"Se produce un incidente entre el ministro de Agricultura, Luis Duhau, y el senador por Santa Fe, Enzo Bordabehere. Suena la campana de orden; penetra el recinto gente extraña y se oyen disparos de armas de fuego al lado de las bancas de los ministros", dice la transcripción taquigráfica de la sesión en la que asesinaron a Bordabehere en el Senado de la Nación , en 1935, mientras Lisandro de la Torre enunciaba las consecuencias del pacto Roca-Runciman.
Hoy está todo un poco más tranquilo. Son las 11 y el secretario de Energía, Gustavo Lopetegui , se encuentra frente a la Comisión de Minería, Energía y Combustibles de la de Cámara alta, para dar explicaciones sobre el apagón masivo del pasado 16 de junio. Javier Rocha, transcribe. Es parte del equipo de taquígrafos del Senado desde 1992. Lleva puesto un traje negro, zapatos del mismo color, camisa y corbata. Está sentado, erguido, con la mirada rígida puesta en la pantalla que proyecta la comisión. De hecho, Rocha está prácticamente inmóvil, excepto, claro, por sus dedos.
El equipo de taquígrafos del Senado de la Nación se encarga de transcribir todas las sesiones y comisiones de la Cámara alta hace 141 años y representan una pieza indispensable del engranaje parlamentario. Jamás, en todos esos años, dejaron de publicar lo que se dijo en una sesión o comisión. También participan en debates a puertas cerradas, como la última Comisión Bicameral de Inteligencia, el pasado 4 de abril, en la que expuso Gustavo Arribas , director de la Agencia Federal de Inteligencia ( AFI ), y su segunda, Silvia Majdalani, sobre el caso que involucra a Marcelo D'Alessio. En esa ocasión debieron entregarle la transcripción a los servicios de inteligencia y luego borrar todos los registros.
Actualmente el equipo está formado por más de 30 miembros y solo incorporan personal por concurso. El último fue en 2017. Los postulantes deben pasar uno o más exámenes de escritura a velocidad, otro de mecanografía, ortografía y redacción.
"Cuando están en acción, la dinámica de trabajo es la siguiente: en comisiones rotan cada 10 minutos y en sesiones cada cinco. Te agota escribir a esa velocidad y con ese nivel de concentración. Por eso, cada taquígrafo tiene que ir haciendo turnos muy cortos y luego darle el lugar a otro", explica Jorge Bravo, director general del equipo de taquígrafos del Senado desde el 2008 y parte del cuerpo desde 1980.
"El promedio rondará las 140, 150 palabras por minuto, más de dos palabras por segundo. Pero por momentos puede ser más elevado, en especial cuando se arma una especie de ping pong entre dos oradores. Eso hace que la velocidad se incremente y, al mismo tiempo, hay que prestar atención de identificar bien a los oradores para no cometer el error de hacerle decir a uno alguna cosa que dijo el otro", dice Pablo Volpe, miembro del equipo desde 1985.
En 1862, bajo la presidencia de Bartolomé Mitre, surgió la intención de registrar en un diario de sesiones los debates parlamentarios y, en 1872, Domingo Faustino Sarmiento creó el Cuerpo de Taquígrafos del Congreso de la Nación con la Ley 523. En 1878, se dividió entre el equipo de diputados y senadores. Un dato de color: José Hernández, autor del Martín Fierro, fue taquígrafo en 1855, tiempos de Justo José de Urquiza. En ese entonces, para llevar a cabo las asambleas legislativas se reunían en la catedral de Buenos Aires.
El trabajo se hace a mano o con la estenotipia, una máquina con un teclado muy singular: no cuenta con todas las letras, sino que a través de la combinación de teclas, el taquígrafo genera las que faltan. Para ganar velocidad crean abreviaturas para palabras que se suelen repetir, como "Constitución", "la Argentina". Incluso, pueden preestablecer que una conjugación de teclas que presionan al mismo tiempo sea, por ejemplo, la expresión: "Gracias señor Presidente".
"Se piden los diarios de las sesiones para ver qué intervención tuvo cada senador o nos piden que certifiquemos algo que van a mandar a la justicia, como si fuéramos escribanos. La versión taquigráfica se usa para dar por hecho que esta fue la versión fiel de lo que se habló. A diferencia del audio o video, esto no se puede modificar", explica Volpe.
