Matías Ola, un tucumano de 34 años, está listo para nadar entre Dover y Calais esta semana, cuando el tiempo lo permita; alcanzaría una distinción única para el país
El tucumano Matías Ola, de 34 años, se tiene plena confianza. Solo tiene que esperar que el clima, las tablas de marea y las previsiones del viento estén a su favor para recibir la orden y zambullirse en su próximo desafío: cruzar el Canal de la Mancha, en aguas frías y sin traje de neoprene.
Ya tiene asignada la semana del próximo jueves al 12 de septiembre, pero el día exacto aún es una incógnita. Él ya está listo, pero el pronóstico es el que tiene la última palabra. Desde Dover, en Inglaterra, hasta Calais, en Francia, hay una distancia de 42 kilómetros. Sabe que el agua estará fría, alrededor de los 16°C. Pero tiene experiencia en aguas más frías que esas, heladas, como las del Estrecho de Bering, entre Rusia y Alaska, de entre 2°C y 3°C. O las del glaciar Ventisquero Negro, en Bariloche, igual o un poco más frías aún.
Aunque el cruce del Canal de la Mancha son palabras mayores. "Es para los nadadores de aguas abiertas lo que para un escalador hacer cumbre en el Everest", cuenta el deportista tucumano vía telefónica desde Francia, donde se entrena antes de la competencia. Si lo logra, será el primer argentino en obtener la Triple Corona de Aguas Abiertas, que además del Canal de la Mancha incluye otras dos hazañas que ya completó: el Canal de Catalinas, en California, y la vuelta a la isla de Manhattan, en Estados Unidos.
"El Canal de Catalinas es una travesía nocturna de 35 kilómetros. Se realiza de noche porque las condiciones climáticas son más favorables. La vuelta de la isla de Manhattan es más pintoresca y muy conocida en el mundo de la natación de aguas abiertas. Son 53 kilómetros y se cruzan 20 puentes. Estás en el mar, pero la sensación es muy urbana. Escuchás los trenes y el tráfico de la gran ciudad", cuenta.
Empezó a nadar de grande. Hasta los 21, Matías Ola se defendía en el agua como cualquier persona que consigue las habilidades básicas para mantenerse a flote, pero no más que eso. "Cuando era chico me gustaban mucho los deportes, pero era asmático. Vivía pegado a mi puff con corticoide. Hacía lo que podía hasta que mis pulmones decían basta. Los médicos le aconsejaban a mi mamá que hiciera natación. Pero en Tucumán, como en la mayoría de las provincias, hay muy poca infraestructura y las piletas casi no existen -advierte Ola-. Me acerqué a la natación recién a los 21, y fue mi salvación. Me curé del asma y nunca dejé de nadar".
Apenas seis meses después, ya era un nadador federado. Competía acá y a nivel internacional. Ganaba medallas, era bueno. Pero a los 26 años comenzó a escuchar historias de otro tipo de nadadores, los de aguas abiertas. Muchos se lanzaban a los mares y ríos del planeta persiguiendo un objetivo más grande que ganar una medalla o bajar una marca de tiempo. "A favor de la paz, por el medio ambiente, detrás de un proyecto social -enumera-. Me metí en ese mundo con la idea de unir los cinco continentes y nadar sin traje de neoprene".
Comenzó a entrenarse y creó Unir el Mundo, un proyecto deportivo y social para impulsar la inclusión a través del deporte. En 2015, creó la ONG Swim Argentina, que desarrolla programas y organiza acciones para difundir la actividad. Ese mismo año, logró que 60 nadadores de 22 Estados vinieran al país para participar del primer Winter Swimming Festival, donde todos nadaron frente al glaciar Perito Moreno, su escenario favorito para ejercitarse en aguas heladas.
