Algunos se preguntan quién podría habitar un imponente castillo gótico, como el de Harry Potter, a escasas cuadras de la General Paz. Sin embargo, la obra es icono del patrimonio arquitectónico de Vicente López desde hace casi un siglo. A diferencia del castillo de la saga, habitado por estudiantes de magia, el bonaerense está poblado por unas mil niñas de túnica azul que estudian en el colegio de las Hermanas Pasionistas, el Michael Ham Memorial College.
Ambos están ubicados a lo alto, y se destacan por su majestuosa cúpula de pizarra negra que contrasta con el cielo. El de Potter, conocido también como Hogwarts, se erige sobre una colina de Escocia, mientras que el Michael Ham se levanta en la esquina de Gaspar Campos y Agustín Alvarez.
Sobre un terreno de 10.239 metros cuadrados, el predio de la institución ocupa dos manzanas residenciales, delimitadas por las calles Lavalle, Gaspar Campos, Agustín Alvarez y Segurola. Esos lotes se remontan a la repartición de tierras que hace Don Juan de Garay a Antón Higueras de Santana. "Las tierras luego pasaron a manos del escocés Patricio Mac Lean en 1848. Más tarde, en 1919, Jorge Saavedra firmó una escritura por esa fracción de tierra", cuenta a LA NACION Lucía Monsegur, directora administrativa del colegio, durante una recorrida por los jardines y por el edificio de primaria y secundaria.
El misterio que rodea la construcción está vinculado en parte al hecho de que no se tienen datos precisos sobre el origen del soberbio edificio sobre la barranca. A pesar de ello se infiere que fue la familia Saavedra quien encargó la obra. Según cuenta la tradición, transmitida a través de las primeras hermanas, la obra estuvo a cargo del arquitecto belga especializado en la construcción de cines Alberto Bourdon, y habría sido la residencia del embajador de Bélgica, aunque no existen datos certeros que puedan corroborarlo.
Lo cierto es que en 1920 el matrimonio de Michael Ham y Ana María Lynch compró la mansión para ser utilizada como quinta de descanso de verano. Con el sueño de abrir un colegio, y en búsqueda de un edificio para tal fin, hospedaron en su casa a las Hermanas Pasionistas, llamadas Sisters, provenientes de Inglaterra. Este encuentro generó en el matrimonio el deseo de donar su vivienda a las religiosas. Finalmente en 1926 abrió sus puertas la institución, aún considerada de élite, con 44 alumnas y alumnos pupilos.
El majestuoso edificio es de estilo neogótico con materiales especialmente traídos de Europa, acorde con los chateaux de la época. Los salones se transformaron en biblioteca y dormitorios para las pupilas, y las primeras se construyeron las primeras aulas sobre la calle Gaspar Campos. Años más tarde, en 1945, Frank Tooley, con quien Lynch, viuda de Ham, contrajo segundas nupcias, donó la Capilla, de estilo gótico. En memoria de ella la denominó Santa Ana.
Alrededor del año 1950 se convocó al reconocido arquitecto italiano Francesco Salamone. Con su estilo monumentalista creó un nuevo sector neoclásico, con entrada en declive por la barranca, sobre la calle Lavalle. La edificación en ese lugar está protegida por gruesas rejas con terminaciones curvas y en punta, las cuales le otorgan un aspecto singular, tal vez vinculado al castillo escocés. En el año 2014, la Dirección Nacional de Patrimonio y Museos de la Secretaría de Cultura de la Nación seleccionó al colegio para que formara parte de un programa de investigación y relevamiento del Patrimonio Arquitectónico Argentino en torno a los períodos 1810-2010.
En la actualidad, las hermanas no dirigen la institución, sino que se retiraron a vivir en diversos barrios periféricos, y dejaron en manos de laicos sus tareas. Sin embargo continúan acompañando al alumnado y a las autoridades que lo dirigen. En 1993 se constituyó jurídicamente la Fundación Colegio Michael Ham, que administra y gobierna el colegio y que cuenta con dos sedes, una en Vicente López y otra en Nordelta, mixta, con lo cual ambas suman más de 1800 alumnos.
Recuerdos de las primeras pupilas
"Las Hermanas dejaron su país y llegaron a un Buenos Aires que desconocían. Comenzaron un colegio, lejos de sus costumbres, sus familias, su idiosincracia. No entendían nuestra falta de disciplina, nuestro ruido, nuestra espontaneidad. Se mezclaron con nosotras, jugaron al hockey con sus hábitos, bailaron nuestros bailes, cantaron nuestro Himno. Hablaron nuestra lengua, festejaron nuestros triunfos" recordó la ex alumna Damasia Becú, en agradecimiento a las primeras Sisters.
Según relata Valeria Palacio, ex alumna emparentada con Lynch, debido a que por ese entonces muchas familias vivían en el campo, el internado era mixto, y sólo se podía salir los domingos. Debían llevar el pelo corto, y dormían en camas blancas dentro de pequeñas habitaciones del último piso, llamado Top Floor. "Las noches de tormenta teníamos miedo. A veces escuchábamos ruidos de puertas que golpeaban y chirridos provocados el viento", recuerda Palacio.
Durante la época en la cual vivieron los Ham, esas habitaciones estaban destinadas al personal de servicio, compuesto por 16 empleados y dos choferes. "Vicente López era puro campo, había bueyes, se araba, y los fines de semana se llenaba de parientes que visitaban la quinta en carruajes. El matrimonio dormía por separado en el segundo piso, y contaban con un mayordomo, cuyo rol en el manejo de la casa era fundamental", agrega Palacio, al recordar anécdotas familiares.
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