Moro, de siete años, halló su refugio contra el coronavirus en una guarida que se está construyendo con cañas en un bosquecito, cerca de su casa. Ahí juega, respira y se olvida por un rato de las cuentas difíciles que enseña la maestra por Zoom. Para Iván, de cinco años, lo más lindo de la cuarentena es la cama elástica que sus papás le instalaron en mitad del living. Juana, de ocho, dice que respirar adentro del barbijo es pegajoso y que la cuarentena tiene un lado positivo: "si alguien está enojado con su papá o su mamá lo pueden charlar y resolver porque están juntos".
En estos 150 días de aislamiento, Guillermina, de diez años, se volvió una experta en TikTok y Agustina, de 15, usa esa plataforma para ensayar sus rutinas de danza y teatro. Mateo, de 13, que quiere ser youtuber, hizo un vlog diario durante los primeros siete días de cuarentena para registrar cómo estaba cambiando su vida.
¿Cómo cambió la vida de los chicos con la cuarentena? Mucho. Así lo asegura un informe que presentó Unicef hace una semana, en base a un relevamiento y alcanza conversar con los chicos para comprobar que es cierto. Los rígidos esquemas y horarios escolares dieron lugar a los desayualmuerzos y a las meriendicenas. Un día sin horarios únicos. Los chicos abandonan la cama temprano casi exclusivamente los días que tienen que conectarse al Zoom del colegio y maratonean series con sus padres. Se van a dormir pasada la medianoche y los papás, que también sobreviven en un mundo con varios relojes, sienten culpa de hacerlos madrugar o irse a la dormir temprano.
El encierro también ayudó en muchos casos al encuentro. Los hermanos, impensadamente se volvieron los únicos posibles amigos que pueden invitar a jugar en casa. Los padres, obligados en su mayoría a teletrabajar confiesan una sensación agridulce de este confinamiento. Este año tan disparatado echó por tierra sus planes de cursos y salidas, pero les permitió compartir almuerzos y meriendas con los hijos, juegos y series, caminatas y lecturas, como si en la vida familiar se hubiera abierto un paréntesis extemporáneo. E irrepetible.
Un año sin piojos ni brotes de bronquiolitis. Casi sin ir al pediatra y con muy pocas vacunas. Un tiempo en el que los domingos se parecen bastante a los jueves. Y en el que se cocina mucho y se come más.
Un año en el que la vida de los chicos cambió radicalmente. No alcanza con decir que lo que antes se hacía en el colegio, en el club o en los talleres, ahora se hace desde la computadora, la tablet o celular. Para los más chicos, que son una generación mucho más plástica que las anteriores, lo que está en juego es la forma de relacionarse con otros. Y quizás, la cuarentena los haya impulsado a las profundidades de ese mundo en el que van a vivir como adultos.
En estos 150 días, demostraron que las habilidades tecnológicas no son un problema para ellos. Que en cuestión de minutos saltan la barrera de la información y aprenden nuevos lenguajes. Que pueden digitalizarse muy rápido. Y que es divertido jugar a la escondida, o al tutti frutti, por Zoom.
También demostraron que todavía prefieren el contacto persona a persona con los que quieren. Que no hay Tik Tok, ni Zoom que pueda reemplazar el estar con los amigos. Muchos redescubrieron la bici o los patines gracias a la vuelta a la manzana que se les permite como salida recreativa. Quizás lo que más les cuesta cuando se encuentran con un amigo en la calle es contener esas ganas irrefrenables de correr y abrazarlo.
"No hay una sola realidad sino muchas infancias. En los sectores medios y medios altos, es probable que este haya sido un tiempo de reencuentro familiar y que la cuarentena haya permitido compartir tiempo y actividades. En los sectores más desfavorecidos, el hacinamiento y en ocasiones la violencia doméstica ofrece otro panorama a la realidad de los chicos", explica Ianina Tuñon, investigadores del Observatorio de la Deuda Social de la UCA. Los números de Unicef indican que para diciembre, seis de cada diez niños argentinos será pobre. "La falta de actividad física y las limitaciones para estar al aire libre, para chicos que viven en departamentos tiene un componente que afecta su salud física y emocional", agrega.
