Mariana López Rabuini y Roberto Fernández se mudaron a San Antonio de Areco y decidieron devolverle la vida a la histórica pulpería Los Principios
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SAN ANTONIO DE ARECO.– “No queremos cambiar nada, buscamos que todo permanezca en su lugar original”, cuenta Mariana López Rabuini, responsable junto a su pareja, Roberto Fernández, de la reapertura del histórico almacén de ramos generales Los Principios, en el tradicional pueblo San Antonio de Areco. Desde 1922 fue un puntal en la vida social de un pueblo que siempre tuvo ritmo gaucho. En su mostrador hubo un cliente legendario: don Segundo Ramírez, quien bajo la pluma de Ricardo Güiraldes se hizo leyenda: don Segundo Sombra. “Es una cápsula del tiempo”, dice López Rabuini.
Los Principios se llama así porque sus fundadores entendían la vida bajo el precepto de principios morales y éticos. “Los Principios no se negocian”, la frase se puede leer en una de las paredes.
Una figura dominó gran parte de la vida del boliche: don Américo “Beco” Fernández, hijo del fundador. Toda su vida estuvo detrás del mostrador. “Su presencia se siente en las estanterías”, cuenta Roberto Fernández, su sobrino nieto. El almacén cerró en 2018 y aquel hombre falleció en 2019. Desde entonces, y por primera vez desde 1922, estuvo cerrado.
La pareja tomó una decisión que le cambió la vida. Se conocieron en la ciudad de Buenos Aires en 2018. Él licenciado en ciencias políticas y ella arquitecta, en octubre de 2020, en plena pandemia, decidieron mudarse a San Antonio de Areco. “No lo dudamos, trajimos todo en dos camiones y cambiamos de vida”, cuenta López Rabuini. Pasaban por la esquina de Mitre y Moreno, y Los Principios les devolvía una postal indeseable: ventanas y puerta con las persianas bajas. Se les cruzó una idea: ¿por qué no reabrirlo? A principios de febrero de este año tomaron la posta y la mítica esquina volvió a ver el sol.
“No queremos cambiar el rubro, porque perdería la magia”, dice Fernández. Siempre fue el almacén del pueblo. En sus estanterías la paisanada hallaba las provisiones para sobrevivir a la soledad rural, pero también vendía su propia línea de ropa gaucha, sombreros y ajuares de gala para fechas patrias. Un detalle lo volvió liturgia: a un costado, entrando por una puerta especial, se accedía al mostrador donde se despachaba bebida. “Las mujeres entraban por otra puerta”, afirma López Rabuini.
Eran leyes de antaño. Los principios obligaban a separar las cosas. El hombre llegaba también con una bolsa para hacer las compras familiares, pero también para ponerse el día tomando una caña, la ginebra, el vermut.
“Beco se manejaba con los principios”, destaca Fernández. Ellos decían que había que beber con respeto. “No toleraba gritos, insultos ni falta de respeto, aquel que fallaba a esos principios, recibía un castigo: lo echaba y no podía volver nunca más”, cuenta su sobrino nieto. Simple. “Te quedabas afuera de todo”, agrega Fernández.
“Nos encontramos todo tal cual lo dejó Beco”, cuenta López Rabuini. Sin caer en la comodidad de transformar el espacio en un restaurante, esta nueva versión de Los Principios vuelve a su origen aunque con una ligera modificación. Se trata de un almacén de ramos generales con productos locales y algunos de otras partes del país, muy difíciles de hallar para el vecino arequero. “Queremos mostrar todo lo que hacen los productores locales, esa es nuestra idea”, confirma López Rabuini.
Las altas estanterías se dividen en dos partes, lo que está al alcance de la mano con productos actuales arequeros que van desde un gin, vermut hasta un chimuchurri ahumado o cítrico. Alpargatas, conservas, quesos y salames. Lo que está cerca del techo, todas las mercaderías que quedaron atrapadas por la red de la melancolía y el tiempo. Cajas de galletitas, frascos de café, y botellas de años. “Entran vecinos para ver las marcas que compraban cuando eran niños”, cuenta Fernández. Las señales a los buenos tiempos es la mejor atracción.
