Se pagó el rescate, pero lo mataron
Tras recibir el dinero que juntaron los padres, los captores lo llevaron a la provincia y le dispararon
El pago del rescate no alcanzó para salvarle la vida a un joven que había sido secuestrado por tres delincuentes. Pese a que la madre entregó cerca de 1000 pesos para que lo liberaran, el rehén, de 23 años, fue asesinado de un tiro en la nuca y otro en la espalda, y su cuerpo fue abandonado a cinco cuadras de su casa, en Vicente López.
Anteayer, a las 21, Juan Manuel Canillas cerró el negocio de venta de instrumental médico que su padre tiene en la zona de Once y subió a su automóvil Honda Civic con la intención de volver a su casa, en la avenida General Paz 750, en el límite entre la Capital y Vicente López.
En el camino, muy probablemente en el barrio de Núñez -sospechan fuentes policiales-, Canillas fue abordado por tres delincuentes fuertemente armados. Subieron a su auto, lo encañonaron y lo obligaron a pasar al asiento de atrás.
Una vez que llegaron a la puerta de su casa, sobre la avenida General Paz, del lado de la ciudad de Buenos Aires y a dos cuadras de la Avenida del Libertador, los raptores le exigieron que con su propio teléfono celular llamara a sus familiares para pedirles que juntaran dinero para el rescate.
Lo atendió la madre, Marta de Canillas, a quien le dijo que estaba en la vereda, que sacara un dinero que tenía en su cajón y que se lo alcanzara. La señora pensó en un principio que Juan venía en un remise y que la plata era para pagarlo, por lo que buscó sólo 100 pesos. Pero su hijo le explicó, desesperado, que no era suficiente, que lo habían secuestrado y que lo que pedían era un rescate.
"Juntamos todo lo que teníamos encima. No sabemos bien cuánto", contó la señora de Canillas. Los padres del joven salieron a la vereda para pagar el rescate, según relató a LA NACION Nicolás, hermano de Juan Manuel. Uno de los secuestradores tomó el dinero y, como juzgó que no era suficiente, le pegó una trompada al padre de la víctima y le rompió los anteojos. "Dame más", le exigió.
"Mi madre fue a buscar la caja de metal en la que Juan guardaba sus ahorros y se la entregó. Le dimos lo que teníamos", contó Nicolás.
Pese a que se pagó el rescate, Juan Manuel Canillas permaneció en el auto. "Dos delincuentes estaban en el asiento delantero y uno con Juan, en el de atrás. Y se lo llevaron", dijo Nicolás ayer, en la puerta de vivienda.
Aun cuando se llevaron el dinero, diez minutos después de dejar la vivienda los malvivientes le dispararon al joven y lo dejaron abandonado en la calle Aguado, a metros de las vías del ex ferrocarril Mitre.
Para llegar al lugar donde dejaron el cadáver, los delincuentes debieron cruzar por debajo de la avenida General Paz, en la intersección con avenida Cabildo y, ya en la provincia, tomar por 25 de Mayo. Nadie sabe qué pasó dentro del vehículo, pero al doblar por Aguado y antes de llegar a la calle 12 de Octubre, los delincuentes le dispararon un tiro en la nuca y otro en la espalda.
Juan Manuel Canillas quedó tirado en la vereda del hogar El Puente, situado en Aguado 1324. "Escuché los disparos y salí al balcón para ver qué pasaba. El joven estaba casi en la puerta. Salieron todos los vecinos y alguno llamó a la policía", dijo Patricia, empleada del hogar.
"Era un charco de sangre. El chico estaba en el piso, vestido con pantalones negros, camisa blanca y un pulóver azul. Llegó la ambulancia, pero ya estaba muerto", agregó.
Según fuentes policiales, el cadáver de Canillas presentaba un corte en el cuero cabelludo, que podría haber sido provocado por un culatazo.
Los investigadores afirmaron que no se descarta ninguna hipótesis, pero aseguran que no se trató de un ajuste de cuentas. "Es posible que no se hayan conformado con el rescate, que hayan estado drogados o que el chico se haya resistido y lo hayan matado por eso", dijeron. El Honda Civic de Canillas apareció horas más tarde en Florida, partido de Vicente López.
Ayer, los amigos del joven estudiante y sus familiares no podían salir del asombro ni del espanto. Lloraban abrazados en el patio delantero de la vivienda de los Canillas. Tras la reja de entrada, a través de la que los delincuentes habían negociado la libertad de Juan, sólo había dolor.
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