Sabe que para llamar la atención hay que destacarse. Hay que ser el primero, cuando se puede, y nadar en los lugares más insospechados. Atravesó el Canal de Beagle entre la Argentina y Chile. Fue el primero en nadar en las aguas glaciares del Ventisquero Negro, y sin traje de neoprene. También el primer argentino en nadar en el lago Baikal, en Rusia, que en su currículum figura como "el más grande y profundo del mundo". El único argentino, entre un grupo de nadadores de países nórdicos, que completó el desafío de nadar de Chukotka, en Rusia, a Alaska, en Estados Unidos, uniendo Eurasia con América.
En 2015, organizó un nado histórico "por la amistad" con la inglesa Jackie Cobell en las islas Malvinas. Atravesaron el Estrecho de San Carlos en algo más de dos horas y media, con el agua a 6°C. "Costó mucho, en la isla no querían que lo hiciéramos. Pero salimos casi de incógnito y de madrugada y fue una experiencia hermosa. Queríamos dar un mensaje de paz y armonía, y lo hicimos", dice Ola, que reconoce que todas estas travesías que le dan visibilidad a su proyecto son claves para que, a través de la ONG, puedan continuar con un calendario de eventos que permiten que muchos jóvenes sean beneficiados con programas de becas en distintas partes del mundo.
"Mi sueño es que la natación sea un deporte de inclusión. Que se construyan más piletas y que sean accesibles. Yo tuve la oportunidad de que me llamaran para venir a entrenar a Buenos Aires. En Tucumán no hubiera podido crecer", añade.
Ahora está en Francia con su entrenador, Pablo Testa, y practica en el mar azul de Marsella. En Buenos Aires, tiene su centro de alto rendimiento en su casa, en el barrio de San Telmo. "Mi idea era tener una pileta con casa", dice entre risas, y la construyó en una propiedad histórica, de 1890. La pileta tiene 25 metros de largo por dos, rodeada de macetas y verde. "Copiamos el estilo de los pasillos de agua del Palacio de Alhambra, en Granada. Son como mi pileta", afirma.
Otro de los desafíos pendientes es el de los Siete Océanos. Si el cruce del Canal de la Mancha es un éxito, le faltarían cuatro para completarlo, y aún ningún sudamericano logró hacerlo. También tiene otros planes. Se entrena para cruzar el Río de la Plata, ida y vuelta, desde Punta Lara hasta Colonia, con la meta de nadar más de 100 kilómetros en menos de 35 horas.
"Me motivan los desafíos. Cuando charlo con los chicos de algún colegio o los jóvenes que recién están empezando hago mucho hincapié en que para lograr lo que queremos hay que aceptar los fracasos. Seguramente fracasemos una y otra vez, pero no hay que perder el foco y seguir esforzándose. Eso me enseñó la natación", reflexiona.
El desafío de nadar en los siete océanos
El desafío de los siete océanos -Ocean's Seven- es la versión en natación en aguas abiertas de las siete cumbres. "El desafío de las siete cumbres implica hacer cima en cada una de las montañas más altas de cada continente. Trasladado a las aguas abiertas, la hazaña de los siete océanos implica cruzar a nado siete estrechos y canales alrededor del mundo", explica Ola.
En el Canal de Molokai, en Hawai, dice, tuvo la experiencia "más subida de tono". Así califica haber nadado en compañía de dos tiburones. "Estaba advertido de que eso podía pasar. Que tal vez podía ver algún tiburón", cuenta. Atado al bote que lo acompañaba, y por debajo del agua, había uno de esos dispositivos que usan la tecnología shark shield, que crea un campo electromagnético para disuadir tiburones. "Sabía que no podían acercarse, pero siempre hay algo que puede fallar", remata.
El Ocean's Seven se integra por: el Canal del Norte, entre Irlanda del Norte y Escocia; el Estrecho de Cook, entre la isla del norte y la del sur de Nueva Zelanda; el Canal de Molokai, entre las islas de Oahu y Molokai, en Hawai; el Canal de la Mancha, que separa Inglaterra y Francia; el Canal de Catalina, entre la Isla de Catalina y California; el Canal de Tsugaru, entre las islas de Honshu y Hokkaido, de Japón, y el Estrecho de Gibraltar, que separa Europa y África.
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