Sin los testeos suficientes somos observadores pasivos de la pandemia
Durante un mensaje transmitido por radio en 1939, Winston Churchill argumentó que no podía predecir las acciones de la Unión Soviética debido a que la consideraba "un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma". Al SARS-CoV-2, virus que causa el Covid-19, bien le cabe esta rebuscada definición.
En general las predicciones oficiales argentinas sobre la llegada del pico de contagios, duración de la cuarentena y estimaciones del "R" han fallado. Por eso prefiero usar las proyecciones para la Argentina del Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud en la Universidad de Washington. Éstas muestran un aumento progresivo de contagios hasta el mes de septiembre asociado a un aumento de la mortalidad hasta mediados del mismo mes. Los cálculos se basan en supuestos que asumen el uso generalizado de máscaras y la realización de aislamientos selectivos en áreas de contagio elevado. Existen argumentos para controlar la pandemia lo más rápidamente posible, como la nueva evidencia sobre secuelas respiratorias, neurológicas, fatiga, ansiedad y menor concentración que afectan a pacientes sintomáticos y asintomáticos meses después de su recuperación.
Sin embargo, una vez más deberemos preguntarnos si Dios es argentino ya que si bien mantenemos un avance implacable en el ranking de los países con más contagios en el mundo -pasamos del puesto 40 al 19 en un par de semanas y vale preguntarse en qué puesto estaríamos si el número de testeos fuera razonable- la cantidad de muertes (casi 80 por millón), comparada con los que nos preceden, es relativamente baja.
¿Por qué sucede esto?
Porque se tomó tempranamente la decisión de aislamiento lo que causó un "aplastamiento" de la curva con el indeseado efecto asociado de una cuarentena excesivamente prolongada y un fuerte impacto económico. Un mejor manejo médico de la enfermedad logró en sólo dos meses llevar a que la proporción de pacientes que ingresaban a terapia intensiva bajara de 12% a 4%. La edad promedio de los infectados es mucho menor que en la mayoría de los países del norte donde la expectativa de vida es mayor y donde por factores culturales (alta proporción viviendo en geriátricos) no pudieron o supieron proteger a sus mayores. El rigor del invierno, que exige estar más tiempo encerrados en lugares poco ventilados, es mucho menor en nuestro hemisferio lo que permite salidas al aire libre y una ventilación más efectiva.
También circula la hipótesis sobre el "factor X" que no sería otra cosa que la presencia de inmunidad de largo plazo generada por la exposición a virus similares en el pasado que pudiesen defender (inmunidad "cruzada") contra el virus que causa Covid-19. Esto explicaría por qué en regiones asiáticas que no hicieron cuarentena (Taiwan, Hong-Kong) y otros, controlaron la pandemia con baja mortalidad.
Un trabajo en la prestigiosa revista Cell muestra que 40 a 60% de las personas que no han estado expuestas al virus que causa Covid-19 podrían tener inmunidad celular mediada por linfocitos T que persiste durante años y que se ha generado por exposición a coronavirus causantes de resfrío o a virus animales. Por último, un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences de los Estados Unidos evaluó la relación entre la vacunación con BCG y la mortalidad por Covid-19. Los autores probaron que por cada 10% de aumento en el "índice BCG" (relacionado con la extensión de uso de esta vacuna en cada país) la mortalidad disminuía 10%. Así confirmaron que la mortalidad en ciudades de los EE.UU. afectadas por un contagio extenso donde la población accede a medicina de excelencia, pero no recibe la BCG, fue mayor que en las ciudades de México, Río de Janeiro y San Pablo donde toda la población ha recibido la BCG, aunque el sistema de salud sea más débil. Se está realizando un estudio en Australia y Holanda para confirmar este efecto de la BCG.
El jefe de Gobierno de la Ciudad, en una actitud correcta para su investidura, no deja de repetir que confía en los ciudadanos. Pero los ciudadanos argentinos no somos tan "confiables". Mucha gente no usa barbijo o no lo usa correctamente. Mucha gente tiene permisos de circulación "truchos". Muchos otros se juntan con amigos a pesar de las restricciones existentes. Los EE.UU. son un muy buen ejemplo de todo lo malo que puede ocurrir cuando se flexibiliza la cuarentena mientras aumentan los contagios y cuando la población no respeta la distancia ni usa máscaras. El resultado para ellos ha sido un brote con 75.000 contagios diarios y una curva ascendente de muertes.