Según el relevamiento de Unicef, el 48% de los menores de seis años cambió durante la cuarentena su forma de comer. Desde los que comen menos a los que comen más. Y el 46% sufre alteraciones del sueño: tiene pesadillas, insomnio, o duerme hasta tarde. Un 16 %, además tuvo cambios en la forma de comunicarse con sus padres.
La guarida de Moro
Construyó una guarida con ramas en un bosquecito que encontró cerca de su casa. Le puso una caja fuerte que contiene caracoles y comida para los caracoles. Y el único dinero que se acepta en el bosque, que son los frutitos de los árboles. Aprendió a hacer compost, a cuidar una huerta que armaron en el jardín de casa. Esos son los más importantes aprendizajes que Moro Gutiérrez hizo en estos días. Lo resume él mismo, entusiasmado, mientras recorre las calles cerca de su casa, en San Isidro. Tiene siete años y es feliz cada día que su mamá le propone salir a andar en bicicleta. Los días tienen un nuevo color. "No siempre fue así durante la cuarentena", explica Valeria, la mamá.
Hubo días en los que el sol no era tan brillante y que Moro se sentía estresado y cansado de hacer tareas y de tratar de aprender cosas que por alguna razón parecían distantes. "Al principio estábamos hasta las seis de la tarde haciendo tarea, yo más exigente para tratar de llegar a todo. Después, decidimos relajar un poco para que los chicos como él no se pongan tristes. Quizás este no sea el año en el que él escriba prolijo sobre el renglón, o no aprenda tantas cosas, pero sí va aprender mucho de jardinería, de huerta, de estar en contacto con la naturaleza. Redescubrió la bici y aprendió a hacer piruetas. Verlo feliz en esta situación es lo más importante", cuenta la mamá.
Niñera por zoom
Este fue un año de muchos cambios en la vida de Iván Safronchik, que justo cumplió cinco el 16 de marzo, el día que empezó la cuarentena. El festejo se tuvo que suspender por el decreto presidencial y desde entonces su día a día transcurrió dentro del departamento. Los papás decidieron hacer algunos cambios. Por ejemplo, accedieron a su pedido de instalar una cama elástica en pleno living, regalo de las dos abuelas, donde Iván rebota de día y de noche.
Toda la familia hace malabares para que la energía de Iván se canalice. El abuelo le da clases de karate por videollamada. Y desde hace un tiempo, Belén incorporó a una niñera por Zoom. Además del jardín, varias veces por semana se conecta y le propone actividades que para él son muy estimulantes, como jugar con pañuelos y sombreros, leer cuentos o hacer producciones artísticas.
Saltar al elástico es otra de las actividades que se incorporaron esta cuarentena, pero como Iván no tiene hermanos, el elástico se coloca en las sillas. "Aprendí a hacer fondeu de chocolate, que se hace con manzanas que las pelás, tenedores y chocolate derretido", dice. Lo primero que quiere hacer cuando termine la cuarentena, dice Iván, es ir a la playa. "Lo que más me gusta de la cuarentena es estar en casa con mi familia, pero lo que más de gusta de todo es que adopté una gatita que se llama Kiwi", dice.
Entre TikTok y los patines
Guillermina Tato tiene 10 años y los primeros días de la pandemia le parecieron una buena noticia. Ella y su hermana Julieta, que cumplió siete en cuarentena, aprovechaban para estar en casa y descansar de esas primeras dos semanas de colegio. "Justo este año empezaban doble jornada, pero nuestros planes cambiaron por completo", cuenta Paula, la mamá.
Al principio fueron como vacaciones, pero cuando llegaron las tareas y los Zoom del colegio, ya no fue tan divertido. Los papás le propusieron hacer esas actividades que siempre quería y no tenía tiempo. Empezó con clases de canto y retomó arte, todo desde la compu. Y se suma a las clases de baile que dicta Paula por Zoom. Guille y Juli se volvieron muy compinches.
Ya usaba Tik Tok pero se volvió la número uno. Es más, filmar esos videos se convirtió en una actividad familiar que involucraba hasta a Niebla, la perrita. Los horarios son un tema aparte. "Si no las despierto, duermen hasta la una. Nosotros desayualmorzamos y meriendicenamos. Y a la noche, ellas nos mandan a nosotros a dormir, porque mi marido y yo nos vamos al cuarto, ellas nos dicen buenas noches y se quedan jugando", cuenta Paula.
