“Siempre hay algo que falta”: tras la muerte de Silvina Luna, alertan sobre un mandato social que puede llevar a la tragedia
El fallecimiento de la modelo y actriz no solo conmociona, sino que despierta a la reflexión sobre las imposiciones sociales sobre la belleza; la sensación de insatisfacción corporal, en la mira
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Su historia duele desde todos los ángulos que se la mire. La muerte de Silvina Luna, después de meses de permanecer internada con fallas renales por haber recibido grandes cantidades de metacrilato en los glúteos, generó tanta tristeza como indignación. Quedó en claro en la puerta de la casa del médico Aníbal Lotocki, donde hubo personas que se juntaron a expresar su rechazo. Pero también en las redes sociales y en la conversación cotidiana: desde que se conoció la noticia fue tema obligado. Como si no lográramos metabolizar el trauma de lo que ocurrió. Y así fue apareciendo esa reflexión agridulce sobre hasta dónde puede llegar el mandato social del cuerpo perfecto, que no engorda, no envejece, no decae, no tiene pelos, siempre huele bien y al que no se le corre el maquillaje.
A partir de la muerte de la actriz, surgieron algunas reflexiones sobre los rígidos estándares de belleza que abrazamos los argentinos, sobre esa perenne sensación de insatisfacción corporal a la que, sobre todo, se exponen las mujeres, y sobre ese taladro interior que es la autopercepción negativa: el caldo de cultivo necesario para que florezcan los trastornos alimentarios o para caer en manos de quienes venden productos y tratamientos estéticos que no son seguros y que prometen lo que jamás dan: el cuerpo perfecto. O, mejor dicho, la percepción de que se tiene uno así y que eso es el pasaporte para la felicidad, algo que jamás llega.
¿Qué lecciones o reflexiones deja la muerte de Luna? Son muchas. Las que más sonaron en las últimas horas, son algunas de las frases que dijo la propia actriz en los últimos meses, cuando se mostró a cara lavada y salió a contestarles a quienes, incluso durante su calvario, se atrevían a criticarla en sus redes sociales, escribiéndoles que estaba gorda o preguntándole qué le había pasado en la cara.
“No se habla del cuerpo del otro” se cansó de repetir en esos videos. También recordó: “¿Qué me pasó? Me pasó la vida misma. Tengo 42 años, algunos se quedaron con la imagen de los 20″. Y agregó: “La enseñanza que tuve es que buscando mi valía en lo exterior tomé una decisión, de la que hoy me hago cargo de las consecuencias. Cuando leo esto me encantaría regalarles que puedan verse al interior, que la valía no está en si tenés la cara más redonda, si estás más flaca o más gorda. No se opina de los cuerpos de los otros, de la cara, de la ropa. Siento compasión por esas personas, qué proyectan en uno que le saca lo peor, la ira, la envidia, el enojo. Ojalá que puedan evolucionar y ver las cosas de otra manera”, publicó en uno de sus últimos reels en Instagram.
“Estamos entre los países del mundo con mayor malestar corporal o infelicidad corporal, como lo llamamos ahora –dice la médica nutricionista Mónica Katz, especialista en trastornos de la alimentación–. Por otro lado, hemos construido, como sociedad global, pero sobre todo en nuestro país, un ideal estético con eje en la delgadez. Pero ese modelo que anhelamos es mortífero para el cuerpo y también para la mente. Y, sin embargo, lo aceptamos”, cuestiona.
Modelo único
“Tenemos que empezar a desarmar ciertos mandatos naturalizados que tenemos y que nos han llevado a la sociedad que hoy somos. Decimos que la belleza está en la mirada. El problema, entonces, está en cómo estamos mirando. Hay una cultura de la delgadez obligatoria, de un modelo único de cuerpo, una cultura gordofóbica, racista, sexista, gerontofóbica. Hay un solo tipo de cuerpo validado y debe ser delgado y siempre joven. Y sino, está validado que lo avergoncemos. Eso es terrible”, afirma Mercedes Estuch, representante en la Argentina de la organización internacional AnyBody, activismo contra el odio corporal.
“Esta es una reflexión que la propia Silvina Luna instaló en los últimos meses con sus videos. ¿Qué es lo que estamos dispuestos a hacer en nuestros cuerpos y qué hábitos estamos dispuestos a adoptar para cumplir con ciertas expectativas o estándares de belleza? Esta es una problemática que afecta a miles de personas todos los días y que muchas veces termina en casos lamentables, como puede ser la muerte, pero que también en el día a día mortifica, porque se reproducen presiones sociales para que todas las personas sintamos que tenemos que tener un determinado cuerpo”, indica Estuch.
“Hay una problemática social y naturalizada de insatisfacción corporal. Y frente a esta, lo que se genera es una industria que nos vende productos, tratamientos, ejercicios para, supuestamente, alcanzar eso que todavía no alcanzamos. Esa es la problemática. Que la industria de la belleza nos necesita insatisfechas con nosotras mismas. Nos sentimos mal, porque se nos presentan ciertos ideales y estándares de belleza y de cuerpo inalcanzables y la única respuesta que estamos dando es un mercado que nos da productos para alcanzarlos. Es hora de que lo cuestionemos”, asegura Estuch.
