“Si un mes tiene 31 días, trabajo 31 días”: las fábricas donde el gigante chino Shein produce las baratas prendas de moda “ultrarrápida”
Los talleres se ubican en una ciudad al sur de China donde los empleados trabajan de 10 a 12 horas por día; a los trabajadores les pagan menos de US$1 por coser una remera básica
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Panyu, el vecindario conocido como el “pueblo Shein”, ubicado en el sur de China, es un laberinto de fábricas que abastecen al minorista de moda rápida más grande del mundo. “Si un mes tiene 31 días, trabajo 31 días”, le dijo un trabajador a la BBC. La mayoría dijo que solo tienen un día libre al mes.
Shein, que sigue siendo de propiedad privada, fue valorada en unos US$60.000 millones en una ronda de recaudación de fondos en 2023. Ahora está considerando una posible cotización en la Bolsa de Valores de Londres.
Sin embargo, su meteórico ascenso estuvo plagado de controversias sobre su trato a los trabajadores y acusaciones de trabajo forzado. El año pasado admitió haber encontrado niños trabajando en sus fábricas en China.

La empresa se negó a ser entrevistada, pero le dijo esto a la BBC en un comunicado: “Shein está comprometida a garantizar el trato justo y digno de todos los trabajadores dentro de nuestra cadena de suministro y está invirtiendo decenas de millones de dólares en fortalecer la gobernanza y el cumplimiento”.
Agregó: “Nos esforzamos por establecer los estándares más altos de remuneración y exigimos que todos los socios de la cadena de suministro se adhieran a nuestro código de conducta. Además, Shein trabaja con auditores para garantizar el cumplimiento de las normas”.
El éxito de Shein radica en el volumen (el inventario on line asciende a cientos de miles) y los grandes descuentos: vestidos a US$12, suéteres a US$7, precios que rondan, en promedio, los US$10.
Los ingresos se dispararon, superando a H&M, Zara y Primark. Las rebajas a precios reducidos se deben a lugares como el “pueblo Shein”, donde se encuentran unas 5.000 fábricas, la mayoría de ellas proveedoras de la gran empresa.
Incluso después de las 22, las máquinas de coser no se detienen, porque llegan más telas en camiones, tan llenos que a veces los rollos de colores ruedan en el suelo de la fábrica.

“Normalmente trabajamos 10, 11 o 12 horas al día”, dice una mujer de 49 años, de Jiangxi, que no quiere dar su nombre. “Los domingos trabajamos unas tres horas menos”.
Las fábricas tienen contratos para hacer ropa por encargo, algunas órdenes son pequeñas, otras grandes. Por ejemplo, si los pantalones chinos son un éxito, los pedidos aumentarán y también se debe incrementar la producción. Debido a esto, las fábricas contratan a trabajadores temporales para satisfacer la demanda que su personal permanente no puede cubrir.
“Nos pagan por pieza”, explica una trabajadora migrante de Jiagxi. “Depende de la dificultad de la prenda. Algo tan sencillo como una camiseta es uno o dos yuanes [menos de US$1] por pieza y puedo hacer una docena en una hora”.
Mercados de trabajo
La BBC encontró que el horario laboral estándar es de 8 a más de 22. Esto coincide con un informe de Public Eye, una organización no gubernamental suiza que promueve los derechos humanos, que se basó en entrevistas con 13 trabajadores textiles en fábricas que producen ropa para Shein.
El grupo descubrió que varios empleados trabajaban excesivas horas extra y que el salario básico sin horas extra era de 2.400 yuanes (US$327), que está por debajo de los 6.512 yuanes que la Asia Floor Wage Alliance (una alianza asiática que busca proteger a los trabajadores de la industria de la ropa) considera necesarios para un “salario digno”.
Pero los trabajadores con los que habló la BBC se las arreglan para ganar entre 4.000 y 10.000 yuanes al mes: “Estas horas no son inusuales, pero está claro que son ilegales y violan los derechos humanos básicos”, señala David Hachfield, vocero de la organización. “Es una forma extrema de explotación y esto debe hacerse visible”.
Los mayores desafíos de la empresa
La BBC pudo conocer que la empresa está monitoreando más de cerca a sus proveedores de cara a sus planes de salir a cotizar al mercado en la Bolsa de Londres. “Se trata de su reputación”, dice Sheng Lu, profesor de Estudios de Moda y Confección en la Universidad de Delaware.
“Si Shein logra con éxito una OPV (oferta pública de venta), significa que se les reconoce como una empresa decente. Pero si quieren mantener la confianza de los inversores, tienen que asumir cierta responsabilidad”.
Uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta Shein son las acusaciones de que se abastece de algodón de la región china de Xinjiang. Este tipo de algodón, que en su día se promocionó como uno de los mejores tejidos del mundo, cayó en desgracia tras las acusaciones de que se produce con mano de obra forzada de trabajadores de la minoría musulmana uigur, una acusación que Pekín ha negado firmemente.
La única forma de evitar estas críticas es ser más transparente, dice el profesor Sheng: “A menos que publiquen su lista completa de fábricas, a menos que hagan que su cadena de suministro sea más transparente ante el público, creo que va a ser un gran desafío para Shein”.
Los beneficios de Shein
Una ventaja importante, añade, es que la cadena de suministro de Shein está en China: “Muy pocos países tienen una cadena de suministro completa. China la tiene, y nadie puede competir con ella”.
Los rivales en ciernes, como Vietnam y Bangladesh, importan materias primas de China para fabricar ropa, pero las fábricas chinas dependen totalmente de fuentes locales para todo, desde telas hasta cremalleras y botones.

Esto funciona especialmente en el caso de Shein, cuyo algoritmo determina los pedidos. Si los compradores hacen clic repetidamente en un determinado vestido o pasan más tiempo mirando un jersey de lana, la empresa sabe que debe pedir a las fábricas que produzcan más, y rápido.
“Shein tiene sus pros y sus contras”, dijo el dueño de una fábrica. “Lo bueno es que el pedido es grande, pero el beneficio es bajo y fijo”. La fábrica de indumentaria, debido su tamaño e influencia, es un duro negociador. Por eso, los dueños de las fábricas tienen que recortar costos en otros ámbitos, lo que a menudo resulta en salarios más bajos para el personal.
“Antes de Shein, producíamos y vendíamos ropa por nuestra cuenta”, contó el dueño de tres fábricas. “Podíamos estimar el costo, decidir el precio y calcular el beneficio. Ahora Shein controla el precio y tenemos que pensar en formas de reducir el costo”.
BBC News.
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