Graciela Fernández Meijide: "Nunca abandoné LA NACION, aun cuando me sentí lejos de su línea editorial; hoy tiene una gran diversidad de enfoques"
Cuando era chica, LA NACION llegaba a mi casa todas las mañanas. Mi abuelo Pedro era un fiel lector del diario. Tenía un ánimo provocador, le gustaba discutir. Yo empecé a leer las noticias desde los seis o los siete años precisamente para poder trenzarme con mi abuelo en largas discusiones. Para él, lo que estaba en letra de molde en LA NACION era palabra santa, la verdad revelada, y eso a mí me molestaba. A medida que iba creciendo, yo intentaba cuestionarlo con mejores argumentos. Por ejemplo, él hablaba muy mal de Rosas; entonces, durante la adolescencia, empecé a leer la historiografía revisionista solo para oponerme a su visión. Así, la historia argentina se convirtió en un territorio de debate entre nosotros. Mi abuelo Pedro era una persona muy tolerante, sabía escuchar, y creo ahora que en todos esos años me fue enseñando a discutir con buenas armas, sin que yo me diera cuenta.
Siempre fue un diario muy bien escrito, algo a lo que soy particularmente sensible, y con un buen nivel de análisis sobre la realidad
Recuerdo que me molestaba que las páginas de LA NACION fueran tan grandes. No se podía leer en el colectivo, de tan difícil que resultaba desplegarlo. Había que doblarlo en dos o en cuatro.Después, con los años, fui sumando la lectura de otros diarios, entre ellos La Opinión, además de revistas de actualidad, sobre todo de tinte político, como Crisis. Pero nunca abandoné LA NACION, aun cuando en determinados momentos me sentí muy lejos de sus contenidos y hasta fastidiada con su línea editorial.
Siempre fue un diario muy bien escrito, algo a lo que soy particularmente sensible, y con un buen nivel de análisis sobre la realidad. Pero en determinadas épocas me resultaba demasiado conservador. Hoy no podría decir lo mismo, porque eso ha cambiado. En sus páginas hay una amplia diversidad de enfoques y autores, y eso me gusta más. A veces, leyendo el diario, me encuentro exclamando con grata sorpresa: "¡LA NACION se anima a estas cosas!".
Hay muchos periodistas del diario que sigo con interés. Sobre todo columnistas. Leo con gusto a Joaquín Morales Solá, a Carlos Pagni, y seguí muy de cerca la investigación de Diego Cabot sobre los cuadernos de las coimas. Ahora también veo programas de LN+. Programas de economía, Terapia de noticias. Me parece una televisión bien hecha, seria, lejos de aquellos programas políticos o noticiosos que se quedan en lo morboso o en el golpe de efecto para calentar la pantalla.Para mí la lectura del diario sigue siendo un hábito indispensable. Por eso, leo por lo menos tres. Me molestan la agresividad y la liviandad de las redes sociales, y no las frecuento. Tampoco entiendo la política hecha desde las redes. La dimensión real sigue siendo fundamental, como lo demostró aquí la última etapa de la campaña en las elecciones pasadas. Hay ciertas tradiciones que siguen siendo importantes, al menos para mí. Entre ellas, la lectura del diario en papel. Tener el diario entre las manos me permite pensar sobre seguro.
* Política y referente de los derechos humanos
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