Se trata de proteger en los dos mundos
En la Argentina prácticamente todos los chicos tienen acceso a Internet, ya sea en sus casas, en la escuela o en locutorios. La mayoría navega a diario. Seis de cada diez menores de 12 años tiene un perfil en una red social (aunque estén por debajo de la edad mínima legal para ingresar en ellas). Los chicos que tienen conectividad en su hogar (el 50% del país) utilizan más la computadora que la televisión. Para ellos, la PC es lo que más lamentarían perder si mañana desapareciera. Cada vez más adolescentes aseguran "sin Internet no tengo vida social" o incluso, "sin Internet me muero". Los chicos de hoy no pueden pensarse sin Internet. La Web es -para ellos- un territorio cada vez más indispensable.
En Internet se sienten libres. Antes, la autonomía respecto de los padres llegaba al casarse, graduarse o al obtener el primer trabajo. Los chicos de hoy la consiguen sin mudarse o sin necesidad de trabajar. La independencia les llega por Internet. Allí no hay adultos, están sólo ellos y sus amigos.
La mayoría de los chicos se perciben a sí mismos como expertos en computación y piensan por eso que nada les puede suceder, que no existe ninguna situación de riesgo que pueda complicarlos. Por eso, con frecuencia, suben información que para muchos adultos sería considerada como "privada". No miden el alcance de la Web. Creen que sólo sus amigos mirarán lo que ellos suben a Internet.
Real y virtual
Para los chicos de hoy, el límite entre lo público y lo privado parece desdibujarse. Entran y salen del mundo online y offline permanentemente porque sienten que no hay fronteras entre ellos. Para los chicos del siglo XXI la vida virtual es una extensión de la real. Es la que les permite seguir comunicados con sus amigos, escuchar música, buscar información, hacer la tarea, entretenerse, ver películas...
Por todo ello, si Internet es una parte tan importante del mundo de los chicos, parece lógico ampliar la Convención de los Derechos del Niño y Adolescente para que incluya todos los universos en los que se desarrolla su vida cotidiana. Y que, si ya hay artículos que protegen a los chicos de las situaciones de riesgo que pueden generarse en la vida real, también existan otros que incorporen lo que pueda sucederles en el universo virtual.
Es bueno que la Convención se actualice. Que incorpore la cultura juvenil del siglo XXI. Que escuche a los chicos. Que los piense en todos sus mundos.
Solo así podrá proteger sus derechos. En la vida real. Y en la virtual.
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