Síndrome del maldormido: por qué el calor extremo sostenido está afectando tanto el descanso nocturno
El cansancio, lejos de desaparecer con el sueño como habitualmente, es acumulativo, con un fuerte impacto en la salud
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“¡Al final no llovió!”, fue lo primero que dijo Sofía Bertolo, de 33 años, diseñadora y madre por tres, ayer al empezar el día cuando se asomó por la ventana. Todavía no eran las 8 y el termómetro ya superaba los 27 grados. “Desde hace quince días que dormimos pésimo. El calor no afloja, el aire acondicionado parece que no tirara y tengo a todos los chicos en colchones en mi cuarto. A la noche me levanto, ando por la casa, me baño, me tiro en el patio, pero no afloja. Y, a la mañana, levantarse parece que costara el doble. Me mata el dolor de cabeza”, describe.
No es la única que por estos días lidia con el síndrome del maldormido por el calor. Este marzo de marcas térmicas que vienen rompiendo varios récords históricos afectó distintas variables que, según dicen los especialistas, condicionan el descanso. Una de ellas es que hace más de cinco meses que permanecemos en una temperatura elevada. Y a eso se le suma que las mínimas se sostuvieron muy altas durante todo el verano y, en particular, durante esta última ola de más de 15 días que recién recibió algo de alivio, aunque no al nivel de lo esperado. Esta madrugada, el termómetro no descendió de 24,7°C.
El día se pasa mal y a la noche se descansa peor. El cansancio, lejos de desaparecer con el sueño nocturno como habitualmente, es acumulativo. Tantos días en los que el cuerpo no se termina de aflojar tienen un impacto sobre la salud.
“Atravesamos la versión más extrema de ola de calor”, explica José Luis Stella, climatólogo del Servicio Meteorológico Nacional. “La definición de la ola de calor es que la temperatura máxima y mínima sea mayor a un cierto umbral que depende de cada localidad, por al menos tres días. Si tenemos mínimas de 27 grados y máximas de 38, lo que ocurre es que el cuerpo no descansa. Esta última fue una de las peores olas de calor, batió todos los récords, porque no solo fueron las máximas, sino las mínimas muy elevadas particularmente durante la noche, y tuvo una gran persistencia, de casi de 15 días ininterrumpidos. El cuerpo se agota porque no descansa. Esto es lo que empeora el bienestar de la gente. Las olas de calor tienen una incidencia directa en la salud”, agrega Stella.
“Dentro de las pautas de higiene el sueño, la temperatura de la habitación es fundamental. En Medicina del Sueño se recomienda una temperatura del orden de los 19 grados”, afirma el médico clínico Ramiro Heredia, del Hospital de Clínicas y editor del portal Infomed. Esto se basa en estudios científicos en los que se analizó la arquitectura del sueño.
Un ambiente frío ayuda a que la persona pase más tiempo en la fase de sueño de ondas lentas, en la que dormimos más profundamente, con un efecto reparador, y haya más veces sueño REM (fase de movimientos oculares rápidos), que es la fase en la que el cerebro consolida las memorias, elimina desechos de las neuronas y se sueña”, detalla.
Lo contrario sucede en un ambiente caluroso, continúa Heredia, en el cual las fases de sueño de ondas lentas son menos frecuentes. “El sueño es así más superficial y menos reparador, con menos fases también de sueño REM. Hay más interrupciones, en parte porque aumentan los movimientos durante la noche para cambiar de posición, para tratar de enfriarnos. Además, sudamos más, con más sensación de disconfort. Esto lleva a que la persona al día siguiente esté cansada, con menos atención, con menos sensación de bienestar, más percepción del esfuerzo físico, con irritabilidad, dolor de cabeza y, a veces, somnolencia diurna. Un mal descanso nocturno afecta a quien lo padece y también a su entorno”, apunta.
Los cortes de luz y la suspensión de clases
No solo la temperatura dentro de la habitación afecta el sueño, sino también el clima en general altera el descanso. “En promedio, en las zonas más cálidas del globo, las personas duermen 14-15 minutos menos por noche, por lo que se estima que hacia 2050 estas personas van a perder 58-60 horas de sueño por año”, dice Heredia.
Por estos días, además, el sueño está alterado por las preocupaciones que se suman a raíz de las temperaturas sofocantes. “Además de tener que lidiar con el calor y con los problemas del suministro de energía, que ya de por sí afectan el sueño, se suma la preocupación y el malestar por cuestiones como el temor a que se corte la luz y no poder trabajar o perder la comida de la heladera, no poder descansar o cómo van a hacer los chicos en el colegio, incluso si les suspenden las clases. Todo eso hace que, después de tantos días de calor extremo tengamos muchas personas maldormidas, con alteraciones físicas”, relata la médica clínica Julieta Orlandi, especialista en gerontología del sanatorio de salud mental San Gabriel. “Los síntomas más evidentes son cansancio, decaimiento, malhumor, irritabilidad. Pero también puede traer otros problemas, como somnolencia que puede ser muy peligrosa si uno está al volante o si manipula maquinarias”, añade.
Esos son los efectos más inmediatos en el cuerpo del calor, que aparecen después de varios días de temperaturas elevadas, sobre todo, de mínimas altas en las horas de la noche que afectan el descanso. “Pero cuando esta temperatura persiste tan elevada por tantos meses, en este caso desde noviembre, se empiezan a notar ya los efectos crónicos del maldescanso, que se traduce en hipertensión arterial, alteración de las hormonas que regulan el estrés y el descanso, lo que puede traducirse en un aumento de la glucosa en sangre para las personas que sufren diabetes, por los niveles permanentes de cortisol elevados”, enumera Orlandi.
“Se sabe que una mayor temperatura corporal hace que el cerebro genere menos melatonina, que es la hormona directora de la orquesta que segrega el cuerpo humano, reguladora y precursora del sueño, fundamental para dormir bien y regular todos los mecanismos que tienen que ver con el sueño superficial, el sueño profundo y el sueño REM. El calor complica la entrada al sueño profundo. A partir de los 24 grados de temperatura nocturna, el sueño se ve afectado. No se logra alcanzar las etapas 3 y 4 de los ciclos no REM, que es el sueño reparador”, sostiene Alejandro Andersson, médico neurólogo, director del Instituto de Neurología Buenos Aires.
“Las altas temperaturas son una clara causa de insomnio. Algunos notan que por estos días están desmotivados, sin energía, agotados, y no es solo es efecto directo del calor, sino también el impacto del calor en el sueño”, advierte el especialista.
Se produce una contradicción: a pesar de que el calor nos agota y produce más sueño, por la noche pese al cansancio no logramos dormir o descansar bien. “Esto tiene una explicación. Cuando hace calor nos sentimos cansados, porque el cuerpo trabajó todo el día para mantener una temperatura adecuada. Ese elevado consumo de energía genera fatiga, pero después no se logra conseguir un sueño de calidad. Por otro lado, cuando dormimos normalmente se produce un descenso en nuestra temperatura corporal, pero cuando hace mucho calor ese efecto no logra producirse por eso nos cuesta entrar en un sueño profundo”, concluye Andersson.
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