:: La idea de posteridad estuvo ligada con el cine desde su primera época, algo que el séptimo arte tiene en común con los tatuajes. Es curioso que un director de cine relativice la idea de "para toda la vida" de los tatuajes a tal punto de asegurar que, con el tiempo, se vuelven invisibles. Sebastián De Caro repasa su sinfín de historias de tatuajes relacionados con la cultura popular mientras espera el inminente estreno de Claudia, su última película.
:: ¿Cuál fue tu primer tatuaje?
Tengo 11 y el primero me lo hice en el tobillo derecho. Es una suerte de rayo que parte de un ying y yang. Una cosa bastante espantosa, pero quedó como una especie de tribal ahora. Ese tatuaje es de finales de 1994. Desde que vi a los Chili Peppers por primera vez en el colegio secundario que tenía ganas de tatuarme. Finalizando el primer año de Montaña Rusa, junto a Gastón Pauls y Esteban Prol, nos hicimos el mismo tatuaje en el mismo lugar, algo muy cándido o muy goma. Tenía 18 años. Después me enteré de que los de La comunidad del anillo hicieron lo mismo y se volvió algo menos vergonzoso. Fue nuestro primer tatuaje para los tres. Esteban siguió con algunos más, Gastón se detuvo ahí y solo se hizo otro como homenaje a sus hijos, y yo creo que fui el que lo llevó más allá, soy el que más tatuajes tiene de los tres. Nada se compara con la sensación del primer tatuaje. Después uno ya sabe cómo es. Encima fue muy doloroso por la zona en la que me lo hice. Ahí y en la muñeca duele mucho.
:: ¿Qué te hiciste en la muñeca?
Tengo el átomo de hidrógeno del Doctor Manhattan, de Watchmen. Es el símbolo que él lleva en la frente. En azul. Es un homenaje a Alan Moore.
:: ¿Tuviste alguna repercusión en tu casa?
El segundo tatuaje que me hice fue mucho más grande y vistoso que el primero. Estaba muy metido con el cómic de El Cuervo y con esa onda 90 gótica, trabajaba en la tele totalmente enojado. Me voló la cabeza la banda de sonido y la película también, así que me hice el cuervo en el brazo, muy grande, sombreado. Demoró casi seis horas hacerlo. Mi vieja me vio dormido y me dijo que era Sr. Flavio.
:: ¿Cuál es tu favorito?
El último, un dibujo de Joe Strummer en el brazo derecho, con la línea clara, como si fuera una pin-up girl o Bettie Page. Es Strummer con el jopo y la chaqueta rockabilly y dice Joe Strummer con una flor en el medio. Me lo hizo el Tata Martínez, de Sick Porky, mi tatuador preferido. Se lo pude mostrar a Julien Temple, que era amigo de él, y se volvió loco al verlo, así que ya tuvo sentido.
:: ¿Están todos relacionados con la cultura popular?
Todos menos uno. Me hice el número 14 en el gemelo derecho apenas terminó el partido con Holanda del Mundial 2014. Ese fue un año muy importante para mí. Venía de superar una angustia muy grande, la había pasado muy mal el año anterior. Y justo había empezado a correr, llegué a correr hasta 21K. Fue un año de muchos cambios y Mascherano se volvió tan groso para mí que antes de la final ya tenía el 14 de Mascherano tatuado. El 14 también es el arcano de La Templanza, que me gusta mucho. El dato triste es que amo a Boca y el 14 son los borrachos del tablón. Poco me importa. Banco mi amor por Mascherano antes que cualquier tipo de partidismo.
:: ¿Cómo surge la idea de dedicarle un tatuaje a algún personaje?
Tengo una historia graciosa de uno que me hice en la pierna derecha. Los martes a la mañana jugaba al fútbol con gente del indie rock en Costa Salguero, una vez vino hasta Fidel Nadal. Vi de lejos el tatuaje de un jugador del equipo contrario y me pareció que era Battle Cat, el gato de He-Man. Lo fui a felicitar porque me encantó la idea y me dijo que nada que ver, que en realidad él tenía un león azteca. Pero ahí me quedó la idea de que Battle Cat en la pierna era un gran tatuaje y me lo terminó regalando Clemente Cancela para un cumpleaños. Nació por querer verlo en otro y terminó siendo mío.
:: ¿Te arrepentís de alguno?
No. Me hacen acordar a momentos de mi vida. Todos los hice en un impulso emocional muy grande y me acompañaron mucho. Son para siempre, pero hay miles de cosas así, uno tiene muchas marcas de por vida y estas al menos se eligen. Y, además, los tatuajes son vos. Llega un momento en que ni te los ves. No te los ves nunca, sabés que están, pero es como mirarte la mano. Incluso, a veces, cuando veo amigos con muy buenos tatuajes, como Santiago Calori, que tiene una manga dedicada a los monstruos de la Universal, me siento que estoy medio desnudo.
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