Sin miedo a las críticas. Quiénes son las mujeres que comparten el amor por los bebés “reborn”
Mostraron en LA NACIÓN su colección de muñecos hiperrealistas; una artista especializada en esta disciplina abre la puerta de su taller para ver cómo es el proceso de creación
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Después de algunas indicaciones y la entrega de un certificado de nacimiento, Daila se va a su nuevo hogar. La espera no fue tan larga: estuvo dos meses esperando a que la adopten.
Vestida con su bodie color crema, su pelo colorado, un poco despeinado por haber estado acostada en la cuna y unos patucos con lunares, la bebé está lista para dejar a Leticia, la mujer que le dio la vida.
Leticia Casco tiene 26 años y es artista. Se dedica a un arte un poco particular y para un nicho específico: mujeres que coleccionan bebés hiperrealistas.
“Reborn es renacido, entonces cuando un artista hace que un kit cobre vida, se dice que renace un bebé”, explicó la diseñadora de los famosos bebés “reborn” que tiene su estudio en la Ciudad de Buenos Aires.
A ella siempre le gustaron las muñecas, pero su interés por el mundo de los bebés hiperrealistas comenzó cuando tenía 16 años. “Mirando una foto mía de recién nacida se me ocurrió la idea de que existiera un muñeco que parezca un bebé real”, recordó.
Acto seguido, buscando en internet encontró que esta idea se había materializado en los bebés reborn. “Descubrí que era un arte que había nacido en Alemania y fue así como empecé a coleccionarlos”, contó Leticia.
Años más tarde, en 2018, viajó a España con el fin de poder aprender la mejor técnica para crear sus propias obras de arte y así ser una de las primeras vendedoras de bebes reborn en la Argentina.
En 2020 comenzó oficialmente a venderlos y desde entonces desde su estudio partieron aproximadamente 500 bebés: el más barato cuesta $60.000 y el más caro $200.000.
No hay una clave para que estos bebés tengan un aspecto tan realista y parezcan humanos sino que es un conjunto de detalles lo que los vuelve tan atractivos para las personas que los coleccionan. Sin embargo, la pintura es lo más importante ya que se tratan con muchas capas translúcidas y entre capa y capa se secan en un horno. Al finalizar el proceso, se termina viendo como piel humana.
Según contó la experta, el cabello se le injerta en la cabeza, pero no en cualquier lugar sino que se sigue un mapa. “El pelo se pone con una aguja uno por uno, al igual que las pestañas”, detalló y amplió: “Vendo bebés peladitos, con pelo pintado o con pelo injertado”.
“La escultura del modelo tiene muchísimos detalles reales también. Estos bebés son esculpidos por artistas del exterior, ellas se suelen basar en bebés reales”, explicó y siguió: “Capaz están un año haciendo una escultura, cada detalle, hasta las uñas de los pies son realistas. Después mandan a reproducir estas esculturas a fábricas y así es como nos llegan a nosotras, las artistas Reborn, que les damos ‘vida’ con la pintura. Porque cuando los recibimos son solo una cabeza y unas extremidades blancas. Las pinto y las ensamblo para que se convierta en un bebé”.
Leticia cuenta con varios modelos en stock y las clientes seleccionan los que más les gustan, pero si quieren otro pueden pedirlo por encargo. La pintura siempre es personalizada: el color de piel, del pelo, de los ojos, manchas, marquitas, rasguños, son todos detalles que pueden pedir quienes se van a llevar el bebé a sus casas.
Existen cuatro tamaños: los mini miden 25 centímetros, los prematuros de 38 a 40 centímetros, los recién nacidos de 45 a 50 centímetros y los más grandes que simulan ser bebés de cuatro meses miden entre 65 y 70 centímetros aproximadamente.
Eran las 17 en Vicente Lopez cuando un grupo de coleccionistas se reunía en la redacción de LA NACIÓN para compartir detalles de una singular pasión que comparten.
Susana Beatriz Alos es docente jubilada y tiene entre 25 y 30 muñecos hiperrealistas. “Toda la vida sentí pasión por los bebés, desde que tengo uso de razón que quería tener seis hijos y Dios me bendijo con siete”, manifestó mientras sostenía a uno de sus “bebés” en brazos.
La señora expresó que hace 15 años cuando descubrió estos muñecos hiperrealistas sintió que su pasión se veía colmada. “Conocí este mundo a través de la computadora, comencé a tener muchas amigas coleccionistas, principalmente de Europa porque acá sólo había una o dos que comenzaban a incursionar en este arte”, recordó.
Giovanna Jazmín Riffel, es estudiante de Derecho. Ella tiene tres reborn y está a la espera del cuarto. Al igual que todas las otras coleccionistas, siempre le gustaron las muñecas y conoció este mundo hiperrealista a los 11 años de edad. Ella también logró formar un grupo de 13 amigas que comparten el amor por estos muñecos y cuando se reunen los llevan para apreciarlos.
“A los 14 tuve mi primera bebé, que fue Charlotte, y después cuando conocí a Amelia, me enamoré, es mi consentida”, contó la joven, mientras sostenía a un muñeco en sus brazos y lo miraba con mucho cariño.
Mariela Laura Fernández, secretaria en una escuela primaria, quien llegó al encuentro junto con su hija Emma contó que compró su primer muñeco durante la pandemia de coronavirus: el amor fue a primera vista y así comenzaron a adquirir más, hasta compartir una colección de cinco.