Joya de la corona
“No es una puesta en escena, acá está presente Beco”, sostiene Ariel Arellano, gestor cultural y vecino. Lo conocía al bolichero. No quiso perderse esta reapertura y deja posar su mirada por el mostrador, las paredes y el piso en damero, todo original. “Es parte de la joya de la corona de Areco, Los Principios no es sólo un bien histórico bonaerense, sino nacional”, afirma. Su reflexión se basa en aquellos principios que fundaron el almacén. “Forman parte de una época importante de la Argentina”, analiza Arellano.
La historia del almacén resume la de San Antonio de Areco. Los hermanos Antonio (padre de Beco) y su hermano Francisco Fernández abrieron en 1918 un ramos generales; en el 22 lo mudaron a su actual ubicación y desde entonces permaneció en la misma familia. Los gauchos entraban al pueblo por el puente viejo que cruza por el río Areco y pasaban por el almacén a buscar provisiones. “No regresaban por un mes”, recuerda Roberto Fernández, padre, quien creció en el barrio y conoció la esquina desde la cuna. Don Segundo Ramírez era una de ellos. Una foto en la pared lo muestra en el mostrador.
Las anécdotas de aquellos tiempos son increíbles. El padre de Beco, Antonio, tenía fama de saber “las cosas del cielo”, dicho en criollo: sabía el pronóstico del tiempo. Tenía una veleta en el techo del almacén. Antes de emprender algún baile, los paisanos iban y buscaban asesoramiento. Se subía al techo y consultando dirección del viento, forma de las nubes y vaya uno a saber qué más, bajaba con el pronóstico: “No va a llover, pueden hacer el baile nomás”, cuenta Fernández.
“De niños íbamos a jugar a la pelota a la orilla del río”, agrega Fernández. En las calurosas tardes de verano, el pueblo hervía, pero los chiquilines sabían que Beco tenía un corazón grande. “Pedíamos una botella de Coca y en la complicidad, Beco nos ponía un poco de Fernet”, cuenta. Pocas veces veía dinero, todo se arreglaba con la palabra, el crédito se basaba en la confianza y se materializaba en la libreta, una vez por mes el cliente cancelaba su deuda. “Los principios regían todo, esa moral se trasmitía desde el mostrador, y siempre funcionó”, acuerda el vecino, feliz por la reapertura de esta esquina fundante de altos valores que marcaron a muchas generaciones.
“En los años en donde se modificaba la hora, Beco jamás lo hizo con su reloj”, cuenta Fernández. ¿La razón? “Los Principios se lo impedían: por lo tanto mientras todos abrían a las tres de la tarde, él continuaba abriendo a las cuatro”, dice. En el mostrador se esgrimían profundas cuestiones. “Sobre la base de los principios, se tomaban decisiones”, remarca Fernández.
“Mágico, prolijo e impecable almacén”, así lo define a Los Principios el periodista Pietro Sorba en su libro Pulperías de Buenos Aires. En los días antes a la inauguración, limpiando esta cápsula del tiempo, hallaron marcas de un pasado encantador. Botellas de Gancia con un piolín marcando el nivel del líquido, y una etiqueta con un nombre y apellido. “Los clientes compraban una botella para su aperitivo diario”, cuenta López Rabuini. En la base de muchos artículos, en vez de precios, había letras. “Cada letra significa un valor”, dice Fernández.
San Antonio de Areco es un pueblo de tradiciones. Y se respetan. “Tratamos de no contaminarnos”, señala Susana De Lellis, madre de Roberto hijo. “Es una manera de sobrevivir a la globalización”, agrega. El casco histórico está protegido y muchos edificios, como Los Principios, son “Lugares Significativos”, con idéntica protección.
“A la gente le gusta que las cosas se preserven, forma parte de la identidad del pueblo”, aclara De Lellis. Calles adoquinadas, viejas esquinas donde aún funcionan boliches de 200 años, como el de Bessonart. Si algo le faltaba a San Antonio de Areco era ver las puertas abiertas de “Los Principios”, la joven pareja se ilusiona y espera que productores locales lleven sus productos para llenar nuevamente las estanterías. “Cumplimos un sueño, lo visualizamos, trabajamos y lo hicimos”, concluye López Rabuini.
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