¿Qué deberíamos proponer en base a todo lo aprendido? Quiero imaginar que la respuesta sería generar una capacidad de testeo que pueda cubrir la población necesaria para aislar a la mayoría de los contagiados (si Uruguay logró hacer 4000 testeos por día, ¿no podríamos nosotros hacer 50.000 o más?). Este sería un buen momento para contar con el NEOKIT anunciado por el CONICET el 15 de mayo.
En los EE.UU. se hacen más de 800.000 testeos por día -considerados insuficientes- que corresponderían a por lo menos 90.000 en nuestro país. Una positividad del 40% para los testeos realizados en AMBA muestra que la cantidad de estudios es insuficiente para identificar una proporción de infectados que permita controlar la pandemia (el testeo es suficiente cuando la proporción de positivos es menor a 10%). La cruda realidad es que sin los testeos suficientes somos observadores pasivos de la evolución natural de la pandemia manejada solo con aislamiento y máscaras, como en 1918…
La segunda decisión que más contribuye al control de la pandemia es el uso de máscara (tapa boca-nariz o barbijo) por el 90% o más de la población. La efectividad de las máscaras se reconoció a fines del siglo XIX cuando su uso fue propuesto en Francia para evitar la diseminación de gérmenes provenientes de la boca de los cirujanos en el campo operatorio. Múltiples estudios sostienen la efectividad de la máscara con evidencia de que partículas desde 0,1 micrón (tamaño del virus SARS-Cov-2) hasta 10 micrones de diámetro pueden permanecer flotando en el aire hasta 10 horas en ambientes cerrados. Son solo las partículas con 100 micrones a 1 milímetro de diámetro las que precipitan en cinco segundos a dos metros de quien las emite.
En los EE.UU. si el 95% de la población usara máscaras, podrían evitar 30.000 o más muertes hasta el 1° de octubre. El Reino Unido y Francia ahora la requieren, Melbourne ha decidido su uso luego de un brote reciente, en Alemania la ciudad de Jena fue la primera en indicarla y aventaja al resto con menos contagios y en Dinamarca, donde el uso era solo obligatorio en el aeropuerto, la primera ministro apareció en público con máscara y se ha sugerido el uso a todos los ciudadanos. Datos publicados por The Economist y Goldman Sachs corroboran que, para cada país estudiado, mientras más temprano fue el momento de inicio en uso de máscaras y mayor la proporción de personas que las usaron, menor fue la cantidad de contagios y la mortalidad. Estos resultados reducen la necesidad de cuarentena y disminuyen la caída del PBI. Usar máscara no debe ser una elección personal. En el contexto actual no usarla es como decidir manejar alcoholizado.
Esta pandemia nos ha enseñado que el conocimiento para su control abarca un enfoque multidisciplinario. Durante la Segunda Guerra Mundial, los ingleses crearon "el circo de Blackett" (por el físico, ganador del premio Nobel, que lo lideraba) en el que un grupo de individuos seleccionados por sus conocimientos en diferentes áreas generaron logros destacados. Entre otros dilucidar que el refuerzo en el fuselaje de aviones que volvían con múltiples orificios causados por el fuego enemigo no debía realizarse en las zonas perforadas sino en las que estaban intactas. La opinión original estaba sesgada por estudiar sólo los aviones que volvían: ¡eran las áreas dañadas en los aviones que no volvían las que debían reforzarse!
La evidencia muestra que los esfuerzos realizados por controlar la pandemia en nuestro país no han tenido los resultados ideales. Una solución podría ser que el gobierno contratara a alguna empresa de consultoría para crear un grupo multidisciplinario -incluyendo o no a los asesores actuales- que dedique sus esfuerzos tiempo completo a encontrar alternativas más integrales para el control de la pandemia minimizando el impacto económico.
A la pandemia le llevó tres meses llegar al primer millón de contagios, pero solo unos pocos días para alcanzar el último millón. Si bien a mucha gente le ha dejado de interesar la pandemia, deben saber que ellos le siguen interesando a la pandemia…
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