Seis de cada diez jóvenes son pobres
Son más de 5.500.000 chicos de entre 15 y 29 años; en 1999 sólo tenía alguna necesidad básica insatisfecha el 31% del total
Vivir hacinado con el resto de la familia. O habitar una casa con piso de tierra, sin separación entre ambientes, sin cloacas ni agua potable. O no poder siquiera presionar el botón después de ir al baño, por la ausencia de un retrete con descarga de agua. O no tener la posibilidad de ir a la escuela.
En alguna de estas condiciones, que definen la pobreza juvenil, viven -o sobreviven- seis de cada diez chicos y chicas de entre 15 y 29 años en la Argentina. Son el 60 por ciento de los varones y el 58% de las mujeres en esa franja etaria. Son cinco millones y medio, sobre un total de 9.423.580 jóvenes.
Las cifras surgen de estadísticas cerradas en mayo de 2003 y aún sin publicar, procesadas en un documento por la Dirección Nacional de Juventud (Dinaju) -que depende del Ministerio de Desarrollo Social- sobre datos cruzados del Sistema de Información, Evaluación y Monitoreo de Programas Sociales (Siempro), de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) y del Censo Nacional 2001.
Según los mismos cálculos, hace apenas cinco años la relación entre jóvenes pobres y no pobres era casi inversa: en 1999, sólo un 31% de las personas de 15 a 29 años tenía en nuestro país alguna necesidad básica insatisfecha. En 2003, como se dijo, alcanzaron casi el doble.
Los problemas principales
La involución alarma. Y no sólo a las autoridades argentinas, sino a América latina. Un informe de la Organización Iberoamericana de Juventud (OIJ) y de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) sobre la "Juventud en Iberoamérica: tendencias y urgencias", difundido hace diez días en México, destaca la realidad de nuestro país.
"La pobreza juvenil aumentó en cinco países, siendo particularmente preocupante lo sucedido con la Argentina y con Venezuela, que presentaron un importante incremento en la incidencia de los jóvenes pobres", sostiene el trabajo.
Fuentes del Gobierno estimaron anoche que en el último año la situación habría variado, a la par del descenso del 10% registrado en el índice de pobreza general, aunque no pudieron precisar en qué términos se habría producido ese cambio.
El informe de la Cepal y de la OIJ también revela que, entre los 17 países iberoamericanos evaluados, únicamente en la Argentina y en Panamá la pobreza encabeza el trío de principales problemas que enfrentan los jóvenes en esas naciones. En otros casos, aparecen la exclusión, el desempleo, la deserción en la escuela secundaria o el embarazo adolescente.
La desocupación y la exclusión social son el segundo y el tercer problema de los jóvenes argentinos, según la Cepal y la OIJ. Las estadísticas de la Dinaju lo confirman: sólo el 37,45 por ciento de las personas entre 15 y 29 años tiene un trabajo. La falta de ocupación golpea notoriamente más al sexo femenino, ya que entre las mujeres la tasa de empleo desciende al 31,3 por ciento, contra el 43,6 por ciento ostentado por los varones.
Sin presente, sin futuro
Sin embargo, según la Dinaju, las cifras de la exclusión resultan especialmente inquietantes porque reflejan la imposibilidad de integración que sufre la juventud. "En estos años creció la cantidad de jóvenes excluidos, es decir, que no estudian ni trabajan, ni desarrollan tareas domésticas. En 1999 representaban un 13% y actualmente ascienden a un 15%", arroja el informe del organismo.
El grupo más afectado por la exclusión es el comprendido entre los 20 y los 24 años: el 17,2% de estos jóvenes no realiza actividad alguna. En segundo término figuran los chicos y chicas de 15 a 19 años, con un 13,9% de excluidos. Por último, hay un 13,5% de jóvenes de entre 25 y 29 años en esa condición.
Los excluidos no sólo no logran formar parte de proyectos en el presente, sino que viven en condiciones de mayor vulnerabilidad para construir un proyecto de vida a largo plazo.
El trabajo de la Cepal y la OIJ remarca la paradoja de que, en un mundo con cada vez más oportunidades, los jóvenes tienen menos acceso a ellas, sobre todo en los sectores más marginados: "A comienzos de este decenio, la juventud goza de más acceso a educación, pero menos incorporación al empleo que la población adulta; cuenta con más expectativas de autonomía, pero menos opciones para materializarla de las que tuvieron las generaciones precedentes".
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