En Trevelin, en Chubut, desde hace cinco años, las plantaciones de tulipanes empezaron a atraer a miles de visitantes; además, ahora, apuestan por la producción de peonías
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TREVELIN, Chubut.- Desde hace cuatro generaciones, el campo de tulipanes resulta un colorido imán en esta colonia galesa a 26 km de Esquel. Las flores actúan como una suerte de arcoíris que atrae a visitantes nacionales e internacionales.
A pocos metros de la ruta nacional 259 que conduce a Chile y a la vera del río Nant y Fall, las líneas de plantaciones de la empresa Tulipanes Patagonia confluyen a lo lejos con el magnífico Cerro La Monja, también llamado Trono de las Nubes (en galés, Gorsedd y Cwmwl), de 2051 msnm. Incluso en los días con mayor afluencia de turistas, la experiencia es atractiva y única.
En ese escenario bucólico recibe a LA NACIÓN Juan Carlos Ledesma: “Mi bisabuelo compró este suelo para producir trigo. En esos tiempos no era tan fácil poder vender lo que se producía en el campo, especialmente en un lugar tan alejado como este valle, el Valle 16 de Octubre. Luego se hizo cargo mi abuela, que se quedó viuda muy joven. Ella tuvo acá un tambo, en el que producía manteca. En la colectividad galesa se consumía mucho ese producto que ella hacía. Y hace 29 años arranqué yo, produciendo bulbos de tulipán”.
Esta es la octava temporada en que el campo de tulipanes abre sus puertas a los visitantes. Ledesma explica que la producción no funcionaba del todo bien, por lo que decidieron darle un giro turístico al emprendimiento. “Desde que abrimos al público, el crecimiento fue sostenido, cada año nos visita más gente. En octubre se llenan las plazas hoteleras de Trevelin, Esquel e incluso El Bolsón”, dice.
Un pueblo que es sinónimo de flores
El boom se produjo hace cinco años, cuando las fotos del campo de tulipanes se viralizaron en las redes sociales. El atractivo consiguió romper la estacionalidad y convirtió al mes de octubre en Trevelin en sinónimo de flores.
“Estamos enamorados de lo que pasa, pero seguimos aprendiendo. Hay mucho para seguir mejorando. Esta zona no estaba acostumbrada a recibir público masivo como tenemos ahora, así que el aprendizaje es para todos”, suma Ledesma.
En Tulipanes Patagonia cultivan tres hectáreas con 30 variedades de tulipanes, divididas en tres familias: las de floración temprana (que son bajitas, de flor doble), las de intermedia (variedad Triumph, son altas, de colores muy fuertes) y las de floración tardía, cultivados también en el sur de Francia, que necesitan más temperatura.
Estas últimas –de la variedad Darwin– florecen hacia noviembre, son más altas que las de intermedia, tienen flores más grandes y de colores más suaves. Un sendero en pleno campo divide los tipos de floración. Según explica el anfitrión, los tulipanes pueden estar hasta 40 días en flor, por lo que los que primero florecen rara vez duran abiertos hasta la floración de los últimos.
En esta plantación que se ha vuelto tan popular hay un millón de bulbos por hectárea. Luego de la preparación del suelo, la plantación de estos se realiza cada año en mayo. Los tulipanes brotan en septiembre, mientras que la floración se concentra en octubre. Ya en noviembre se procede al corte de las flores, lo que permite que el bulbo recupere las reservas invertidas en el crecimiento de la planta y seguir acumulando hidratos de carbono hasta su cosecha, en enero.
Así, cada año se consigue un bulbo de mayor tamaño que el que se plantó, al tiempo que se producen uno o dos bulbos-hijos, más pequeños. En el campo que administra Ledesma también producen cebada y otros cereales para la rotación del suelo. De hecho, los tulipanes no vuelven a ser cultivados en un mismo lugar hasta después de cuatro años.
En busca de otro clásico
En Tulipanes Patagonia los visitantes también pueden disfrutar de un centro de interpretación (a través de un video de ocho minutos se puede conocer lo que sucede antes y después de la época de floración), así como de una casa de té.
Claro que no todo es tulipanes. El suelo fértil de Trevelin también cobija otro cultivo que va camino a convertirse en un clásico. Originarias del sur de Europa, China y Medio Oriente, las peonías se adaptaron perfectamente a esta región patagónica. Estas flores se cultivan en contra estación al ciclo de producción de Holanda y eso permite exportarlas como flor cortada a ese país y a los Estados Unidos, además de abastecer el mercado interno con los rizomas.
De grandes flores que van del blanco al rojo rubí intenso, las peonías florecen en noviembre y diciembre. Este año se inauguró el “Circuito Peonías”, comprendido por tres cultivos cuyas floraciones se producen en forma consecutiva. Eso permitirá contemplarlas por más tiempo.
Una de las plantaciones del circuito pertenece al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y está ubicada en Aldea Escolar, a 10 km de Trevelin, sobre la ruta que conduce a la represa hidroeléctrica Futaleufú. En un predio de tres hectáreas, se puede acceder a visitas guiadas para conocer sobre las diversas variedades que allí se cultivan: Sara Bernhardt, Duchesse, Karl Rosenfield, Kansas, Red Charm, Shirley Temple y Dr. Fleming.
Para desarrollar este cultivo comercial en su campo experimental, el INTA de Trevelin colaboró con la empresa Flores Patagonia SAS. En el predio hay actualmente más de 300.000 varas florales. En tanto, en el km 32,5 de la ruta nacional 259, a la altura de la bajada de La Calera en Trevelin, los turistas pueden disfrutar de un cultivo de peonías que cuenta con 42.000 rizomas de la variedad Alertie, de flores dobles de color rosa claro.
Y el proyecto más nuevo es Taiyō Jardín Cordillerano, un parque temático cerca de la ruta provincial 34 y de la Portada Sur del Parque Nacional Los Alerces. “Veíamos que el campo del INTA recibía cada vez más visitantes y también crecía la exportación, por lo que decidimos crear Taiyō. Compramos, entonces, el campo e hicimos la plantación de peonías. La idea es que esté funcionando entre septiembre y Semana Santa”, cuenta Griselda Boyraz, responsable del campo. El emprendimiento surge de una sociedad entre la agencia de viajes Meraki Sur y Martín Sasaki, del vivero Antü.
En esta primera etapa, Taiyō cuenta con 2,5 hectáreas en las que se cultivan más de 8000 rizomas de peonías de diferentes variedades. Además, los visitantes pueden disfrutar de un jardín botánico con especies como magnolias, sequoias, ñires, avellanos, abedules, retamas rojas, lirios y abetos.
Boyraz suma que también se ofrecen workshops y talleres de arte floral, en los que se puede aprender sobre el cuidado de las flores y las plantas, así como a crear arreglos y ramos con peonías, o a elaborar coronas, tocados y broches.
Además, a mediados de diciembre, se realiza la Fiesta de las Peonías. Los participantes tienen la oportunidad de crear tapices artísticos con las flores sobrantes de la cosecha, inspirados en un tema diferente cada año. Algunos de las temáticas que se han abordado son la cultura galesa, las cucharas celtas, los diseños mapuches, las aves, el centenario de La Trochita y los motivos navideños. Este año, la celebración se hará en Taiyō Jardín Cordillerano.
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