Una luz en el medio de la selva peruana
Para ayudar a una pequeña comunidad que quedó sin energía, un grupo de universitarios ideó unas lámparas que funcionan gracias a la fotosíntesis
NUEVO SAPOSOA, Perú. - En esta pequeña y humilde comunidad originaria de la selva de este país, los ritmos diarios están regidos por la naturaleza. Aquí, sólo se llega en un viaje en barco de cinco horas que parte desde la ciudad de Pucallpa -en la región Ucayali, ubicada en el extremo oriental del Perú-. En Nuevo Saposoa viven 173 personas de la etnia shipibo-conibo, uno de los grupos originarios más numerosos de este país, pero al mismo tiempo uno de los más olvidados.
La naturaleza lo rige todo: los árboles y arbustos sirven de alimento y medicina, la tierra es fértil en cultivos de consumo diario como la yuca y el maíz, y el río ofrece una variedad vasta de peces tropicales.
Pero también hay riesgos: en marzo del año pasado, el río se desbordó por las fuertes y prolongadas lluvias en los Andes e inundó todo a su paso.
Las rústicas centrales eléctricas locales se dañaron, los cables se estropearon y Nuevo Saposoa perdió la escasa energía eléctrica que tenía. Era un pueblo que quedó a oscuras en medio de la Amazonia.
A la distancia el problema parecía algo simple: un pequeño caserío remoto sin luz. Sin embargo, para sus habitantes el hecho impactó en sus rutinas.
La población adulta supo adaptarse al problema porque las tareas en el campo se hacen durante el día y muchos de ellos vivieron durante varios años sin electricidad. De hecho, sólo el 35% de la población de la región Ucayali tiene luz eléctrica.
El mayor inconveniente lo sufrieron los chicos que van a la escuela y que por las noches se dedican a hacer sus tareas. "Claro, pueden estudiar, pero con mechero [que usa kerosene y una mecha de tela], y eso afecta la vista y las vías respiratorias por el humo", explica Jacquez, un enfermero que trabaja en el lugar.
Como parecía difícil que el Estado interviniera de manera eficaz en el corto plazo, había que buscar alternativas.
Otra energía
Si la naturaleza fue la que originó el problema, a ella se debía recurrir para solucionarlo. Eso no lo sabían los pobladores de Nuevo Saposoa, pero lo pensaba un equipo de profesores y alumnos de la Universidad de Ingeniería y Tecnología (UTEC).
La idea surgió en las aulas de esta casa de estudios de Lima. Sin embargo, había que ponerla a prueba en el campo. Luego de recorrer Nuevo Saposoa, tomar muestras de la tierra y el agua y de hacer algunos tests, el proyecto se materializó con un nombre corto y efectivo: Plantalámparas.
Elmer Ramírez, profesor de la UTEC, explica que el proyecto consiste en usar lámparas eficientes de bajo consumo (300 lúmenes) fabricadas a partir de la fotosíntesis de las plantas. "Las plantas toman del medio ambiente el dióxido de carbono y, debajo de la tierra, el agua y los minerales. A través de estos componentes, obtienen nutrientes para su desarrollo, pero los fabrican en exceso. Las plantas expulsan al terreno los nutrientes que les sobran y, en la interacción con diversos microorganismos en un complejo proceso electroquímico, generan electrones", explica Ramírez.
Y agrega: "Nosotros capturamos esos electrones a través de electrodos y los trasladamos a una batería. Esa batería, ya cargada, permite encender una lámpara eficiente de bajo consumo".
Una plantalámpara puede durar dos horas encendida y se recarga siempre bajo el proceso que explicó Ramírez. No sólo es un producto amigable con el ambiente, sino que es inacabable.
Cuando el proyecto dio resultado en el laboratorio, era el momento de probarlo en la selva. Un grupo de profesores y estudiantes de la UTEC viajaron a Ucayali, tomaron una embarcación y navegaron hasta llegar a Nuevo Saposoa.
Sorpresa
Cuando reunieron a los pobladores -los más entusiastas eran los chicos- y les explicaron el proceso por el que una planta, como las miles que rodean este lugar, podía generar luz eléctrica, se encontraron con cierta desconfianza.
Sin embargo, cuando se hicieron las pruebas y el primer foco se encendió, hubo risas nerviosas, como si se tratara de un acto de magia y no de ciencia.
"Es una energía renovable que tiene mucho que dar, porque tenemos plantas en todo el mundo", dice Marcello Gianino, un joven alumno de esta universidad. Una compañera suya, Lauren Wong, resume su satisfacción así: "La parte más bonita es ver el impacto que tienen nuestras obras, nuestro esfuerzo, y cómo esto sirve a los demás".
Los resultados en la vida diaria de los habitantes de Nuevo Saposoa ya comienzan a sentirse: varios chicos esperan terminar la escuela para estudiar alguna carrera universitaria relacionada con la energía y el medio ambiente. Cuando eso ocurra, dicen, el ciclo se habrá completado.
Ricardo León