Se instaló en Canadá y cuenta el lado B de emigrar: “No todos los que nos vamos odiamos a la Argentina”
Chelo Azulay se fue al extranjero hace más de 20 años; en diálogo con LA NACION aseguró: “Ezeiza no es la solución para los problemas”
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13 de noviembre de 1999. Chelo Azulay (43) vuelve a visualizar la fecha de su pasaje y cientos de recuerdos pasan por su mente. Aquel día, colmado de expectativas y emociones, tomó una de las decisiones más significativas de su vida: armar su equipaje y buscar una experiencia distinta en el extranjero. Si bien su primera intención era regresar, la estadía fuera del país se extendió por más tiempo y cosechó su siembra en un lugar que nunca imaginó.
A los 20 años se trasladó desde Rosario, Santa Fe, hacia Cancún, México. En total, unos 6624 kilómetros recorrió con el objetivo de conocer las hermosas playas paradisíacas ubicadas en la península de Yucatán. El plan inicial era instalarse tan solo por un tiempo y luego volver por tierra hasta su lugar de origen. No obstante, por una cuestión del destino, todo se dio de otra manera.
“En la vuelta tenía pensado encontrarme con todos mis amigos en Plaza España. Pero me quedé, comencé a tocar la guitarra en los colectivos y afortunadamente conseguí mi primer empleo en un hotel, en el sector de entretenimientos. Además, aprendí inglés. Desde muy joven estaba acostumbrado a hacer shows, espectáculos y animación, creo que fue el momento especial para dedicarme a eso”, reveló en diálogo con LA NACION.
A los pocos meses, Chelo ya tenía un grupo de amigos y poco a poco consiguió contactos que lo ayudaron a conseguir empleos en otros lugares. Tal es así que a fines de 2005 una nueva oportunidad se le presentó en su vida y no tardó en aceptarla: trabajar como animador en un crucero. Allí conoció a su actual pareja, Brandie, una mujer de la que se enamoró por completo: “Con ella estuve ahí durante siete años, trabajaba como bailarina”.
En 2012, y luego de varios años de esfuerzo, la pareja se mudó a un sitio donde podían trabajar de lo que les gustaba, pero con más libertades. El destino elegido fue nada más y nada menos que Playa del Carmen, México. “Vivimos durante seis años ahí, pero cuando se puso todo medio inseguro -por las organizaciones criminales- decidimos que era tiempo de emigrar”, sostuvo.
El lugar que eligieron para asentarse en familia
En simultáneo con sus facetas artísticas y trabajos en el extranjero, Chelo y Brandie tuvieron a su primer hijo, Luca (6). El pequeño llegó y su rutina cambió por completo. ¿La decisión que tomaron? Mudarse a un sitio que les diera la tranquilidad necesaria para resguardar la seguridad de los tres. Por ese motivo, en 2019 viajaron hasta Edmonton, capital de la provincia de Alberta en Canadá, donde ella es oriunda. Allí, iniciaron un nuevo capítulo en sus vidas.
Un golpe de realidad a partir de su propia experiencia
A lo largo de sus vivencias en el país ubicado en América del Norte, Chelo comparte todo su contenido en su Instagram @cheloazulay y en su canal de YouTube. En aquellas plataformas virtuales da consejos para aquellos que buscan emigrar y al mismo tiempo demuestra que no todo es fácil en el exterior.
“Creo que hay mucha cizaña y de tirar cosas en contra de tu país por parte de muchos habitantes que se van. Yo nunca lo compartí, y eso que me fui hace mucho tiempo. No todos los que nos vamos odiamos a la Argentina. Nunca van a escuchar que le dije eso a algún conocido, por respeto a lo que somos, nunca me olvido de dónde vengo y de mi pasado. Sé el presente, leo todos los días el diario de lo que pasa. Sin embargo, no todo lo que uno ve o lo que escucha de emigrar a otro país es verdadero. No es todo color de rosas. Canadá no es el paraíso, no hay lugar perfecto”, repite Chelo en relación con los cientos de relatos que leyó en los últimos años sobre aquellos que decidieron irse: trabajos por cientos de dólares, paisajes de ensueño y una variedad de escenarios positivos.
Su fin es revelar que también hay otras realidades y desmitificar algunas creencias ya instaladas a partir de su propia experiencia: “Muchos te hacen un video diciendo: ‘Vení y vas a conseguir trabajo, te irá bien’. No es así, tenés que esforzarte. Lo más probable es que los primeros años sean duros, hay que ahorrar, alquilar un buen lugar y estar cómodo para que te sientas realizado. Tarda mucho, es un proceso que no es tan fácil. No vas a llegar y tener el trabajo de tu vida o de lo que estudiaste”.
