo aquaplaning y se fue contra un guardarrail, que cedió, atravesó la puerta del coche y le cortó la pierna izquierda por debajo de la rodilla y dos dedos del pie derecho.
Felipe había empezado a practicar skate en la primaria. Y siguió durante la adolescencia, pero después dejó. A los 36 le picó el bichito de nuevo y volvió a andar. Incluso comenzó a tomar clases y aprendió a hacer nuevos trucos en la pista hasta que sufrió el accidente. "Hice rehabilitación física, psicológica y familiar", cuenta con naturalidad. Menos de un año después del choque volvió a andar en skate con una prótesis y ahora ya se anima a "droppear" en el bowl. Porque ni la edad ni un accidente pueden frenar la pasión por el vértigo.
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