Además, Mariela es dueña de una marca de ropa para bebés y muchas veces los usa como modelos para lucir sus productos. “Alva y Eva comparten la ropa rosa y los varones Dante, Nano y Manuel comparten entre ellos. Muchos conocidos que saben que tengo muñecos me regalaron ropa”, contó.
Aunque todas concuerdan en que no hay un preferido, a lo largo de la charla se escucharon algunos nombres que pertenecen a los bebés con los que tienen un cariño especial.
“No hay preferidos, pero como ella fue la primera se va conmigo a la tumba”, expresó Cynthia Karina Paz, vendedora, quien sostenía con sumo cuidado a dos reborn, uno en cada brazo.
¿Conexión especial o coleccionismo?
“Es un pasatiempo que me llena, me hace sentir bien tenerlos”, expresó Cynthia, mientras que Susana describió: “Con los bebés no juego, simplemente los tengo, los cambio de ropa dependiendo la estación, sobre todo en verano o invierno”. Y agregó: “Para mí son objetos de colección con bellas caritas, que me llenan de alegría”.
“Para mí simplemente es el gusto en los muñecos, en coleccionar, pero en cierta forma se podría decir que despierta el instinto maternal porque al ser tan realistas al tener peso es como que te sale sostenerlos con cuidado, agarrarles la cabecita”, aportó Giovanna.
“No voy a decir que los amo como a un hijo porque no es comparable, pero me duele cuando me tengo que desprender de ellos”, dijo Cynthia. Emma, de ocho años, interrumpió la conversación para contar que a ella sostener a su bebés la relaja.
“Emma los sostiene mientras mira películas o series con ellos y se queda tranquila. Creo que pueden llegar a ser muy terapéuticos porque mi hijo más chico, si bien no es que tiene la misma locura que Emma, él tiene impulsividad motora y cada tanto juega con los muñecos. Los agarra en los brazos con mucha atención porque como pesan y se les mueve la cabecita para atrás los tiene que tratar con cuidado y lo relaja tenerlos a upa”, explicó Mariela.
“No lo uso para terapia, pero pueden llegar a tener un uso terapéutico para personas mayores o pueden llegar a ser objetos de compañía”, opinó y agregó: “Quizás para una abuela, que esté sola, tener un muñeco y cambiarlo de ropa y tenerlos a upa para ver una película pueden tener un uso terapéutico”.
“Nuesra cultura no facilita los duelos”
Elsa Wolfberg, miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), coautora y co-compiladora con Mario Marrone del libro Parentalidad y Teoría del Apego, destacó: “jugar con muñecas hace bien, es saludable y creativo en tanto se sabe que se juega”.
“Lo que no hace bien, porque tapona procesos de duelo, que son saludables para hacer frente a una pérdida, es reemplazar una realidad por una ficción. Si eso ocurre con una muñeca que reemplaza un ser vivo perdido o no factible de tener, entonces esta cumple el papel de una prótesis, y confundir una prótesis con un ser viviente y animado es sumirse en habitar otra realidad paralela, inquietante, cosificada y frágil”, explicó la profesional.
“Nuestra cultura no facilita los duelos, que tienen sus etapas, son dolorosos, pero una vez procesados dan la fortaleza de dejar nuevos espacios y motivaciones para ampliar la vida”, expresó Wolfberg.
“Reemplazar un duelo por un objeto imaginariamente animado, clausura esa posibilidad vital con otro ser. No veo que tenga posibilidades terapéuticas más allá de lo grato que puede ser jugar y ensayar cuidados. Hay parejas que se preparan para la parentalidad teniendo primero una mascota, pero las respuestas del animal orientan a los que lo cuidan en cuán adecuado es su modo de cuidarlo, es relacional, no solo una fantasía individual”, sostuvo.
En tres oportunidades, mujeres que querían quedar embarazadas y no podían llegaron al taller de Leticia para comprar bebés reborn. Al tiempo quedaron embarazadas. Una de las clientes llegó a ponerle el nombre del muñeco a su hijo de carne y hueso porque sintió que fue un antes y un después en su camino de maternidad.
“El vínculo que tenemos es el mismo que tiene un coleccionista de arte con sus obras. Con la diferencia de que nosotras los vestimos y les sacamos fotos”, contó Susana y agregó: “A veces miro una película con el bebé a upa, pero no todos los días”. “Capaz que les digo: ‘Hola, que lindos que son y me voy contenta’, sumó Cynthia.
Los prejuicios alrededor del coleccionismo
“Al principio cuando entré a la secundaria me criticaban un poco porque se veía raro”, contó Giovanna, quien también recordó la tierna reacción de una mujer que la vió sostener a su reborn en el colectivo: “Se me acercó y me preguntó: ‘¿Ay, ya te animas a sacarla, tan chiquita?’”.
Pero los comentarios negativos nunca faltan. “Nos dicen que estamos locas, que parecen bebés muertos. A lo que yo les respondo: ‘¿por qué un bebé muerto y no un bebé dormido?’ Es exactamente lo mismo, está con los ojos cerrados porque está dormido, no muerto”, dijo Susana, indignada y aclaró: “Si los saco para mostrarselos a alguien los llevó tapados en una mantita sino en un bolso, porque mucha gente piensa que estamos locas y yo a esta altura del partido con 74 años, no quiero pasar por ningún mal momento”.
“Me critican, por eso no lo cuento libremente a cualquier persona. Muchos opinan que quiero otro hijo, que me quedé con ganas”, dijo Mariela y entre risas distinguió: “Un reborn no se parece ni un poco a la maternidad, ojalá fuera tan fácil”.
“A las personas que me critican les digo que es un coleccionismo como cualquier otro”, sentenció Susana.