Cuando llegaron las salidas recreativas, las chicas redescubrieron la bici y también los patines. La primera vez, Guillermina sintió temor de salir a la calle y le pedía alcohol gel a su mamá todo el tiempo. Después, poco a poco se fue relajando. Pero los lunes no entendía por qué había que esperar toda una semana para volver a salir. "Ahora que podemos salir, todos los días damos una vuelta y es un momento especial", dice. Cuando le preguntan, Guille dice que cree que faltan mil años para que termine la cuarentena y que lo primero que va a hacer es escapar de la casa y abrazar amigos.
Diccionario de cuarentena
Juana Piñeiro tiene ocho años y en esta cuarentena aprendió a cocinar pastel de papas y pancakes. "Para mí que el coronavirus llegó por la sopa de murciélagos", explica. Lo más difícil de las salidas recretivas, confiesa. es usar el barbijo. ¿Cómo se siente respirar ahí abajo? "Es una sensación rara. Se siente pegajoso. Respirás abajo de una tela y te preguntás ¿para qué sirve? Encima respirás todo lo que sacaste, un asco", detalla.
La pandemia, en palabras de Juana tiene un aspecto positivo y es que hace que las familias no puedan estar enojadas, porque "pueden charlar y resolver porque tienen que estar juntos todo el día". Juana es muy locuaz y encuentra una explicación para todo. No hay término del diccionario de la cuarentena que le sea ajeno. La distancia social "significa que tenemos que tener a la gente muy lejos, no la podemos abrazar ni dar besos. Es otra dimensión eso". El teletrabajo, explica, "es lo que hace que los papás tengan que trabajar todo el día frente a una pantalla y es muy feo por la salud de los ojos de mis padres".
Durante todos estos días encerrada en casa, con la compañia de su perrita, Juana acumuló una buena cantidad de videos de TikTok y espera que se levante la medida para poder grabarlos con sus amigas. "Lo primero que voy a hacer es ir abrazar a mis amigas, que tengo dos que quiero mucho. Quiero hacer TikToks con ellas y quedarme a dormir. No sé cuanto falta, pero hay que tener paciencia porque tienen que encontrar el remedio que cure esta cosa fea", asegura.
Diario de un youtuber en cuarentena
Mateo Himitian tiene 13 años y una clara vocación de youtuber. Tiene un canal @Mac Teo H y cuando comenzó la pandemia decidió hacer un vlog diario para registrar la primera semana de su nueva vida. "No puedo creer que no puedo salir a la calle, es terrible", dice mientras se filma asomado a la entrada de la casa. "Son las tres de la tarde y todavía no almorcé", documenta en otro fragmento este mundo sin horarios. La cuarentena lo llevó a incursionar en la cocina y hacerse experto en pizzas y panqueques.
Tanto su mamá como su papá le pedían ayuda para editar videos y aprovechó el encierro para hacerle bromas y molestar a Milena su hermana menor. Los juegos en familia y la pulsión por lavarse las manos todo el tiempo, por desinfectar todo, quedaron registrados en los primeros videos. También el estrés que significa puertas adentro que de pronto deje de funcionar Internet.
Las clases a distancia, los juegos virtuales con amigos se intercalaron con la necesidad de información constante de Mateo, de saber cómo estaba evolucinando la pandemia y de chequear cuántos muertos e infectados había en cada país. "¿Albertito, cómo me vas a poner la cuarentena?", dice una y otra vez a cámara. Hasta que por fin llegó la mejor noticia que podía recibir. Su mamá llegó en el auto con Liza, la perrita caniche recién nacida que adoptaron y que les cambió a todos el sentido de la cuarentena.
Tiempo de arte
Agustina Salinas tiene 15 años. Ella sigue haciendo todas sus actividades por la computadora. Se filma para enviarle los videos a sus profesores de baile y de teatro. No es sencillo la cuarentena para una adolescente, dice Myrian, la mamá. Para ella, el aislamiento se convirtió en un paréntesis para dejar salir toda su creatividad.
Pasa el día bailando, descubriendo nuevos pasos. Muchos de ellos se convierten en videos de TikTok. De allí pasa al piano, si no tiene clases practica y canta. Organiza las cosas de la escuela para poder dedicarle tiempo. Lo que más extraña de su vida anterior es ver a sus amigas y las clases de teatro presenciales, porque "a distancia, no es lo mismo", asegura.
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