El creador de contenidos tiene experiencia para hablar sobre el tema laboral y de adaptarse a las circunstancias. Si bien no era su rubro, en Canadá trabajó como repartidor varios años en la empresa FedEx. En la actualidad, y luego de varios años de esmero, finalmente comenzó un empleo acorde a sus expectativas: es relacionista público en un teatro reconocido de su ciudad.
El lado B de irse al exterior
Si hay cuestiones que el influencer repite en relación con lo que más sufrió a partir de irse de su lugar de origen hace más de dos décadas, se encuentran las tradiciones y cultura propia del argentino: “Extraño la comida, tomarme un café en el bar de la esquina con mis amigos, caminar dos cuadras y encontrarme a algún conocido. En fin, la calidez”.
Según afirmó, todos los expatriados coinciden en los mismos ítems: “En Canadá tenés que comportarte y aclimatarte a cómo son. Los habitantes son más fríos, no son tan compinches, no te va a dar un abrazo espontáneo y no se va a reír a carcajadas como lo hacemos los argentinos. La virtud que tienen es que son empáticos, se ponen en tu lugar y te ayudan”.
No obstante, y gracias a la tecnología, en ocasiones se siente en suelo argentino cuando le realizan envíos o compra elementos propios de la cultura: “Ahora podés comprar por un supermercado y que te lo envíen. Hay mate, yerba, dulce de leche y otras comidas tradicionales”.
Asimismo, otras cuestiones que más le costó de instalarse en Canadá fue el acostumbrarse al clima: “La gente vive toda su vida con el frio. Es muy difícil, el invierno es crudo y nuestro cuerpo no está acostumbrado a eso. Lo viví más cuando trabajaba al aire libre como repartidor, con -40°. Forcé a mi cuerpo para que se acostumbre”.
¿Pasaje al exterior y se acaban todos los problemas?
La incertidumbre generó a que en el último tiempo muchos habitantes piensen que armar las valijas y trasladarse hacia el Aeropuerto Internacional Ezeiza con un pasaje en mano es la solución ante la crisis económica. Sin embargo, Chelo se desliga de esta frase: Yo estaba bien en la Argentina. En 1999 tenía mi club social, mi familia, era de clase media y no nos quejábamos, ya que no nos faltaba nada. Entiendo que hay otros que emigran para escaparse, pero cada uno tiene su historia. También me molesta cuando critican al que se va, que te dicen ‘vende patria’”.
Entre las diferencias que observa a la hora de comparar ambos países, explicó que las políticas públicas tienen otro foco: “Acá hay gente que está a favor y en contra del gobierno, pero veo que te apoya igual, sea la necesidad que tengas. Si bien se pagan bastante impuestos, se ven los resultados. Ves que trabajan, las calles están bien ciudades, no hay peajes en las rutas y están perfectas, los estudios son públicos de buena calidad, el servicio médico es público y la calidad de los doctores es increíble”.
Por otro lado, explicó que la vida de uno no da un giro 180° si simplemente tomás la decisión de irse, sino que está en el cambio de pensamiento de cada uno. “Podés ir a otro país, emigrar a Suiza por ejemplo, que son los número 1 en todo, pero a lo mejor no sos feliz ahí o no conseguís tus objetivos. Todo está dentro de la persona, ya sea en el barrio donde te encuentres, podés moverte solo de ciudad y a lo mejor encontrás la felicidad. Pensar que afuera se triunfa, no es así. Lo que sí hay son más posibilidades y oportunidades a crecer”, aseguró.
Volver al país que lo vio crecer
Si bien hoy elige transitar este camino de vida, admite que siempre volverá de visita a la Argentina para recargar energías: “Vuelvo para tomar envión. Siempre que tuve la necesidad de visitar a todos lo hice. En Rosario me siento yo, es una parada fundamental en la que debo estar mínimo dos semanas. Cada vez que voy me reencuentro con mis amigos, me siento en los lugares que recurría en la adolescencia”.
No obstante, su objetivo a largo plazo es seguir creciendo a lo lejos, precisamente a 10.798 kilómetros de distancia. “Para vivir no me encuentro. Cambié mucho y el país también. No me hallaría trabajando en algo sabiendo que en otro lado, hasta de repartidor, puedo ganar más. Con mi familia y mi hijo no me veo, pero vuelvo, me encanta volver y es mi lugar”, concluyó. De esta forma, lo que parecía ser un viaje común y corriente hacia un lugar de ensueño, terminó siendo el camino que marcó su vida. Con toda esta trayectoria, hoy en día Chelo mira para atrás y no se arrepiente de todo lo que realizó, pero tampoco se olvida de sus raíces que tanto lo ayudaron a ser como es en la actualidad.
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