La búsqueda eterna
“La búsqueda de la belleza es tan antigua como la humanidad. Hasta en el mundo animal existe esa búsqueda para lograr una atracción. El problema es cuando eso se exacerba. O sea, se genera una adicción a la búsqueda de la perfección”, explica Edgardo Bisquert, presidente de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora (Sacper). Y agrega: “Esto es algo que tiene que identificar un cirujano plástico en la primera consulta. Si la cirugía o el tratamiento no se justifica porque el paciente no lo necesita, no se debe hacer. Esto es tan importante como que el profesional que haga la cirugía o el tratamiento sea certificado, que sea realmente un especialista, que esté actualizado y que haga los tratamientos en un lugar correcto”.
Otro de los debates pendientes que deja el caso de Silvina Luna, plantea Bisquert, es el control efectivo por parte de las autoridades del ejercicio de las especialidades médicas: “En la Argentina, no hay una ley de especialidades. La que hay solo dice cuáles existen, pero no limita las incumbencias de cada una. Como médico está habilitado para hacer lo que quiere, por ejemplo con el título de médico hacer una cirugía cardiovascular. Eso debe cambiar”, dice.
Recibir pacientes con consecuencias por tratamientos como los de Luna, advierten los cirujanos, es más frecuente de lo que se cree. “La aplicación de metacrilato está prohibido, pero es una práctica habitual. Es realmente muy alarmante la cantidad. La mayoría son, por supuesto, médicos truchos o no médicos, o gente que simplemente lo hace sin ser médico. Son falsos cirujanos plásticos. Desde hace años muchos años que se viene advirtiendo desde la Sacper. Pero, lamentablemente, la gente siguió y sigue optando por tratamientos como estos”, lamenta la médica Mónica Milito, especialista en cirugía plástica y reparadora.
“Es tristísimo lo que pasó. Tiene que haber una regulación más estricta para que esto no pase, concientización pública para que los pacientes están al tanto de los riesgos de estos productos. Y una responsabilidad profesional de los médicos y de quienes hacen estética de qué productos y en qué cantidades se pueden usar. Esto debería haber cambiado hace tiempo”, reclama el cirujano plástico Michael Guibert.
“Recibimos muchos pacientes que se sometieron a tratamientos de este tipo, como el de Luna, algunos muy preocupados llegan para removerlos. Otros, nos dicen, no sé cómo llegué a este punto de someterme a un tratamiento así. Uno le explica que, en realidad, no es tanto su responsabilidad como la del profesional. Pero siempre la recomendación es que se certifique que el profesional está habilitado para hacerlo y que usa materiales autorizados. Aunque sean tratamientos no invasivos, supuestamente”, dice. Y agrega: “Todos los pacientes tiene el derecho de querer cambiar, modificar o mejorar su imagen corporal. El problema viene de la mano del precio de los productos importados, mucha gente termina usando materiales no aptos porque son más económicos”, explica.
Mandatos
La mayoría de los pacientes, dicen los cirujanos, llegan pidiendo un cambio en su imagen, pero exigen que sea algo natural, que no se vea artificial o estandarizado.
“Es parte de los nuevos mandatos que se instalan. Que aunque sea artificial, que se vea natural. Lo mismo que la modificación del discurso acerca de la imagen corporal, en la que se dice que es una cuestión de salud. Es la manera políticamente correcta para estos tiempos de sancionar a quién tiene sobrepeso. Y en lo que resulta es que nadie, de ninguna forma, se siente a gusto con su cuerpo. Ni siquiera las modelos, las actrices. Siempre hay algo que falta para la perfección. Y de esa forma se refuerza ese discurso que cala tan hondo en la interior insatisfacción corporal. Las mujeres, digo así, porque somos las que más sufrimos esta forma de violencia simbólica, vivimos corriendo una carrera para pertenecer y alcanzar esa zanahoria que es el cuerpo perfecto que no existe, pero que hace mucho daño”, asegura Cande Yathe, la activista que impulsa la cuenta @Bellamente, desde donde se impulsan la conversación sobre exigencias estéticas y su impacto en la salud, a la que Silvina Luna seguía desde hacía tres años.
“A raíz del caso de Silvina Luna, muchas personas de nuestra comunidad nos contaron situaciones que están padeciendo en esa búsqueda de la belleza. Parecen increíbles: desde mujeres con cáncer en las uñas por hacerse las semipermanentes; internación con suero por deshidratación en una cama solar; ceguera por depilación facial, reacciones alérgicas por alisados, problemas en el sistema inmunológico por usar polvos para adelgazar. Y la reflexión es: ¿Hasta dónde ese ideal de belleza nos tiene que seguir castigando de esta forma? ¿Por qué tenemos que tener las uñas perfectas siempre y que si lavamos los platos no se nos note porque se sale el esmalte? ¿Por qué es pecado que el pelo tenga frizz? Cuando yo era chica había una frase que se repetía mucho en mi casa y con ella crecimos muchas mujeres: ‘muerta antes que sencilla’. Ahora toma otro significado trágico. Ojalá estemos a tiempo de reflexionar y parar esta rueda”, dice Yathe.
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