Ya son casi las doce del mediodía, Lopetegui sigue dando explicaciones sobre aquel día del padre en el que no hubo luz. Los taquígrafos suelen estar en el recinto pero hoy trabajan desde unas salas cerradas. En una de ellas hay un grupo de 10 u 11 personas que llevan la transcripción del lenguaje taquigráfico al abecedario español. Sí, porque en la taquigrafía se escribe en código y, a su vez, hay muchas bibliotecas con códigos distintos. El que usan en el Senado se llama sistema Larralde.
"Yo tenía un hermano que fue taquígrafo. Me gustaba verlo escribir con signos y códigos que no comprendía. No entendía nada de lo que escribía y eso me parecía fantástico", cuenta Bravo, director general del equipo.
Tal vez muchos no lo sepan, pero Bravo es una gloria argentina cuando de transcripciones se habla. En 1998 fue campeón mundial de taquigrafía, luego de ganar el mundial celebrado en Suiza. El campeonato consistía en dictados de 10 minutos, cuando en las competiciones argentinas suelen ser de cinco, a velocidades cada vez más altas y en varios idiomas.
"Me llegaron a dictar a más de 190 palabras por minuto. Yo salí primero en todos los idiomas. Para ese mundial estuve practicando un año a full. Me sentaba seis u ocho horas por día. En una sesión de práctica llegue a escribir 214 palabras por minuto. Eso significa más de tres palabras por segundo. Terminás agotado. Esa fue mi marca personal y nunca más la pude volver a alcanzar", dice Bravo.
Él tiene una larga historia vinculada a la acción de escuchar y escribir. "Me tocó trabajar en la Casa Rosada durante la guerra de Malvinas. Llegaban los informes por radio de lo que pasaba en las islas y nosotros teníamos que desgrabar. Yo no le comenté nunca a nadie acerca de los detalles que recibíamos y veía que lo que se publicaba al otro día era totalmente otra cosa".
Con la vuelta a la democracia, en 1983, Bravo estuvo durante la toma de poder de Alfonsín, también lo estuvo cuando se reformó la Constitución en 1994. "Cuando asumió Alfonsín, fue muy emocionante por todo lo que veníamos viviendo. También fue muy lindo poder estar en la reforma del 94, no todos los días suceden hechos como ese. Estaban todas las figuras más importantes de la política argentina".
El trabajo del equipo, muchas veces, alcanza un vértigo difícil de soportar. Ellos dicen que durante las sesiones el taquígrafo se encuentra en trance. "A veces hay mucha interferencia. Suena un celular, te traen un café. A veces las sesiones son muy largas, se tratan muchos temas. Igual el Senado suele ser ordenado. De hecho, que haya un sistema de sonido sirve para ordenar. El senador tiene que pedir la palabra y el presidente otorgársela. Ahí recién puede empezar a hablar", explica Volpe, miembro jerárquico del equipo.
Una vez finalizado el trabajo, como sello de calidad, el cuerpo de taquígrafos sube la versión taquigráfica a la web del senado dos horas y media después. Esto incluye la transcripción corregida, el listado de senadores presentes y ausentes, el sumario de temas que se tocó, las actas de votación, entre otros tantos ítems.
Uno de los cambios que hubo en el último tiempo es que han adoptado la cultura de la hipertextualidad. Las palabras que no son aceptadas por la Real Academia Española, los taquígrafos las escriben igual y las ponen entre comillas o en cursiva. "Si cambiamos las palabras, en el futuro nadie va a saber cuándo nació una palabra nueva", dice Bravo.
"La versión taquigráfica tiene que ser una foto de lo que pasó en la sesión, no una versión con photoshop, en donde el taquígrafo hace que las frases cierren bien. Si hay una frase que no cierra, le ponemos puntos suspensivos. Tengo un amigo semiólogo que siempre me pide que no cambiemos el discurso, así ellos pueden analizarlo correctamente", afirma Volpe.
Gracias a los taquígrafos, la historia parlamentaria argentina descansa en los anaqueles de una oficina del Congreso y, hace algunos años, también en Internet. En la próxima sesión, los dedos del equipo volverán a volar sobre el teclado, como lo hacen, de un modo u otro, hace más de 140 años. La presidente del senado dará por iniciado el debate, y eso bastará para que ellos se sumerjan en su mundo. Uno que está hecho de estenotipias, lenguajes en código y personas en trance.
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